jueves, 28 de abril de 2016

Me ocurre todas las mañanas: ante el miedo de escribir una tontería prefiero no escribir nada y dejarlo para después de comer que ya parece que es la hora de escribir con más eficacia. Pero hoy, sin saber muy bien lo que hacía, me he puesto a escribir una escena de mi pueblo. No me ha salido ni bien ni mal pero he conseguido vencer ese miedo: es como el miedo escénico o algo así. En esos momentos de la mañana yo no tengo muchas ideas en la cabeza y las que tengo me parecen desaboridas como un bocadillo de nada.
Y sin embargo hoy me he lanzado a escribir y he matado un poco el tiempo, siempre se trata de matar el tiempo, sin acierto o con él, pero matarlo en un rincón oscuro y tenebroso de nuestras vidas como puede ser una habitación con ordenador.
Y no vale para nada lo que he escrito pues según ha salido de mi mente ha muerto en la página como si no hubiera querido salir. Ni tiene una conclusión ni, aparentemente, un inicio plausible. Sin embargo, he escrito algo por la mañana, cosa que antes era impensable de lo embotado que estaba yo ante la página en blanco.

martes, 26 de abril de 2016

Tras poner en google "cómo salvarse de la mediocridad" y no conseguir la respuesta adecuada, me dispongo a ser otro rato más un poco más mediocre que ayer. La mediocridad es hacer eso que todos hacen: comer a mediodía, no arriesgar ni un duro o acostarse sin saber nada más que lo imprescindible para estar vivo.
De todas formas, mediocres somos todos los que hemos recibido una educación como la que hay en España, que no fomenta la creatividad sino la copia y la memoria.
He estado a Madrid y he visto un poco de todo. He estado en una biblioteca municipal y he visto muchos libros con muchas teorías que ya no me valen. Las novelas que podría leer yo me están esperando.
Alberto Moravia es un gran escritor, qué duda cabe. Me gustaría tener algún día la mirada de Alberto Moravia sobre las cosas y las gentes pero para eso hay que sentar cátedra en el mundo de las letras y yo no sé si sentaré ni siquiera el culo en ese mundo.

sábado, 16 de abril de 2016

No había tenido yo una experiencia lectora como cuando he estado leyendo "La vida invisible" de Juan Manuel de Prada. Por un lado me gustaba la historia y por otro lado, la veía cargadísima de datos, comparaciones y cosas banales que me aburrían. Así que me he ido saltando párrafos enteros porque si no, a ver quién se leía 530 páginas de una prosa recargadísima de estupideces que impedían el transcurrir de la misma historia.
La historia es de una pin up, que eran chicas que se dejaban retratar medio desnudas para las revistas. El nombre ficticio que le pone el autor es Fanny Riffel, basado en un personaje real llamado Betty Page. Estoy deseando acabarla y me faltan unas 50 páginas. Ha sido una pequeña tortura este rollo macabeo de mujeres que se meten en la mendicidad, en la prostitución y en la locura.
Ya digo, menudo rollo. El autor ha podido tener más talento y más misericordia del lector y haberla dejado en 300 páginas mejor contadas.

domingo, 10 de abril de 2016

Vengo de dar un paseo hasta la estación con mi novia y una amiga. Hemos hablado de Londres y de Madrid. En Londres, ha dicho esta amiga, el imaginario social es distinto, es más agreste. A mí me gusta la gente que dice "imaginario social", se ve que lee y ha estudiado y le gusta explicar las cosas con palabras precisas.
Yo he dicho a esta chica que al ciudadano Smith no le ves en Londres. Ves más la inmigración. En Londres van comiendo por la calle, otra característica, junto con las prisas, que lo hacen odioso.
Luego hemos hablado de que los gobernantes quieren aplicar el huso horario de Greenwich a España y esta amiga estaba en contra. A mí tampoco me gustan los cambios y si es para peor, menos.
Luego nos hemos mojado un porrón y hemos venido prácticamente a la carrera a casa.
La gente ha de expresarse con precisión y soltura y se le será agradecido. No como la gente del botellín a la puerta de los bares, que lo que hablan y cómo lo hablan está casi de más.
La soledad es una experiencia límite como un fracaso, como una enfermedad. La soledad es una enfermedad en sí misma. Estar solo cuando perteneces a un grupo es una experiencia frustrante. Estar solo por las calles, en tu casa, no tener a nadie con quién hablar es penoso, lacerante, exasperante.
La soledad crea daños cardiovasculares graves. La soledad querida es buena pero la soledad obligada es asquerosa.
Otra cosa es no tener nada que hacer cuando uno tiene un espíritu creativo o no puede parar sin hacer nada. Ese es otro problema. A lo mejor hay horas que se extienden ante uno sin poder llenarlas de otra cosa que aburrimiento por una falta de planificación.
Una cosa es la soledad y la otra el aburrimiento pero a veces se dan la mano pues una lleva a la otra.
Es mejor la soledad que nos permite crear algo bonito como un cuadro o una novela que estar solo porque no queremos la compañía de nadie, nos negamos al otro o las circunstancias vitales nos han conducido a eso, a estar solos.

lunes, 4 de abril de 2016

Nada ocurre sin su consecuencia. Si llueve, nos mojamos. Si hace calor, sudamos. Si nos imponen algo por la fuerza, sentimos miedo. Si nos mienten, dudamos de esa persona mentirosa. Y así, con la duda, con el miedo al imponente que no pide perdón por el avasallamiento del que hemos sido objeto vamos avanzando pero mal. No queremos hablar delante del imponente por si nos impone un nuevo dolor. No queremos hablar abiertamente con el mentiroso porque no queremos que nos mienta otra vez.
No hacemos preguntas, no hablamos de nosotros mismos porque ya le hemos cogido miedo a la mentira desvergonzada o a la imposición que no conoce la palabra perdón.
Sabemos que todos son unos bestias que no saben lo que hacen pero sí sabemos que pueden hacernos mucho daño.
Daño del que ellos se ríen a sus anchas en sus cínicas casas de bestias que dicen saberlo todo. Y los que mienten no creen nunca que los demás les van a tratar con duda y rencor. Pero sí: serán tratados con las sombra de la duda ya para siempre jamás porque son unos bestias, no personas humanas de las que poder fiarse.
Al orgullo mentiroso, mostrar desafecto si uno no es orgulloso. A la falta de humildad que va en contra de la verdad, mostrar desafecto.
Hay gente que no da su brazo a torcer, que no asume su responsabilidad, que nunca se siente culpable de algo. No encontrará más que un desdén por parte de la gente que la rodea que no sabe ser orgullosa.
El desafecto es una terapia para aquellas personas que no asumen la verdad porque la revisten con su orgullo. Saben más que nadie, nunca cometen errores, se hacen la víctimas de todo. La receta es clara: desafecto, tibio querer, no ofrecerles cariño que no merecen.
La gente así se escuda en mentiras y artificios retóricos para no asumir la verdad. La verdad es que ellos son culpable de algo que no se atreven a hacer frente y declarar abiertamente. Pues bien: caiga la indiferencia sobre ellos hasta que no se den cuenta de que han fallado, de que lo han hecho mal. Ni una palabra bonita, ni un piropo, ni nada que encima les haga pensar que se les aprecia. Porque no se puede apreciar a un mentiroso con orgullo, a uno que le falta la humildad de decir la verdad. A mí me gusta la verdad más que las personas que la dicen. Los mentirosos me asquean. Los orgullosos me repelen y los orgullosos mentirosos me dan una especie de pena y asco.

domingo, 3 de abril de 2016

Hay nieve en las montañas. Hay incordios que duran siempre. La nieve se derrite. Hay mucho dolor escondido que no aflora convenientemente y crea otro dolor aun más viejo y molesto.
La verdad es que deberíamos todos hacer un esfuerzo por no hacernos daño, sobre todo, no hacernos daño, si no nos queremos.
He estado leyendo a Gracián. Dice que no hay que perder la cortesía nunca para alcanzar la prudencia y el poder, de paso.
Es muy difícil para un asno alcanzar cierta cortesía pero no debería ser tan difícil alcanzar cierto grado de cortesía a los que tenemos dos dedos de frente. Eso nos enseñaban en la escuela: a dar las gracias, a saludar amablemente, etc. Aunque comprendo que pasan por la escuela todo tipo de gente: incluso aquella gente que se cree que sabe más que el profesor. O que sabe ya demasiado para estar en la escuela.
Bueno, yo solo digo que no hay que cortar a la gente cuando habla porque crea distorsión conversacional. Tampoco hay que sacar la lengua a paseo insultando gratuitamente porque nada es gratuito bajo el sol.