Todos tenemos unos hábitos que nos atrapan en el día a día. Y no nos permiten salir de ellos por nuestro bien. Si alguno de nosotros tuviéramos alma viajera, pues el viajar se convertiría en hábito. Seríamos el número uno en preparar una mochila o una maleta, en pedir un vuelo o un plaza en el tren, llamar a un taxi y no importarnos comer hoy en un sitio y mañana en otro hasta que hayamos visto todo de esa ciudad o lugar al que viajemos. Viajar, por lo tanto, se podría convertir en un hábito. Y sacar fotos de todo lo que viéramos, se convertiría también en un hábito. Cuando sacáramos la colección de fotos que hemos tirado en un viaje, la gente diría: ya está fulanito con las fotos de su viaje. Para que esto ocurra, deberíamos tener mucho tiempo libre. O sea, estar jubilados. O tener mucho dinero. El hábito más normal en las gentes es despertarse, ir al trabajo y volver a comer a casa o comer de un táper.
Los hábitos.
Costumbre o lo que viste a un monje.
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