Seguiré hablando de la muerte, quizás para desmitificarla en lo que pueda. Hay gente que ha sido algo en vida: un actor reconocido, una política también reconocida, un cantante, etc. Cuando pasa todo ese reconocimiento porque se hacen viejos, ya no salen en los medios, ya nadie los conoce ni los ve en el periódico o en una película. Pocos consiguen llegar a viejos y estar en el candelero. Una excepción es Rafael, el cantante, que da la impresión de que no sale de un escenario, pero también le llegará la hora de claudicar. Y ser reconocido antes y ahora ser simplemente un ciudadano, es duro. Pero debemos ser felices con reconocimiento o sin él. Debemos buscarnos un aliciente en la vida, ya sea hacer barquitos de madera o pasear innumerables kilómetros por la ciudad o fuera de la ciudad o irnos a pescar al mar si la ciudad que habitamos es costera. Todo antes que sentirnos olvidados. No somos nadie olvidados. Somos ciudadanos que debemos torear la vida y esperar a la última corrida, al último suspiro que dé el alma nuestra.
No eres olvidado.
No esperemos de la vida reconocimiento sino que aprendamos a pasar las horas de la mejor manera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario