martes, 31 de enero de 2017

La vida es tan corta que da mucho miedo pensar que es tan corta. Yo tengo 47 años, no estoy casado, no tengo hijos. A lo  mejor, todo lo mejor de mi vida ya me ha pasado y lo que me queda es una larga decadencia hasta el final. Por eso tengo ganas de comerme una mariscada o de ir a algún sitio paradisiaco para probar el paraíso en la Tierra.
Mis hijos que no tengo no me hacen viejo, no los veo crecer. La mujer que yo quiero no está en mi mapa vital, está por aparecer o no aparecerá ya nunca. No sé si me compensaría otra mujer después de haber estado con una que me ha complicado la vida.
Aspiraciones literarias sí que tengo pero las historias que yo escribo no están a la altura de las grandes composiciones aunque yo he visto películas y he leído libros con menos fuste que los que escribo.
Quizás la vida se trate de ir pasando páginas a ver si en alguna aparece algo que nos cambie la misma vida. Pero no. La vida es un ir frente a no sé qué que se parece al tiempo que pasa y que si no lo atrapas, no eres feliz.
La pena es que en la vida se nos escapan muchas cosas irrecuperables y ahí está lo verdaderamente doloroso.

Si has dicho que no, sigue tu camino.

sábado, 28 de enero de 2017

Después de leídas las noticias de los dos diarios principales, con Trump como protagonista, voy a pensar qué es mi vida actual. Mi vida actual es levantarme a las diez, pasar un tiempo con el ordenador, luego ir a la compra y hacer la comida. Eso ya lo he dicho antes.
Mi vida ideal sería coger un autobús e irme a un sitio con mar, pasear por la playa descalzo y comer pescaíto frito en un bar. Pero eso tampoco es posible porque estoy atado a una rutina y la rutina es tan pegadiza que me tiene sujeto aquí, en la meseta fría sin mar.
Febrero ya no es tan frío como el primer mes del año.
Ayer vi una película muy interesante de dos monjes que se escapan del convento. Quizás mi vida se parezca a un convento aburrido lleno de oraciones sin fe.
Ayer también leí en un taller literario una historia escrita por mí y ninguno de mis compañeros me dijo que era buena. Antes al contrario, me dijo que "no era interesante, que no pasaba nada especial en esa historia". Debe ser el signo de mi vida, en la que no pasa nada especial ni nada de nada.
Me gustaría crear un personaje que sobresaliera pero mi mente piensa más en personajes simples, sencillos, a los que la vid ales pasa por encima.

 Lo relevante de la vida es hacerla bonita.

jueves, 26 de enero de 2017

Me levanto a las diez y me ducho cada dos días. Paso dos horas frente al ordenador cada mañana. Suelo ver a mis amigos cada martes y miércoles. Hago la comida religiosamente. Hoy toca garbanzos con bacalao. Sigo todas estas normas para que la rutina tenga un cauce que seguir pero sigue siendo rutina. No creo que las demás personas vivan una vida más intensa. La vida en la meseta es ardua como la arena. No espero de la vida nada más que esta melancolía de las horas que pasan. Yo, como soy bipolar, espero la brisa de la euforia pues el hálito maloliente de la tristeza ya lo llevo sintiendo durante mucho tiempo.
Las aceras no dan más que ganas de estar en casa y en casa, las horas se hacen de chicle. Leo libros de la biblioteca que me sumen en un mundo alejado del mío por una semana o dos.
La playa está fría durante el invierno y hay que esperar al verano para desear y cumplir una escapada. Mientras, lo mismo atenaza a la persona que debe no volverse loca de aburrimiento. Todos los días camino seis kilómetros.
Lo mismo es despertarte y ver las noticias en internet, comer y pasar otras dos horas frente al ordenador para ver si tu cabeza pare algún ingenio de palabras.

Si la rutina manda, haz un esfuerzo.

miércoles, 25 de enero de 2017

Estoy asqueado de la vida que llevo. Mi vida se resume en hacer todos los días las mismas cosas y a la misma hora. La gente con la que me relaciono no va mucho más allá. Leer algún libro, si este es bueno, logra que me ausente de esta austeridad vital. A veces, hacer la comida es todo un entretenimiento que me saca de la vulgaridad de ir a un sitio a otro sin ningún sentido. Unas vacaciones me vendrían bien pero hace frío todavía en la playa. Aguanto como puedo toda esta mierda vital y fumo mucho. Fumar me hace olvidar la vida que llevo. La vida que llevan los demás a mí me da igual. No me gusta compararme con nadie ni siento envidia por nadie y me importa un huevo los demás.
Paso de la gente que dice que se lo pasa muy bien y disfruta de sus nietos o de sus hijos o de las cosas sencillas de la vida. Suelen ser unos fatuos que obran de cara a la galería. En el fondo o son tontos o son tan miserables como yo, lo que pasa es que quieren dar una imagen idílica de sí mismos pero son la misma mierda que yo y que todo el mundo.
La mierda de vida que llevo no tiene nada que ver con que yo no tenga trabajo. Si tuviera trabajo seguramente estaría mucho mejor. El que tenga envidia de mí es que es idiota. Hay gente a la que veo que me revuelve las tripas, encima eso. Tengo que aguantar la mierda de vida que llevo y a gentuza que no me merezco.

Si te deprimes, mira las cosas sencillas de la vida.

He intentado hacer una novela larga que me tuviera entretenido por las tardes pero ha sido mayor la preocupación de escribirla que lo que escribía. Me he quedado en la página 50. Luego, he leído esas 50 páginas y todo son impedimentos de la acción, o sea, que aprovecharé para hacer un relato de unas 40 páginas con lo que pueda salvar de esa novela que solo ha sido un intento. Todas las páginas web que hablan de las novelas y cómo hacerlas dicen que lo mejor es escribir de lo que sepas para no liarte y yo he empezado a liarme con escribir cosas de las que no sabía. Tenía que documentarme para hacer esta novela demasiado y por lo tanto, estaba perdido. De modo que no volveré a hacer una novela sobre algo que no conozca porque a mí eso de documentarme me pone malo.
Estoy pensando en otra novela que tenga que ver con un joven de barrio que no triunfa en la vida pero que se manifiesta satisfecho con lo que ha obtenido. Pondré alguna reflexión de este chico de barrio para manifestar yo, como narrador, lo que pienso de la vida y cómo me ha tratado.
"El tedio" de Moravia me sirve de inspiración en el lenguaje y en el avance de la acción. No sé por qué esa novela de Moravia se llama el tedio porque es bastante entretenido lo que cuenta.

Si no te sale una cosa, te saldrá otra.

Cuando se está bajo de tono vital o deprimido es bueno adoptar una disciplina horaria en tu vida que no haga necesario pensar qué vas a hacer en los momentos siguientes. Ir al trabajo se convierte entonces en una forma de orientar tu vida de forma efectiva.
Y pasar unas horas haciendo lo que sea, te distrae de tu depresión hasta que llegas a casa y ya debes tener resuelto qué vas a hacer en esos momentos: dar un paseo, escribir, leer o simplemente, ver la televisión. Así es más fácil pasar el día hasta que se te vaya la depresión y puedas entonces improvisar cosas como los buenos actores hacen cuando tienen un papel fácil por delante.
De todas maneras, cuando estás deprimido, no estás en la onda de los demás, estás como ausente y por eso hace falta premeditar qué vas a hacer y no dejarlo al albur porque si no, tu vida es más desordenada de lo normal y acaba en un desastre.
Así pasan unos días que pareces un robot con unas rutinas impuestas por ti mismo pero que son necesarias para que la depresión no haga que se desboque el desorden de tu vida.
Y es bueno también en estos casos, llevar un diario aunque los días sean igual de planos y aburridos. A lo mejor, en ese diario descubres algo que no se te pasaba por la cabeza y es básico para remediar la depre. Además, escribir lo que nos pasa es terapéutico.

Si estás deprimido, sigue un orden.


martes, 24 de enero de 2017

Hace un rato que me he levantado. He leído la prensa digital y no he visto noticia que me atañera. Hoy es un día para poder escribir mis historias. Mis historias no cuentan nada extraordinario. Son reflejo de la vida diaria. Ya quisiera yo que la vida diaria fuera extraordinaria y poderla contar. La vida, sin embargo sigue unos cauces muy normalitos y sencillos. Lo único que altera la vida diaria es el estrés, esa tensión que existe cuando lo que tú quieres y a lo que te obliga la vida es muy diferente. Lo que tú quieres es estar tumbado la mayor parte del tiempo para no sufrir y a lo que la vida te obliga es a trabajar.
Pero yo soy un caso excepcional. Excepcional, no privilegiado. Yo no trabajo. Yo no me levanto a las 7 de la mañana ya con el estrés pegado al cuerpo sino que me levanto a las diez, después de haber descansado ampliamente.
Me gustaría coger el tren e ir a algún sitio donde cantaran las aves y se oyera el rumor de las hojas de los árboles. Ese sitio sería primavera. Aún no ha llegado.
Me gustaría levantarme por las mañanas y escribir durante todas las horas epopeyas del obrero y amores del electricista pero no me levanto para eso sino para intentar saber de qué debo escribir y nunca me sale nada.

Apura el día, larga es la noche.


lunes, 23 de enero de 2017

Me pregunto estos días qué sentido tiene escribir historias. No estoy por la labor de inventar. El que escribe para que le den un reconocimiento se equivoca pero el que escribe para sí mismo puede que también se equivoque.
Si algo vale lo que yo escribo, debería valer para los demás, que los demás también disfrutasen de algo con valor.
Por eso, todo lo que yo escribo cae en saco roto pues no lo lee nadie. Mis invenciones no cruzan la frontera de mí mismo.
Psicológicamente, eso me afecta y por eso ya no tengo ganas de escribir, ya no me gusta que todo caiga en el vacío.
Pero no me queda otra que seguir escribiendo pues no veo otra alternativa a mis horas libres.
Si alguna vez lograra ganar un premio literario a mí tampoco me afectaría demasiado, no lo vería como un logro.
A mí lo que me gustaría es tener la idea de que soy escritor y me gano la vida de ello.
Pero como me gano la vida de otro modo (soy pensionista) lo de escribir lo tomo como un hobby que a veces me agobia porque me satura, me cansa, me aburre y no  me sale ni una línea.
Me ha dicho un amigo que espere a tener inspiración. Eso haré. Mientras, escribiré en este blog reflexiones como esta.

Ponte a escribir y verás un misterio.

Hay veces que nos preguntamos por el sentido de nuestras vidas. Yo creo que también lo hacemos cuando nos va bien en la vida. La vida de un triunfador parece que está llena de sentido pero tampoco es así. ¿Por qué pasa eso? Yo creo que es porque el ser humano es contingente desde que nace. Si existiera Dios (lo pongo en condicional porque no tenemos ninguna prueba de su existencia) sería el único ser que no ha necesitado de nadie para existir y cuya existencia no depende de nada ni de nadie. El ser humano es un continuo hacerse, es un continuo juguete del azar.
El ser humano se relaciona con otros seres inevitablemente y eso le lleva a dependencias, agitaciones y preocupaciones de todo tipo. Además, el ser humano sabe que sufrirá enfermedades, sabe que es débil y en última instancia, el ser humano sabe que morirá. No somos libres de elegir nuestro destino pues el destino nos sobrevuela, diciendo qué seremos o qué no seremos en el futuro.
No somos libres, pues, no nos hemos creado a nosotros mismos sino que hemos llegado al mundo en el seno de una familia que nos moldeará y luego vamos conociendo gente que nos creará dependencias. Otras dependencias son los hábitos que tomemos en esta vida (alcohol, tabaco), queridas sustancias que también nos harán más débiles pues toda dependencia nos hace más tristes.



Échate al mundo y el mundo te dirá quién eres.
 

sábado, 21 de enero de 2017

Las ocurrencias que aquí escribo me sirven para entrar en calor al iniciar las dos horas que van hasta las seis de la tarde que las empleo en escribir algún relato, alguna historia que merezca la pena.
Ayer estuve en un Taller literario de una academia. No estuvo mal del todo pero los compañeros que tengo no son de mi cuerda. Son jovencitos excepto una persona mayor. No tengo ninguna afinidad con ellos. Escriben de monos gigantes y de túneles de horror. No creo que dure yo mucho en ese taller.
El profesor es bueno. Nos mostró el test de Proust que yo no sabía nada de él. Nos aconsejó que hiciéramos fichas de los personajes y nos regaló una libreta para apuntar ocurrencias.
Leyeron escritos de algunos de los alumnos. A mí no me gustaron mucho las historias que contaron.
En fin, ya visto el percal, estaré un mes y me borraré. Nos ha mandado tarea el profesor: definir un personaje.

Últimamente, estoy un poco descentrado. No me creo mi propia vida
La vida que me está tocando vivir estos días no me mola. Si pudiera cambiarla por otra, lo haría de grado. En fin, a ver si vienen mejores épocas para celebrarlas viviendo un poco más feliz.

No te gusta lo que vives, pero lo vives.



viernes, 20 de enero de 2017

La vida es eso que nos va ocurriendo mientras hacemos planes. Hay gente que no hace planes, entonces, disfrutan doblemente de la vida. Con ello quiero decir que es mejor vivir la vida de un modo inconsciente, como lo hacen los niños.
Lo peor de mi infancia es que es pasado y que no ha dejado huella en mí. Yo ya no he vuelto a ser el niño que fui ni en uno de sus rasgos.
La pena de hacer planes es que siempre suelen fallar, nunca son como habíamos planeado totalmente. Así, aquel al que le gusta siempre estar proyectando en el futuro, se queda sin presente y su futuro no le acaba de gustar cuando se hace presente.
Yo, cuando trabajé de profesor, le debo a la inconsciencia de lo que hacía en el aula el 100 por 100 de mi éxito porque si me hubiera dado cuenta de la transcendencia o importancia que tenía aquello o de la importancia que le hubiera dado yo al hecho de explicar cosas a unos alumnos me habría agobiado de tal modo que dar una sola clase hubiera sido un infierno.
Por eso, hagámonos los ciegos al ir andando y así no nos asustarán los obstáculos o la fealdad de las calles y de las gentes que veríamos al andar.

Haz las cosas con sencilla candidez o no las hagas.

jueves, 19 de enero de 2017

Entre lo que escribo y lo que he escrito y lo que podría ser revisado para una posible publicación que siempre descarto, tengo el cajón lleno de historias. No sé si son historias atrayentes o le regatean a lo literario su condición. Pero las he escrito yo y he perdido un tiempo haciéndolo. Yo no soy buen escritor pero escribir me distrae y me llena de un contento más o menos satisfactorio. Nadie lee lo que yo escribo excepto mi hermano y siempre dice que es mala toda mi ficción.
Yo no escribo de guerras ni de aventuras. Pero creo que soy demasiado ramplón en el estilo. Mi estilo no llega, no transmite, no es especial. Da igual, con mi estilo llego adonde quiero llegar que es a un limbo de tardes en que me siento delante del ordenador sin aspirar a más que emborronar un documento Word.

Yo me pregunto mucho qué es escribir así como el herrero se preguntaría más de una vez sobre al invento de las herraduras y así, en una correlación existencial, todos nos preguntamos por el sentido de lo que hacemos más de una vez. Escribir, para mí, es pasar un rato agradable contando cosas.

Si sabes quién eres, eres como Dios.

Como llevo una vida laxa en que todas son horas no obligatorias, pues he conseguido hacerme un horario. Por la mañana voy a comprar el pan y a ver a mis padres. Luego cocino lo poco que sé cocinar. Como. Me echo la siesta que no es siesta sino estar tumbado un rato. Luego, de 4 a 6, escribo todo lo que puedo y procuro no agobiarme por si es poco o mucho. Solo deseo que lo que escribo fluya como un río tranquilo.

A las 6 me tomo una cerveza en la calle, sin amigos, sin gente, yo solo, a modo de termómetro humano que toma la temperatura a la tarde y a partir de las 7 me pongo a leer el libro que haya sacado de la biblioteca, sea este malo o bueno, todo alimenta.

Yo le digo a mi hermano que con esta vida que llevamos algo nos va a pasar y ni yo sé qué será lo que nos pase pero la envidia es muy mala y el vivir regalado trae factura.

En fin, la vida que llevo la desearía mucha gente pero nadie quiere ser enfermo crónico y nadie se ha tirado 20 años dando clase ni estudiando para sacarse una oposición y a nadie le gusta estar abstemio y no probar ni gota de alcohol ni drogas.

La suerte es muy relativa. Y muy puta.


A lo mejor, en la selva, rodeado de ruidos de la naturaleza, que no son artificiales ni humanos, comiendo el alimento que da la propia naturaleza, que no es ni cocinado ni sujeto a experimentación, totalmente desnudo porque la temperatura es cálida y única, uno se sienta como si fuera el primer humano de la creación. Y estando así no se le ocurrirían poesías ni cosas demasiado alambicadas sino que uno pasaría el tiempo observando, dando más trabajo a la vista y al oído que a la lengua, tratando de conservar las energías tumbado o cogiendo frutos para luego comerlos.
Y no como aquí, en este mundo urbanita y lleno de aparatos a los que hay que contestar, amigos y conocidos a los que hay que tratar, edificios en los que hay que entrar, puertas y escaleras que hay que abrir y cerrar y subir y bajar.
Es agotador pensarlo, las fuerzas que derrochamos en algo tan banal como atender relaciones sociales que según esta sociedad no debemos sobrevalorar ya que la gente es tóxica y mala, las necesidades que nos crean las marcas comerciales a cada minuto, casi a cada segundo: compre, compre, compre.
Tampoco hace falta vivir en la selva. De mi pueblo sale un camino que conduce a un encinar. Allí, debajo de una encina, echando un cigarrillo, no hay famosos, no hay cosas que comprar, no hay gente a la que decir hola. Solo hay el ruido del encinar.

Beatus ille.



Mi hermano está viendo el telediario y salen en él una serie de celebridades a las que yo no sigo. No sé quién es Jennifer López ni tantos otros que se reúnen para darse premios y agradecerse vivir en el mismo mundo de famosos. Luego vienen los deportistas, siempre los mismos. Siempre ganan los mismos. Siempre las mismas caras diciendo lo mismo como un puré que hay que tragar todos los días. El telediario es una imagen de cómo está montado este mundo de jerarquizado y divinizado. Los dioses y los fans forman un grupo selecto de idiotas que se escuchan los halagos como si fueran un ego que hay que alimentar constantemente.
El día que en el telediario pongan la historia de un vecino de Villaverde y le ensalcen por ser una persona normal, esa será una verdadera noticia que dé ejemplo a los demás por lo auténtico y verídico y no esas caras de cartón que casi dan miedo ya de lo repetidas y empalagosas.

Yo me voy a dedicar a escribir unas horas a ver qué resultado obtengo. Últimamente no me fío de mi imaginación roma, de mi estilo farragoso y pedestre y de mi capacidad para crear ni siquiera la vida de un ratón.

La fama acompaña al prodigio, pero no lo hace.

miércoles, 18 de enero de 2017

Suena la radio. Afuera hace frío. Voy a hablar de las relaciones sociales que hay ahora en mi entorno. Lo hago desde mis 47 años y mi circunstancia. A los 47 años la gente está casada y ha tenido al menos un hijo. Las relaciones se pierden porque se vive en familia. Se acaba la juerga si quieres ser un buen padre que no llega a las 7 de la mañana a casa, borracho perdido. Yo he perdido muchas amistades que se han casado y que hace 20 años nos divertíamos en la plaza o en el bar, con el fútbol o con cualquier otro evento. Yo no estoy casado ni tengo hijos. Soy, según un refrán español, un borrico. Vivo con mi hermano gemelo en un piso.

Las relaciones personales se están perdiendo. La amistad es un valor que no está en alza. Hay un individualismo atroz que hace que la gente salga del trabajo y se dirija a casa como un borrego feliz, con la misión cumplida.
Las amistades son difíciles de hacer. Dicen que el amigo debe ser antiguo pero no lo creo; el amigo puede surgir en cualquier edad, no tiene que provenir del pasado.
Los amigos no deben dejar sombra de sospecha. A las amistades de hoy en día les ronda el calificativo de tóxicas y es mejor no intentar ser amigo de nadie porque ese amigo se va a aprovechar de ti. Hay mucha literatura mala sobre la toxicidad de la gente.

La amistad verdadera hace que mejoremos, que intentemos ser cada vez mejores amigos de nuestros amigos pero eso creo que está ya obsoleto, perdido de vista.

A mi me gusta la amistad, es en las cosas que más creo al no creer en el matrimonio. Pero no hay amigos, no lo fomenta esta sociedad de mulas con orejeras.

Un individuo solo es un aburrimiento constante.

Voy a escribir a bote pronto lo que me sugiere el trabajo; o sea el concepto de trabajo y lo que yo entiendo por trabajo. Trabajo, en español, deriva de la palabra latina "tripalium" que era una especie de cepo para herrar bestias pero también era un instrumento de tortura. Si los españoles hemos elegido esa palabra como sinónimo de "actividad remunerada" o algo así es porque la psicología del español asocia el trabajo a una tortura. Habría que ver de qué palabra deriva "work", trabajo en inglés. Lo he mirado en internet y su origen es más neutro que el origen del término español. Deriva de palabras germánicas que quieren decir "hacer" o "poner en movimiento". El trabajador inglés, por lo tanto, no tiene tantos prejuicios sobre el trabajo sino que lo ve como algo más llevadero, etimológicamente hablando o psicológicamente, a la hora de elegir este término para designar algo que nos define y al que dedicamos gran parte de nuestra vida.
Yo he oído mucho hablar de trabajo a mis padres y siempre me los imagino en sus mocedades segando, haciendo pan, trabajando con las bestias, etc. Eso sí me parece trabajo. Como tanto me han contado sobre el trabajo, trabajo agrícola duro en el que hay que agachar el lomo repetidamente, pues todo el trabajo que veo realizar hoy en día me parece una bagatela. Yo veo barrenderos que manejan un cepillo y una pala, obreros que cargan con carretillas y hacen cemento ayudados por una máquina en alguna obra de una comunidad y casi que paro de contar lo que es trabajo para mí, trabajo manual, físico.
Por contra, veo mucho oficinista con corbata. Veo mucho trabajo de oficina. Papeles, llamadas, citas, operaciones. Eso es un gran rompecabezas para la gente pues ese trabajo de cara al público en muchos casos, da mucho estrés y mala sangre que se va acumulando.
Yo puedo hablar de mi trabajo de profesor de secundaria. Es bastante bonito si se sabe estimular a los alumnos para que sean uno solo en el aula y funcionen motivados y con deseos de aprender.
No hablo más del trabajo. Tiene mala fama en España porque tenemos fama de indolentes y faltos de rigor y de que aquí, en esta nación siempre hay algo en obras que no se acaban.
En fin. El trabajo es lo que nos da de comer y todos deberíamos reverenciarlo de algún modo en vez de despreciarlo como hacemos.


El trabajo bien entendido deja tiempo al reposo.

Intentaba escribir una novela de un jubilado que se dejaba obnubilar por una parada de autobús. Pero a la hora de contar el pasado de ese jubilado me he tenido que documentar sobre la historia de los años que van desde el final de la guerra civil hasta la muerte de Franco (años 40-70). Me he enterado de muchas cosas por medio de internet y también por medio de una novela de Benjamín Prado que se titula "Mala gente que camina".

La crueldad que aplicaron los vencedores de la guerra civil es asquerosa y la acción llevada a cabo por sectores como la Falange es también digna del vómito.

Y me ponía malo cada vez que leía cosas sobre la posguerra española. Franco es un figura detestable de nuestra historia.

Todo eso está más o menos olvidado de la memoria colectiva de los españoles. Nadie quiere saber nada de cosas como los paseos, la Falange, la sección femenina, el racionamiento, los presos, los campos de concentración, la censura,  la represión brutal, etc.
Por eso era tan difícil contar la vida de un jubilado pues hasta la gente que vivió esa época (mis padres) no fueron conscientes de la crueldad que se vivió en ella.

Así que lo he dejado porque no estaba yo tranquilo estos días pensando en esa maldita novela en formación; es más, estaba intranquilo  porque no avanzaba lo suficiente.

Y lo malo es que he leído las 50 páginas que llevaba escritas y la historia es muy mala, llena de reflexiones absurdas y poco aliciente narrativo para el lector.
Así que lo he dejado y ahora voy a tratar de escribir algo intemporal que no me haga esforzarme en estudiar una época o documentarme excesivamente y nunca llegue yo a entender esa época (pues creo que las épocas del fascismo (locos al poder), es bastante difícil de entender por eso, porque estaba lleno de locos con ansias de poder.

El pasado no se entiende nunca del todo.



martes, 17 de enero de 2017

Ir de Majadahonda a Aranjuez es fácil. Divertirse una vez llegado a esa real ciudad es otra cosa. Ir de Majadahonda a Oporto es fácil, hay una carretera que las une. Divertirse una vez allí es lo difícil. Porque no todo es cantar y bailar en esta vida. A veces te rodeas de papanatas que te estropean las vacaciones o la excursión.
Yo me pregunto muchas veces si a cierta edad como la mía o en determinados ambientes como en el que yo vivo o determinados modos de vida como son los habituales en ciertos momentos o lugares la diversión esta vedada.
Hay estúpidos que no dejan a las personas razonables llevar una vida más o manos excitante, con alguna distracción divertida en su vida, como pueda ser bailar o reírse de algún chiste despreocupadamente.
Hay ciertas relaciones que son tóxicas y te atrapan en una red inmunda a modo de telaraña que te tapa los ojos y ya no te deja ver más allá. Y te amargan el momento, que suele ser muy largo.
Esperando que surjan otro tipo de relaciones puedes esperar un montón y no aparecen pero el consuelo es que en tu soledad no tienes que compartir las sandeces de ciertas personas que son bobas y malas por naturaleza.

Hay personas y personas.

María era una chica que deseaba cumplir sus sueños en esta tierra árida y desagradecida aunque le costara ello muchos esfuerzos y muchos sacrificios. Quería a alguien que la quisiera. Eso era primordial. Encontró en Felipe un amor incondicional ya que la personalidad de María era de aquellas que arrollaban con la mirada y hacía adeptos como rosquillas.
Después quiso tener un hijo. Y lo tuvo. Un hijo rollizo e inteligente que salió  a la madre. Y luego una hija. Y otro hijo. Todos se los hizo su Felipe, que estaba detrás de ella para lo que se ofreciera.
Y así continuó su vida hasta que María deseó ser famosa, quiso notoriedad en esta tierra árida y desagradecida. Y cantó unas canciones en un festival mediterráneo. Desafinó. Pero todos pudieron ver de qué pasta estaba hecha esta mujer, una pasta especial dominadora y ágil de mente que igual cantaba que comía con unos potentados dejando ver sus encantos por un escote de vértigo.
Y se separó de Felipe pues ya era alguien de quien podía prescindir y se casó con el conde de tal.
Y salió en todas las portadas de las revistas una y otra vez hasta el desastre final: se cayó en la bañera empujada por sus excesos y se rompió el cráneo que protegía tan peregrina inteligencia.

Si quieres algo, pídelo.

En carretera, lo pasa uno mal cuando una avería en el coche o un pinchazo nos impide continuar la marcha.
Así pasa al escritor cuando quiere escribir y la imaginación no le permite continuar con la historia.
Se siente entonces fracasado porque esa misma historia está averiada, hay algo en ella que no funciona ni obedece a los mandos de la creación literaria. La historia no es creíble y el escritor lo pasa mal porque no confía en sí mismo.
El trayecto que ha hecho no le convence y lo que le queda por recorrer tampoco contiene mucha fe.
Es como si fuera a un sitio que no le agrada y el recorrido tampoco le está gustando. El paisaje es desangelado y triste. El estilo de la narración no le convence. Es todo desmotivador y feo.
Entonces, ¿qué puede hacer el conductor-escritor? Pues seguir insistiendo y reparar la avería para seguir contando lo que sea hasta que adquiera algún sentido. Ya habrá tiempo para revisar lo que está hecho y darle un  poco de orden.
La vida está hecha de muchos tropiezos y de muchos intentos de hacer algo bonito. En el telediario solo nos ponen los ejemplos de gente triunfadora. Tiene más mérito aquella gente que se ha esforzado por un ideal aunque no haya conseguido logro alguno.

Esfuérzate: así combatirás tu propio desánimo.


Hace días que no me muevo de la ciudad. Hace días que es enero y la gente no sale porque hay crisis y frío y poco dinero en los bolsillos. Hace días que vivir se ha vuelto difícil porque vivir es lo mismo todos los días.

Debo buscar un proyecto literario en el que me embarque y salir airoso de él. La novela que estaba haciendo ha hecho aguas y solo podré sacar de ella un relato de unas cincuenta páginas.

Se me pasó el tiempo en que yo escribía todas las tardes la misma historia larga. Ya no hay historias largas que me cundan para todas las tardes.

Me he metido en una parsimonia perezosa que me tiene acobardado frente a la vida. Puede ser el inicio de una depresión o estado depresivo.
Pero hoy he escrito dos blogs y estoy contento porque llevaba ya muchos días sin escribir ni una línea. Me había prostrado ante la blancura de la página y no me salía nada.
Novela de doscientas páginas: he ahí mi propósito y mi necesidad y mi sentido.

A veces notamos que lo que hacemos no vale.


Noto que cada día me cuesta más sumarme al transcurrir de la jornada. Me quedo en la cama postergando el encuentro con lo que el día puede depararme, que es poco. Estoy en una especie de depresión por rutina, por lo que los psicólogos llaman "taedium vitae".

Y es que a mí, desde que dejé de trabajar de profesor, la vida me ha dejado como a la orilla de todo.

Hoy me he levantado a las diez, he leído las noticias en internet, he escrito algo pero no he hecho nada ni por mí ni por los demás que me parezca meritorio. Eso me tiene en un limbo de inutilidad que me exaspera.

Y dirán que estar cobrando una pensión es un chollo porque te levantas cuando quieras y no tienes horarios. Esa es la trampa, ese es el engaño de no hacer nada, que al final se vuelve contra mí y mi vida se convierte en un desorden.

Yo procuro llenar ese tiempo vacío de horarios y obligaciones con algo: con una novela que escribo, con hacer las cosas de la casa, etc


A mi hermano Paco este ritmo de vida le va bien: no se queja, está tranquilo en este remanso que huele a inactividad y reposo absoluto pero a mí me está matando.
Y esto no se soluciona con hacerme trabajador voluntario de nada porque no lo voy a hacer sino con una planificación que haga relevantes las actividades que lleve a cabo por mi cuenta.

La literatura me puede salvar con proyectos que yo ejecute día a día y que cobren relevancia en el trabajo de cada día. Siempre escribiendo. Por muy absurdo que resulte.


viernes, 13 de enero de 2017

Lo que parecía una distracción se ha vuelto una preocupación. Yo había planeado escribir sobre un jubilado. Lo podía haber hecho de forma abstracta; o sea, sin contar con la historia. Pero me he visto en la obligación de repasar la historia de España desde los años 50 si quería que la historia de mi jubilado tuviera algo de veracidad. Llevo 50 páginas pero es poco. Al mirar en su pasado, este jubilado ve su propia historia que transcurrió en la España franquista.

Miro en internet y todo lo que hay es sobre política. No hay nada sobre vida cotidiana de aquellos años. Me he leído un libro sobre Franco. Otro sobre la posguerra pero me estoy desesperando porque no encuentro libros que hablen de la cotidianidad de aquellos tiempos del Auxilio Social, el estraperlo y luego, el desarrollismo y todas esas cosas que tuvo el franquismo.

Por un lado, me gusta el reto de escribir sobre algo que no conozco (los años de Franco) pero por otro, me desespero de no encontrar nada que no tenga que ver con la dichosa política.
Desde los 50 a los años 70 yo casi no sé nada. Cómo se vestía, cómo se divertía la gente, cómo eran los escritores o los jóvenes con relación con los viejos, etc.

He leído un libro de Benjamín Prado que me ha venido muy bien. Se llama "Mala gente que camina" y que va de los hijos raptados por la alta sociedad a las presas republicanas. Habla mucho de esa época.
Espero encontrar cosas sobre esa época y así poder avanzar en mi novela. Mis padres me dicen cosas de aquella época pero no de forma muy organizada.

sábado, 7 de enero de 2017

Por fin voy a inaugurar este 2017 en este blog. Tampoco es para tanto. Unas líneas para decir que me encuentro un poco aturdido en lo sentimental porque la chica que me gustaba ya no me gusta.
A ver qué nos trae este año.
La puerta está abierta a novedades jugosas como un jamón cocido.
Ayer murió Ricardo Piglia, del que leí unas líneas. Era un buen narrador. Tuvo que huir por sus ideas.
Hoy hace frío aunque luzca el sol. Parece una metáfora (el clima) de lo que será el 2017. Lucirá el sol pero yo estaré frío.
La vida nos da y nos quita, la vida es buena a veces y otras nos acerca el lamento más doloroso.
No sé si iré al pueblo algún día, a ver cómo está pero los últimos acontecimientos (crisis, fallecimientos...) le han dejado tiritando.
Lo mejor es ir día a día como si fueran matas. Los cazadores van mata a mata, a ver de cuál mata surge la pieza a cobrar. Y pateando el campo, por lo menos das un paseo si no matas.
Las manos se me están que dando heladas, así que dejo de escribir y espero que a todo el mundo que me lee, le vaya bien este año y reciba muchas alegrías de él.

Espera cosas, pero no sentado.