Te cobran por un churro apestoso lo que no está escrito. Tienen los pinchos al aire, revenidos. Y encima, tienen altos los precios. Me fijo y cada vez hay menos gente en la terraza. Por algo será. Es un foco de infección todo ello. Y de diarreas. La cosa va de capa caída. Y es culpa de ellos. De nadie más. Luego me doy un paseo y entro en otro bar y en este, sí tienen una vitrina que protege los aperitivos, no tienen churros dando vueltas en un plato, no dan churros. Un café con leche con dos churros y un agua con gas, 750 céntimos. Dónde vamos a parar. Y los churros fríos, claro, ya que no son churrería, sino un bar. Se acabó el tiempo de ir todas las tardes a tomar un café allí. Se acabó el tiempo de ir más veces allí porque mi hermano cogió una colitis rauda que no le dio tiempo a llegar al wáter. Caro y antihigiénico no es una combinación saludable ni para las tripas ni para el bolsillo. No volvemos más.
Esos bares que entran en decadencia.
Qué pena dan.
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