Todas las madrugadas preguntaron por los moros. Los moros ya se habían ido sin saber su paredero. Todos los daban por muertos o metidos en la cárcel. Por la plaza ya no beben, por la ciudad ya no están. Andan huidos los hasanes. Nadie quiere verlos más. Huían del mundo y la vida atados a noches blancas. Por las calles ya no se oye el berrido de estos hombres. Unos dicen que se fueron y otros los prefieren muertos. La vida va más tranquila sin estos cantamañanas. Ojalá estén muy lejos y no vuelvan a romper la tranquilidad de los días de la gente que descansa. Eran tres, eran tres bobos que rompían cristales en las aceras. Yo ya tengo en quien pensar aparte de estos mastuerzos.
Se fueron.
Nadie los quiere. No había manera con ellos.
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