lunes, 24 de marzo de 2025

 Las farolas gritan un grito inaudible para el ser humano pero no para su majestad la noche. Las farolas mienten su poca alegría que alumbran. Las farolas humillan a la acera su razón de ser, a sus rodillas. Las farolas ayudan a que la noche respete un poco su testaruda oscuridad. Necesitamos a las farolas para que den fe y luz a las horas de los asesinos. Somos nosotros farolas que vamos dando luz de Dios en pequeñas ráfagas, en deseables alumbramientos del alma. La noche se vale de las farolas para desprestigiar las intenciones de los hombres: que se vea de noche, que no esté todo oscuro, que la lucerna de los penates no muera, que, si salimos a la calle una noche, atacados por el insomnio, nos asista la policía de la lumbre eléctrica.

La noche da muchos disgustos porque la noche es larga y traicionera.

La noche es para los animales, quizás.

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