miércoles, 27 de febrero de 2019

Después de ver unos videos en YouTube sobre algunas cuestiones como la literatura o la política, de boca de unos no sé si decir charlatanes o divulgadores, me dispongo a escribir. La gente no tiene una idea global sobre lo que pasa a su alrededor sino que sabe cosas y esas cosas, fuera de contexto u oídas aisladamente. Cuando se estaba en el colegio, en el instituto o en la universidad, las cosas se aprendían con un plan establecido en los propios libros o en los programas que dirigían las clases de los profesores. Había un orden en la explicación y en lo que leías.
Lo complejo que es el mundo hace que nadie pueda saberlo todo, sino que ha de apoyarse en las verdades y opiniones de los demás para construirse el mundo en el que cada uno vive. Todo ser humano tiende a vivir en un mundo explicado, no en mundo en el que ocurren las cosas porque sí.
Acudimos al periódico, la radio, la televisión y ahora, internet y las redes sociales para enterarnos de noticias prácticas para el día a día pero también para saber qué ha pasado en el mundo y las explicaciones que dan a esos sucesos.
Los filósofos tratan de explicar también el mundo pero desde una perspectiva muy abstracta, preguntándose por el hombre en general, el mundo, el universo, la verdad, la moral, etc.
Yo, escribiendo, creo un mundo que es en parte parte de mí, valga la redundancia, para poderme explicar a mí mismo y el mundo que me rodea. Lo que escribo no es para que los demás lo lean sino simplemente para escribir yo cómo veo el mundo y quedarme a gusto expresándolo.
Los escritores que crean una ficción enteramente ajena a ellos, ya sea a base de zombis o de detectives que resuelven crímenes muy enrevesados, crean eso, algo que es muy artificial y en lo que no hay nada de ellos en los personajes ni en la historia.
Cuando Velázquez crea "Las hilanderas", ¿qué hay de Velázquez en "Las hilanderas"? Pues creo que su enorme técnica y su deseo de divulgación de un tema mitológico llevado a lo cotidiano. Allí no está Velázquez o sí lo está si sabemos que es su autor y que hizo gala de una maestría peculiar en ese cuadro.
Pero lo que me gusta de lo que yo escribo es que yo vierto mi opinión en lo que hago constantemente aunque no expresamente. Mis personajes piensan y hacen cosas que me gustan o no me gustan en virtud de lo que me gusta u odio en la vida. Por eso me gusta escribir. Porque allí está (en mis novelas) lo que odio, lo que me gusta y lo que me preocupa en una indagación sobre el mundo.

Y por eso, voy a escribir a ver qué sale.

lunes, 25 de febrero de 2019

El viernes fuimos a Alcalá de Henares. Yo ya había estado trabajando allí y la conocía. No llegamos a ir a ver el instituto donde trabajé. Hablamos bastante. Fue interesante.
El domingo comimos con los padres. Están mayores pero se apañan. Mi madre dice que cuando dependa de los demás, desearía morirse. A mí me entra cierta angustia cuando estoy con ellos, como anticipando su desvalimiento como  enfermo de ansiedad que soy, siempre pensando en un futuro cercano. Paco no siente nada, disfruta del momento y ya está.
Hoy lunes me ha costado ponerme en marcha. Luego he estado leyendo ese libro de Auster que se titula 4321. Está bien, muy curioso.
He decidido dejar de estudiar Psicología. Una carrera es demasiado para mí y encima, por la UNED: tochos de 500 páginas para leer en dos meses. Yo ya tengo mi carrera.
Me he centrado en las novelitas cortas que deseo acabar. La primera ya lleva buen camino. No espero hacerlo a la perfección, quiero acabarla más o menos como sea aunque resulte un poco tosca.
Después de esos días melancólicos, no me reprocho nada, no tengo pensamientos intrusivos, estoy bien.
Vaya invierno: espero que en abril nos tengamos ya que proteger del calor o quizás no, quizás haga el frío que no ha hecho hasta ahora. El tiempo está loco.

jueves, 14 de febrero de 2019

Estos días he estado leyendo "Berta Isla", de Javier Marías. No voy a estropearla (lo que quiere decir spoiler; spoil, estropear en inglés) sino que simplemente diré que es de las mejores que he leído de Marías. Empecé leyendo "Los enamoramientos" y me gustó su prosa indagatoria de los sentimientos de los personajes. Luego leí la  otra, "Así empieza lo malo" y ahora, esta. Es muy hábil el autor creando una atmósfera de espera en todo el libro que se resuelve de la manera más inesperada al final.
Estos días también he estado deprimido. Me costaba levantarme y hacer cosas. Pensaba mucho en la muerte, en cosas negativas. He estado así unos cinco días muy tristes. Me lo planteaba todo sobre mi vida y al final de planteármelo todo, mi vida no tenía sentido.
Hoy me he levantado con más ánimo. Hasta hoy, no tenía ánimo ni para ir a por el pan ni hacer la comida. Es el signo de mi enfermedad: estar días contento y días triste en un carrusel.
La vida que llevo no es de muchos alicientes ni de mucho esfuerzo.
Siempre los mismos pasos todos los días.
Es normal que de vez en cuando me plantee qué significa mi vida. Y me salga en negativo.

sábado, 9 de febrero de 2019

A Paco le da igual llevar una vida social escasa pero yo lo paso mal a veces con los pocos amigos que conocemos. He dejado a Eva y ya no salgo los fines de semana. Los fines de semana son una tortura de preguntarme qué harán otras gentes que tienen amigos de sobra como para salir y divertirse. Ayer me quedé en casa y era viernes y lo sentí mucho. La soledad en que me veo, aunque siempre acompañado por Paco, hay veces que no la soporto. La soledad es un término contradictorio y ambiguo. Se puede estar solo aun acompañado por quien sea. Se puede estar solo físicamente (ver a poca gente en realidad y hablar de algo intranscendente para uno con ella) o mentalmente (sentirse solo aunque se esté físicamente acompañado por alguien u otros que no satisfacen esa soledad).
A mí me afecta mucho la soledad, no poder contar con alguien válido al que contar cosas que me ocurren o pienso o siento solo yo; si tuviera la oportunidad de contar lo que yo siento o pienso a otra persona que pudiera entenderme o pensar cosas similares a las mías, yo sería más feliz. Por eso estoy como en una isla. Pensando cosas yo solo que no puedo transmitir a nadie porque a nadie que tengo alrededor ni le interesan ni las ha pensado nunca quizás. 
No es que yo sea alguien muy especial o que piense cosas rarísimas no inteligibles por los demás pero sí que he ido pensando cosas que, digamos, sobrepasan al sentir y pensar común de las personas que conozco. Siempre digo que a las personas comunes les interesa pasar el día. Yo no sé si me conformo con pasar el día.
También uso mucho la expresión "hablar de libros con alguien" por la cantidad de ellos que he leído y a los que la gente común no presta atención o no les da la importancia que les doy yo, lo que dicen los libros. No hablo de libros con nadie.
No salgo de fiesta tampoco ni me río abundantemente, actividades las dos que seguramente me alejarían de la sensación que tengo de estar solo y aburrido sobre todo los fines de semana y además, me ayudarían a llevar los días que vivo de manera más ligera. Solo si me riera un poco y me olvidara de mi situación por unos momentos. Pero no me río apenas. En mi vida no hay sitio para la risa.
Y así sigo. A mi hermano Paco le da lo mismo esta situación quizás por pertenecer al común de aquellos que pasan el día y con pasar el día tienen lo suficiente, siendo todos los días iguales.
Yo no. Yo deseo hacer cosas que transciendan el día de alguna manera y deseo encontrar a alguien con los mismos pensamientos que tengo yo, no sé si más altos o más bajos que los de los demás, pero sí diferentes por lo que veo. Lo que noto es que esos pensamientos me sacuden y me incitan a contarlos pero no los puedo contar a nadie. Esos pensamientos están hechos de lecturas, reflexiones, escritos que he hecho, pensamientos, ideas sobre la vida, que, claro, son originales míos, pero que a nadie interesan.
Por otro lado, yo no veo a la gente común reír mucho, parece que eso de reír pertenece a otra época o a otros lugares de los que yo habito. Tampoco veo que la gente hable de cosas transcendentes (de libros, por ejemplo) y sí que veo una como sensación de dejarse llevar la gente por el fluir del día sin querer cambiar eso: el paso del día.
Y, en fin, parece que he de aguantarme no por ser yo alguien especial que no encuentra a otros especiales sino por la vulgaridad que hay en el ambiente, ese de levantarse, vivir y acostarse siendo siempre el mismo, sin haber pensado algo bonito, sin haber reído por algo divertido, sin haberse preguntado qué pinta uno en la Tierra.

viernes, 8 de febrero de 2019

Queramos o no queramos, vivimos en Occidente en una tradición cristiana. El primer imperio que tuvo que aceptar el cristianismo fue el romano, porque toda la estructura de ese imperio se vio atravesada por ese pensamiento. A los bárbaros, si hubo algo que los frenó para no destruir todo lo que habían hecho los romanos, fue la religión cristiana, que muchos de estos pueblos destructores, acogieron en su seno. En la Edad Media hubo un remanso, entre guerras de reyes y musulmanes y clanes de toda índole, en el que Dios estaba en el centro de la vida de todos los hombres. Cuando estudiamos el Renacimiento, los profesores parece que nos hicieron creer que ese periodo de exaltación de lo humano destruyó la sociedad teocrática pero no es así. Tuvo que llegar el siglo XVIII y la revolución francesa para que estallara el Antiguo Régimen, para que ya hubiera gente atea y lo afirmara, como Descartes. En el siglo XIX llegaron nuevas teorías filosóficas que negaron a Dios, teorías científicas, Darwin y su evolucionismo, el positivismo, el marxismo, etc. Pero la prueba más grande de que quizás Dios no estaba o había desaparecido de la Tierra fue la II Guerra Mundial, en la que estuvieron a punto de destruirse todos los seres humanos de la Tierra o llegar a un dominio dictatorial de la misma por parte de los nazis. Y eso sí que hizo creer que Dios no existía. Pero también al revés: hizo creer a la gente que sufrió que esa locura solo podía tener sentido si un Dios existía.
Y así seguimos y los curas y los obispos y las catedrales siguen existiendo y cumpliendo su labor, catedrales con siglos y siglos de antigüedad.
Y así lo dijeron San Agustín y Santo Tomás, que eran los que transcribieron para la modernidad todo el pensamiento grecolatino. Lo moderno: el cientifismo, el marxismo y el evolucionismo no han sabido llenar el hueco dejado por la religión. Y es que el hombre necesita creer en algo y no creo que un paraíso comunista o la perfección a través de los genes o la evolución es aquello en lo que se deba creer.
Más bien la gente quiere creer en algo transcendente, no en paraísos creados por el mismo hombre.
Más bien el hombre cree en algo que perdura, no en algo que se promete y que nunca sale.
Más bien el hombre debe creer en otro hombre porque sabe que lo creó Dios, no que venga del mono o trabaje como tú en una mina o en una fábrica y seáis obreros los dos.

Dios es una palabra pero pesa mucho en la boca de los hombres.

En la vida, muchas cosas de las que vemos o sentimos nos recuerdan a la muerte. Más bien no debería decir recuerdan sino que nos barruntan o nos enseñan sutilmente que vamos a morir. Un insecto vulgar al que espachurramos con el pie, nos hace pensar: "pobrecito, qué poco ha durado" porque nosotros somos también un poco ese insecto vulgar. Cuando me afeito, pienso: "otra vez afeitarme, cuando será la última vez que me afeite". Supongo que pasará eso a las mujeres con las axilas pues barba no echan, cuando se las afeitan. Cuando nos afeitamos, somos más viejos que la última vez que lo hicimos, esos pelos han crecido porque ha pasado el tiempo y el paso del tiempo nos acerca a la muerte. Cuando hemos pasado por algún disgusto o enfermedad y estos se nos asoman a la cara, decimos frente al espejo: "he envejecido con esto que me ha pasado". Cuando salimos a la calle y vemos a aquellos que conocimos pujantes y ahora están encanecidos y van con garrota o notamos los efectos del tiempo en ellos y luego, claro está, lo notamos en nosotros pues sabemos la edad que tenemos y decimos: "cuánto tiempo ha pasado" y echamos la vista atrás y la detenemos, no sé, en un tiempo en que uno trabajaba joven y fuerte e iba en el cercanías y no le importaba perder el tiempo como fuera pues tenías de él a manos llenas por delante.
No quiero decir que me sienta viejo ya pero voy cumpliendo años y noto esas cosas, a determinada edad empiezas a notar esas cosas y te vuelves más triste, como anunciando una vejez.
Pero no hay que preocuparse porque hay otros motivos que nos hacen sentir jóvenes como las celebraciones, las charlas jocosas con los amigos en que no te das cuenta de que el tiempo pasa o cuando estás enfrascado en una tarea bonita que te hace sentir útil o cuando cuidas de tus hijos que te llenan de felicidad porque los ves reír o cuando vas al campo o paseas por la ciudad sin pensar en gran cosa... Parece que Dios nos ha diseñado para barruntar la muerte y también para espantarla todo lo que podamos.
Esto viene a cuenta de una cosa que leí de una señora que estuvo con enfermos y decía que la muerte casi ni la sentimos la mayor parte de las veces. No nos damos ni cuenta de que llega en muchas ocasiones, es un tránsito leve y ligero; por lo tanto, ¿por qué preocuparse por el paso del tiempo y de la muerte que es a lo que nos conduce si normalmente ni nos vamos a enterar apenas?
Lo peor es una vejez sin recursos, una inestabilidad económica. Esto lo  hablé yo con mi amigo Antonio (todo esto del paso del tiempo y la vejez) y concluimos que lo peor de todo es no tener una independencia económica en cada estado de la vida, un alivio de dinero que haga que pases bien la vida. A eso se reduce todo, al tener dinero. Por un lado, cuando somos jóvenes, tenemos empuje suficiente para ganarnos la vida si no se cae en embelecos como la droga y gilipolleces así. Cuando somos viejos, si no hemos sido muy tontos, hemos ahorrado para llevarla bien.
Y toda la problemática del paso del tiempo se resuelve en tener dinero que te apoye en tu desvalimiento. El Estado cuenta con ayudas y recursos para aquellos que no tienen, pero es mucho mejor que te lo proporciones tú mismo con tu trabajo o tu ingenio.
Por tener dinero no vamos a dejar de tener esa sensación agobiante de la edad que pasa, pero la vamos a tener con menos agobios.
Y ya está. Cada vez que nos afeitamos o nos miremos en el espejo podríamos pensar que qué más da, que todo se trata de un tránsito suave y que quizás, si Dios existe, no nos destruimos del todo, sino que vamos a algún lugar incluso mejor. Porque nadie ha vuelto de allí a ver si es bueno o es malo, nadie nos va decir qué hay tras la vida pero si tenemos un poquito de fe podemos pensar que no es tan malo como lo que hemos vivido aquí en la Tierra. Porque, la verdad sea dicha, hay en la Tierra o en la vida montones de cosas que nos hacen sentir muy mal, verdaderamente mal.

jueves, 7 de febrero de 2019

He estado leyendo un libro de César Vidal llamado "Bienvenidos a la linterna". Está claro que "La linterna" es un programa de la COPE, cadena que es de derechas y católica. A mí eso me da igual porque en ese libro, por medio de capítulos muy bien diseñados, se explicaba un caso de personalidades grecolatinas (Catón, Cicerón, Julio César, Pompeyo, los Gracos, Solón, Licurgo, etc.) y también se hacía un repaso de la historia de España y de libros bíblicos (dirigentes españoles, Guerra civil, Salmos, Proverbios, etc.) que por sí solos ya constituían un conocimiento universal histórico y no creo que ese autor (César Vidal) mintiera sobre casos históricos documentados por autores como Tucídides, Tácito, Josefo, Cicerón, historiadores que lidiaron con capítulos políticos de Roma, Atenas, Esparta o Judea. Una vez que se leía ese párrafo histórico, se pasaba a leer un caso actual (con actual quiero decir desde que Zp llega al poder hasta que acaba su primera legislatura) y se contrastaban ambos sucesos. Dicen que Tiberio fue un emperador muy retorcido que mató a Germánico, un general muy apreciado por Roma, pero su crimen se supo mucho después. Los doscientos muertos el 11M tuvo como resultado un vuelco en las elecciones y la llegada de un gobernante que puso todo patas arriba en España. Ese es el fenómeno que tuvo lugar de la mano del PSOE y sus "modernos y listos" nuevos dirigentes que tiene su sucesión en Sánchez. Pues bien, César Vidal no duda en conectar, por medio de averiguaciones que yo he leído luego en otros medios, a dirigentes socialistas como Huarte con los terroristas islámicos. Que el gobierno socialista tapó la comisión del 11M está claro. Que quizás nunca se sabrá la verdad de todo aquello, también parece claro. Que hay indicios de una conexión PSOE- bombas, está claro también.
Pero es que Vidal somete al gobierno de Zp a un escrutinio de sus acciones de modo que nos damos cuenta de la inutilidad de ese gobierno con ministros como Moratinos, de esa destrucción de la idea de familia por una ideología de género, por el lobby homosexual, por la ley de violencia de género y por la deriva que ese gobierno nos llevó a 5 millones de parados, noticia a la que no llega este libro pero sí va pronosticando al analizar la errática política económica de ZP.
Y por eso me ha gustado, porque mezcla sucesos históricos antiquísimos que se reproducen en nuestra actualidad política y no para bien. Ojalá se descubra algún día qué hubo detrás del 11M.
La lectura ha sido muy amena pues he aprendido de los clásicos, de la historia de España y de la Biblia, además de cómo se va destruyendo una nación como lo hizo ZP, que dijo, siendo presidente, que "la idea de España es discutida y discutible" y otras gilipolleces que no necesitan repetición. Menos mal que se fue esa peste pero nos amenaza otra: Sánchez, hijastro de el Maquiavelo de la mantecada.
Un buen libro enseña, un partido político tergiversa.
Ayer estuve a Villalba y a comer cordero al puerto de los leones pero estuve triste todo el día y todavía no sé por qué. Recuerdo los paseos que dimos por ese pueblo por la mañana y después de comer: no me he sentido tan aburrido y melancólico en mucho tiempo. Fuimos Paco y yo al instituto donde di clases y me sentí ajeno a todo lo que me rodeaba. Paco no es muy hablador y casi todo el día estuvimos callados. Si hablamos algo, todo fue muy intranscendente, yo ni lo recuerdo. Hoy me he levantado un poco más animoso pero también siento como si mi vida no tuviera sentido alguno. Me disperso en el día haciendo nada, concluye el día con la idea de que no he hecho nada de provecho y lo paso mal. Mi ejercicio literario de escribir algo no tiene lugar. Vago por Majadahonda y mato horas contemplando a los que pasan. No se me ocurre nada, como decía Serrat y veo al vecino que también se rasca la cabeza. Leo la prensa pero no me importa una mierda las noticias, aparte de que veo que los socialistas de ahora siguen siendo los de siempre: una mafia que lo único que quiere es estar en el poder a toda costa. Veo la gente, veo las calles, veo el café que me bebo en un bar y pasa el tiempo. Solo eso veo.
A ver si llega la primavera, de la que febrero nos trae adelantos, y me pongo más activo y optimista porque lo veo todo gris y aburrido como una niebla.

lunes, 4 de febrero de 2019

Sócrates, el hombre que inauguró la filosofía; esto es, el pensar, el preguntarse por las cosas, el intentar alcanzar la verdad etc. persiguió, por el método de ir preguntando hábilmente por la esencia de los temas humanos, precisamente la verdad. Luego, Jesucristo dijo que la verdad nos hará libres. El descubrimiento del conocimiento y la verdad última de lo que nos sucedió y nos sucede hace que tengamos una postura correcta ante la vida. Sabiendo, no vivimos engañados nuestras vidas. Pero es duro el saber porque el conocimiento de las cosas duele. Es como si te dicen que tus padres son etarras o ladrones o le hicieron una putada al vecino de dimensiones irreversibles. No gusta saberlo, pero si lo sabes, también sabes a lo que atenerte. En este país en el que vivimos, en su inmensa generalidad, nadie sabe su historia, la historia de su país. A mí no me la explicaron nunca en el instituto ni en el colegio, así que la he tenido que ir leyendo en la Wikipedia. Solo para darme cuenta de lo nefastos que han sido los políticos en nuestro país y que siguen siendo sin ninguna duda. Si de algo se duele España es de sus dirigentes. Muy pocos han estado a la altura de los tiempos que les ha tocado vivir y han llevado a buen puerto el destino de España. Los demás, han arrojado a España a los caballos y no han tenido ni reparo ni vergüenza en saquearla, destruirla y hacer con ella un guiñapo que entregar al dirigente que venía detrás. Esto lo digo sobre todo por el apestoso ZP.
El 11 M es un ejemplo de asalto al poder en toda regla para que llegara a él un inútil que no sabía dónde tenía la mano derecha. Pero el PSOE, según las averiguaciones que he hecho de su historia es así: no duda en las algaradas y en la toma del poder por medios ilícitos y contraviniendo el orden lógico de cualquier política mínimamente correcta. Ahora lo vemos con Sánchez y la tropa asquerosa con la que se ha juntado. Pero el deseo de poder tan pronto y de tan de manera ilegal puede que tenga el revés de relegarle afuera del poder. Da igual. El PSOE intentará de forma ilegal volver la poder cuando lo haya perdido. Así lo dijo Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, cuando entró al Parlamento por primera vez: "lo que no consigamos aquí, lo conseguiremos por la fuerza" y de paso, amenazó de muerte a Maura, que casi muere de un atentado por parte de un socialista. Esta es la historia del PSOE: un partido mafioso e ilegal cuando le da la gana y es bueno saberse la historia de España como yo la he aprendido por Wikipedia para saber qué es el PSOE y cómo se ha conducido desde su fundación.
Es triste saberlo, pero tenemos un partido político en España que es un cáncer para la misma.