lunes, 22 de julio de 2019

He venido tarde de pasear y solo he visto la intervención en la tele de Abascal, el de Vox. Luego, SZ ha contestado sin contestar, ha hecho un réplica ya traída de casa. Y Abascal no ha dicho ninguna mentira: a Maura le amenazaron de muerte los socialistas en el congreso y uno de las juventudes socialistas casi se le carga.
Luego ha dicho que los socialistas mataron a Calvo Sotelo (y también querían cargarse a Robles) y es verdad. Precisamente fue la escolta de Indalecio Prieto, dirigente socialista, la que se lo cargó. A esto SZ se ha puesto de perfil y ha dicho vaguedades pero tanto que presumen de memoria histórica ya es hora de que se lean la Historia con mayúsculas de una puta vez como yo me la he leído.
Yo creo que al PSOE le vota mucho ignorante de la Historia porque si supieran que fue el PSOE el que detonó la guerra civil y no ese cuento que cuentan, no le votarían tan alegremente.
Matar a Calvo Sotelo, líder de la derecha, provocó la guerra civil.
Es como lo de Lorca: yo he leído en alguna parte que tenía unos primos que le envidiaban pero es más heroico decir que le mató Franco.
Y así, suma y sigue. La izquierda siempre con sus mentiras y no dando la cara, sino metiendo más mierda y confusión a la gente y tergiversando todo.
Como ha dicho Abascal después: "me apiado de usted". Con razón. Porque con mentiras e inventos no se llega muy lejos y encima estás como a disgusto.

SZ: otro que sigue la corriente del PSOE.
Ayer vine del pueblo. Fui por las circunstancias de unos dominantes y por la flaqueza de mis padres ya mayores. He tenido que venir por cuestiones sanitarias. Aquí hay más tranquilidad. Yo observo que en el pueblo se pasan algunos las horas comiendo y bebiendo, comiendo y bebiendo: cerveza y pinchos al desayuno; cerveza y pinchos al aperitivo; cerveza y pinchos por la tarde y a la una de la madrugada, más cerveza y pinchos. Hay algunos que se pueden echar a rodar. En el pueblo yo no encajo bien pues en el pueblo se piensa que el que estudia se vuelve tonto.
Otra cosa de que me he dado cuenta es de lo pijos que son en el pueblo: tienen dos o tres coches a la puerta, van en coche a todos sitios, visten ropa de marca (Lacoste y todo eso). Lo que casi ya no veo en Majadahonda, lo veo en el pueblo en cuestión de pijerío. Los niños tienen muchos aparatos para rodar (patinetes, etc.), tienen tres o cuatro bicicletas con las que no van a ningún lado...
Me dicen que en la plaza hacen eso de mancharse con polvos de colores. Eso no lo hay ni en Majadahonda. Me sorprende el pueblo por lo avanzado que está. Sí, está tan avanzado que da pena.

domingo, 21 de julio de 2019

Cuando murió Franco y poco después llegó la democracia, todos los políticos miraron a ver las cuentas de ese régimen dictatorial. No encontraron nada. Los distintos gobiernos de Franco no robaron ni un duro a los españoles. Entonces llegó el PSOE y con el PSOE, desde el primer día del gobierno, empezó el GAL y empezó la puta corrupción y los ladrones por todos los sitios. Salieron casos para aburrir. El que más sonó al principio fue el caso Guerra, del hermanísimo de Alfonso. Hay un chiste que dice: "mira: un barco de guerra" y se responde: "¿De Juan o de Alfonso?". Pero no veas cómo cundió el ladronicio con el PSOE. Eso sí, el que tenía carnet, vengan prebendas y beneficios. Se dialogó con Eta mientras el GAL de Mortadelo y Filemón secuestraba a Segundo Marey y torturaba. Se dialogó con Puyol y empezó el rollo catalán que llega a nuestro días. El socialismo asqueroso de impuestos y subsidios colapsó, menos en Andalucía y ahora vemos la cochambre que significó el socialismo en esa comunidad. El socialismo español, fundado por un ignorante y que nos llevó a la guerra civil, no dijo ni mu durante la dictadura de Franco sino que sus dirigentes medraron y estudiaron a la verita del dictador. Este socialismo de pacotilla es el que hay en España. Lo que pasa es que la gente que se quiere enterar de las cosas leyendo historia de España y no viendo los telediarios basura del socialismo ya sabe la verdad. Los que votan al socialismo votan la limosna, el subsidio, la ayuda, la prebenda y el amiguismo. Luego vino Aznar y hubo más corrupción pero el que inventó el gobierno totalmente corrupto, que llegaba a todas las instituciones fue el PSOE y así se quedó en Andalucía. Socialista de corazón, dicen. Alí Babá habría que decir. Luego llegó Zp. Y con el derroche que hizo gala, no hacía falta corrupción. Es que Zp se gastó todo el dinero de los españoles en siete años. Luego vino Rajoy y no sé si hubo corrupción en dos legislaturas pero la corrupción de la época de Aznar le pasó factura y le echaron. Rajoy no supo llevar el vendaval de mierda que había creado Zp. Zp casi destroza España él solo cediendo ante Eta y los catalanistas.
Y ya no hay Eta militar, pero hay Eta político por todas partes. Por culpa de Zp.
Y después de que Rajoy hiciese lo que pudiese para pagar las facturas y quedarse como un tonto viéndolas venir en vez de haber encarcelado a Artur Mas, viene este otro, Sz, que es un superviviente de la política, un figurín, un chulo del no es no y del feminismo nazi y la justicia social. No digo que no sea inteligente, digo que solo es inteligente para él y para su partido, no para España. Porque este es zetapedos, otro bandarra subnormal que quiere dividir a los hombres y las mujeres, a los rojos y los fachas, a los ricos y a los pobres y crear "tensión", como hizo el innombrable. Esto va a dar asco en cosa de meses.

jueves, 18 de julio de 2019

Parece que nos vamos al pueblo porque hay una gotera en el piso de abajo de la casa de mis padres y mi madre no aguanta los ruidos de la obra que están haciendo. Nos iremos esta tarde pero no sé a qué hora ni nada. Los 2 fantásticos de mi familia están en plan héroes de la familia salvándonos una vez más de un desastre familiar (una gotera) y se hacen los chulos por que han llamado al seguro, han llamado al fontanero y se han levantado a las 8 de la mañana. Estos sufrimientos me los echan en cara y ayer todo eran prisas porque querían que Paco y yo nos fuéramos deprisa y corriendo al pueblo y "colaboráramos" y volver al otro día de salvarnos a todos de un supuesto caos pero nos meten en un caos todavía más grande. Yo los llamo los dos fantásticos pues mienten, se inventan las cosas, se irritan, se ofenden, se creen que nos están haciendo un favor enorme por llamar a un fontanero y se creen que los demás no sabemos llamar a un seguro y decir que hay una gotera en el piso de abajo. Total. Que están como regaderas.
Al final se ha impuesto que esta tarde nos vayamos al pueblo, porque según mi hermana, "somos totalmente autónomos" mis padres, Paco y yo. Mi hermana dice unas palabras muy sabias porque es muy inteligente, es sabia en el mundo de los sabios pero siempre se tiene que hace su puta voluntad. Ayer lo pasé mal por culpa de mi hermana, una persona de carácter nada empático muy cerca a alguna psicopatía que no está diagnosticada

martes, 16 de julio de 2019

He estado en Soria de vacaciones. Soria es poderosa. Su provincia cuenta con muchos espacios naturales únicos, muy bonitos. La capital está boyante o así lo vi yo. La capital tiene un parque, llamado la alameda de Cervantes, que es precioso. La capital bulle de gente, de ancianos, niños, gente joven por doquier. Hay una población negra numerosa, me parece que de Senegal. He ido a ver la ermita de San Saturio, allá al fondo del Duero. Es preciosa. Me he bañado en el Duero en San Esteban de Gormaz, un baño placentero y lleno de emoción. Creo que Soria está más fuerte que Segovia económicamente. La veo más poderosa que Segovia. Ávila, sin embargo, ha prosperado mucho, se puede decir que Soria y Ávila van a la par en cuanto a industria y relevancia.
EL cañón del río Lobos es impresionante. El Burgo de Osma es impresionante. Hay bastantes cosas impresionantes en Soria. He podido hablar con algunos vejetes en la capital de Soria. Los vejetes eran amables, decidores y graciosos. Me contaron el éxodo de la inmigración que hubo de sorianos. Ahora, esos sorianos dejan lo que han ganado en su tierra y su tierra se enriquece.
Me han estafado en un restaurante. En Calatañazor. Pero eso da igual. Soria es precioso, natural y salvaje.

lunes, 8 de julio de 2019




La novela perfecta



Iba a crear la novela perfecta: De eso estaba seguro. Aportaría a esta novela el lirismo adecuado, la sencillez narrativa, el perfecto modelado de los personajes y un gran tema: el de la desorientación del hombre en el mundo de hoy. Se tomaría su tiempo. Consultó periódicos en la hemeroteca, estuvo documentándose profundamente sobre el modo de vida actual, la violencia en el modo de conducirse entre la gente, la individualidad como estilo de vida, la anomia que se vive en las ciudades, la carencia infantil de modelos a los que seguir, la corrupción en la política mundial, la soberbia, el consumismo, el maquinismo. Todo lo estudió. Su cabeza logró ser un pandemónium de todos los problemas que aquejan al mundo moderno.

Sufrió una depresión severa al estudiar estos temas tan ácidos y asquerosos, pero ya tenía en su haber el modo en que funcionaba el mundo. El dinero, el poder, el materialismo, que él no había conocido más que en sus versiones más tristes, los había documentado miles y miles de veces creándole un asco vital que quería resolver escribiendo esa novela perfecta como una forma de liberación de todo aquello que había contrastado en periódicos, informes, estudios sociológicos, políticos, humanísticos y filosóficos. Se dio cuenta de que vivíamos en una época en que la aniquilación física no existía amén de las guerras pero la aniquilación moral y la dignidad estaban muertas hace mucho tiempo por el imperio de la mentira y del poder malamente diseñado. La democracia, como bien muy apetecible se estaba corrompiendo a marchas forzadas. Los sistemas políticos eran de papel. Todo lo cívico y lo ciudadano se estaba rompiendo en mil añicos por la degradación de los valores humanos. Pensó en escribir la historia de un pobre trabajador que se queda en paro y pone una bomba en la sede del congreso. Después de recuperarse de la depresión que le produjo enterarse de los miles de gusanos que recorrían el cuerpo político y social del mundo en que vivía, empezó así: "el barrio aparentemente tranquilo trabajaba; en las oficinas se tramitaban papeles y un viento del sur agitaba las calles donde los obreros hacían cola en el INEM. Había papelillo que rodaba por la calle e iba a pararse en una ventana a ras del suelo de donde no se volvía a mover. A Julio le acababan de despedir de su trabajo..."

Así continuó una novela llena de rabia y odio, furia y ruido, marginación y resentimiento.

Lo entregó a las editoriales. Nadie quería saber de aquella historia de un loco en paro.

Hasta que la realidad le dio la razón. Un loco en paro puso una bomba en el Congreso de los diputados. Murieron los principales líderes de las formaciones políticas. Otra capa de oportunistas se sucedió a los fallecidos. Las cosas siguieron igual. Nuestro hombre escribió otra historia, empezaba así:

"Yo me crie en un pueblo, un pueblo muy pequeño, donde las cosas y las personas eran cercanas y comprensibles..." Tampoco tuvo éxito pero anunció en ella una revolución social cruenta como una guerra civil y sucedió en la realidad, en un país que estaba en la órbita cultural de las democracias occidentales. La gente le reputó de profeta. Le llamaban el escritor profeta y empezaron a temerlo. ¿Qué escribiría ahora? Escribió sobre un magnicidio en una potencia mundial de primer orden y se produjo más o menos como lo contaba en el libro. ¿Qué sería lo próximo? La gente ya pensaba en la III Guerra Mundial pero el escritor se casó y tuvo un hijo y escribió una célebre novela sobre su paternidad, de una expresividad sublime. Ser padre le había llevado a una especie de mística con la humanidad. Parecía que el escritor profeta se congraciaba con el mundo y no escribía ya más desastres. El escritor profeta perdió a su mujer de un cáncer y su hijo creció. Entonces este hombre se retiró a un monasterio budista y allí tomó conciencia del mundo de un modo particular: vio su destino. Escribió la historia, en 7550 páginas, del fin del mundo. La novela perfecta. Pero tardó mucho en cumplirse y se mofaron de él, aunque las ventas se cuadriplicaron. Fue el nuevo Quijote o la nueva Biblia pues en el libro yacía una sabiduría nueva, la de la Tierra sufriente, la del calor, la de los desastres naturales, la que perdía especies para no volver jamás a tenerlas en su seno, queriéndolas; la de la contaminación y la pobreza de la gente que se arrastraba por un cubo de agua o un kilo de arroz. La del egoísmo humano.

Pero sí ocurrió y escribo este documento desde la luna esperando que la Tierra vuelva a ser habitable, así que pasen 2000 años, según cálculos de la Administración Lunar de la Recuperación Terráquea.

domingo, 7 de julio de 2019

Un hombre iba con prisa al metro. Se cayó. Se levantó. Entró en la boca. Espero en el andén. Seguía teniendo prisa. Una prisa que se le colaba hasta por los huevos. Entró en el vagón. Había mucha gente parada que le dio más prisa. Llegó con prisa al trabajo. Ese día le despidieron. Se le quitó la prisa. Insultó a su mujer cuando llegó a casa. Más tarde se divorció. Ahora no tiene prisa cuando cae la moneda en el gorro.

sábado, 6 de julio de 2019

Hoy he podido regularizar mi vida en este caótico verano que nos asola. Ayer corría cierta brisa por la noche que me permitió dormir bien a pesar de ciertos siesos que meten prisa a la gente y hermanos que les dan la razón. Dormí bien pues. He postergado el primer cigarro de la mañana a las 12 del mediodía y me ha ido mejor. Me he puesto pantalones largos y no me he duchado sin ton ni son como si fuera mi casa un spa de esos de gente guarra.
He ido con mis amigos y he procurado abrir poco la boca y fumar menos. Luego, hemos calentado las lentejas del miércoles y hemos comido tranquilos. Yo, un poco enfadado con mi hermano por dar la razón a gente siesa y tonta.
Mi madre no ha podido dormir. Tiene un gesto cansino que da pena ver. Pero la pobre aguanta como Negrín. Vengo de verla y a mi padre. Hemos charlado. Luego, vengo a casa y pongo antena 3 por lo de la peli. Me trago 20 minutos de publicidad. Es curioso cómo se hace un mercado del calor: helados de todas clases y colores, bebidas igual, vacaciones idílicas, desodorantes y muchos tipos de gilipolleces por el estilo. El verano es un gran negocio. De ahí el dicho de hacer el agosto. No seremos España más que las vacaciones de los alemanes y de los ingleses un año más.
Pero voy al lío: la gente que veía imposible hacer una cosa en invierno y ahora en verano, al hacerla, se rompe los huesos. Los niños que se ahogan en las playas y en las piscinas. La droga que circula a todas horas para euforizar al más tonto de la cuadrilla. En fin, ejemplos hay a montón que demuestran que el verano nos vuelve locos por dos meses y si no te sustraes a esta fuerza estival, pues eso, que acabas con un hueso roto o ahogado en la playa o peor todavía.
El periquito pía en la terraza, señal de que el calor no es excesivo. En Majadahonda se produce un éxodo vacacional más grande que el de los judíos. Los fines de semana, también hay gente que se va a la sierra y nos deja en paz a los que queremos disfrutar de espacio para vivir. La gente se motoriza de una manera escandalosa: coches, trenes, motos, aviones no paran en estas fechas. Ibiza debe ser muy bonito excepto su paisaje humano que es asqueroso.
No tenemos gobierno. Bueno. Lo que yo creo es que Sz tiene en mente la mayoría absoluta. No me cabe duda. Así que iremos a elecciones con viernes sociales por medio.
En fin, han dicho que han hecho la ley para que los jubilados podamos publicar nuestros escritos. Voy a probar a ver. Aunque todo será un lío como una casa como siempre ocurre en España, como lo de Madrid Central. Aquí no nos ponemos de acuerdo ni para ir a mear.
La peli de antena 3 era de un matrimonio mal avenido. A mí eso me suda la polla.

El verano. Esa montaña rusa de emociones calurosas.

martes, 2 de julio de 2019

Mi sistema entérico, ese que va bordeando de neuronas mis vísceras, mis intestinos y mi estómago ha tenido hoy un alegrón. El sistema entérico está conectado con el sistema nervioso central por medio del sistema parasimpático, ese que libera hormonas y otras y otras sustancias para la relajación y el beneficio de todo el cuerpo. Y cuento cómo ha sido: he ido andando con mi hermano a Las Rozas ya de noche, con la fresca. A la entrada, hay un restaurante magnífico con sala para fumar. Nos han atendido con prontitud y amabilidad y hemos disfrutado de unas acedías y una pata de pulpo a la brasa. Paco se ha comido una raja de sandía y yo un descafeinado solo con hielo. Luego, me he fumado un Don Julián. Paco se ha estirado y ha hablado de bioquímica, del ciclo de Kreps, en términos aceptables y comprensibles. No podemos beber alcohol pero nos hemos sentido embriagados por las viandas engullidas.
En fin, hemos regresado andando y al llegar a casa he tenido la fortuna de presenciar la caída de agua propiciada por un tormenta. Ha durado solo cinco miserables minutos pero bueno, he visto llover. Dios sea loado. Llevaba muchísimo tiempo sin presenciar este fenómeno atmosférico y deseo presenciarlo más y más tiempo.
Que llueva no es una tontería ni una obsesión mía. Es una necesidad imperiosa en el tiempo en que estamos.
Hoy voy a hacer unos espaguetis al ajo. No hay nada más descarnado que esa pasta blanca arropada solamente por el sabor de esa hortaliza. Pero nada tan aromático y sabroso. Es como la vida, que nos va dejando mondos de cariño así avanza la edad pero nos deja con un aroma fuerte a soledad profunda.
Me llama mi exnovia para decirme que se va a quedar sola, que solo le queda su madre que es muy mayor. Yo le digo que lo asuma, que hay cosas peores, que la vida te va despojando de todo hasta dejarte en los huesos pero que eso no es excusa para ponerse uno a hablar de sí mismo cada dos por tres. Tengo problemas yo también. A veces me hundo en una depresión que me dura semanas pero no le doy tanta importancia. Ya saldré de esas malaventuras que me acechan.
La vida reparte bienes o los tuerce o nos deja sin ellos. Es ley de vida. Es como los espaguetis que son objeto de rebozarse con un simple ajo. Solo saben a ajo. Pero son rápidos de preparar y resisten los gustos más exigentes. Son simples como simples nos tenemos que hacer con el tiempo.
Es duro hacerse mayor. Todo parece que viene en contra. La vejez es amarilla, triste. Pero te va curtiendo.

Pasan los años, pero sin ellos no vivirías.


Desde siempre el vicio ha acompañado al ser humano. Hay vicios o adicciones, como se llaman ahora, que conducen poco a poco a la muerte.
La politoxicomanía (básicamente, alcohol y drogas) se ha llevado en este país y otros muchos a mucha gente por delante.
El vicio del tabaco también ha engordado el número siniestro de muertos.
Cuando se tiene un vicio, se busca su ocultación porque los vicios están mal vistos y el vicioso vive una tortura neurótica a la hora de vivir su vicio y tratar de no hacerlo público o al menos que no llegue a la ostentación (donde ponga vicio, cámbiese el término por adicción).
El juego, aunque no te mate físicamente, aunque no destruya tus tejidos internos, te puede volver loco al dejarte en cueros ante la sociedad, que no tolera tales desviaciones y te puede dejar en cueros ante ti mismo, esto es, en la ruina.
Dice un refrán: ir romera y volver ramera, le sucede a cualquiera. Este cambio de la beatitud a la perversidad tiene lugar gracias a los vicios.

Hoy he estado leyendo vidas de poetas
que han gastado tiempo en envolver este mundo en pensamientos esclarecidos
pero lo que yo deseo es irme de esta ciudad
acompañado de Bob Dylan y su armónica de duelo
hacia donde haya un mar que acoja mis ojos
en su inmensidad triste de invierno y profundo pesar.
En el autobús comeré chocolatinas,
daré vueltas al cielo entre mis dedos,
iré comiendo la felicidad de irme lejos
y pisaré la arena y lloraré 
de la alegría más honda que yo tengo
porque el mar me dejará para el disfrute.
Y no quiero más
pero no lo hago
y consumo el regaliz de la desidia
escribiendo dolores y tibiezas
pero no surco de una vez todo el mar que me espera agriamente.



Hemos tenido una ola de calor como no la hemos tenido nunca. Ya avisó en mayo, mes infrecuente para que sucedan estos calores y ahora, a finales de junio. Llevamos 5 o 6 veranos insufribles. Algo ha cambiado en el clima a peor. Mi hermano, el otro día, estaba oyendo por YouTube a esa chica sueca o finlandesa que se queja del clima. Esa chica hace bien y habla de maravilla. Ahora ya no se trata de luchar por diferencias políticas sino por el mismo planeta y por la pobreza que hay en él y el lujo maldito que hay en él y el consumo infame que hay en él. Lo de las bolsas de plástico: el otro día oí una solución: capachos o esportillos, como los llaman, de esparto, una fibra natural. Nos hacemos muy cómodos. No queremos llevar peso. Mi madre llamaba plexiglás al plástico. El plástico es de muy hace poco. La cosa es que era muy útil y muy práctico (dame una bolsa que meto esto...). Como he estado en mi pueblo, un internauta de mi pueblo me ha comentado que ha visto en internet que en las fosas marianas, a no sé qué profundidad de la ostia, han encontrado restos del puto plástico. Entono mi mea culpa por pedir plástico yo en el supermercado por su carácter práctico pero me voy a hacer con un capacho bien pronto.
Esto de los capachos viene a cuento porque en un insomnio nocturno por el calor oí en radio nacional que en Cadalso de los Vidrios o un pueblo así de la provincia de Madrid se está poniendo de moda el esparto y su trabajo y su arte. A lo mejor me acerco a ese pueblo que no he visto nunca y me compro uno de esos. Pero con la basura no sé qué hacer porque hay que usar bolsas esas negras y a granel no se puede tirar la basura. He oído inventos de bolsas de mondas de patata y esas cosas pero no me las creo. Yo no soy el que tengo que inventar pero hay que inventar algo.
En cuanto al calor no nos queda otra que sufrirlo pero tendrían que surgir más chicas de esas que creen con razón que estamos jodiendo SU planeta, no el nuestro, pues a nosotros nos queda ya poco de estar en él.

Vuelvo a decirlo: el planeta es limitado; el egoísmo humano, no.

lunes, 1 de julio de 2019

Reflexión sobre la muerte.

Todo en esta vida tiene una duración. Lo que más dura siempre acaba. Y quizás, lo que más dure, porque nunca empezó, es Dios. Dicen que Dios es amor, pero también se manifiesta como una fuerza de la justicia, la justicia divina. El amor y su representación en palabras quizás también sea muy duradero y por eso los enamorados sueñan con que su amor sea eterno. Pero, ¿qué es Dios, del que decimos “engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre por quien todo fue hecho”? Las letanías repiten verdades de las que no se duda o en las que se cree con fuerza. Las letanías se repiten a lo largo de siglos o se han repetido siempre con la misma idea en la cabeza cuando se verbalizaban: hay algo superior a nosotros que nos sobreexiste y que nos sobreexistirá por siempre.

Otra cuestión es si nosotros, de alguna manera, sobreexistiremos a nuestra manera, o sea, resucitando después de muertos, venciendo a nuestra propia muerte. Eso nadie lo sabe o solo lo sepa Dios, pero no nos lo ha comunicado de manera clara o sí nos lo ha comunicado, pero no queremos creerlo porque estamos apegados a la realidad más inmediata que nos circunda como humanos que somos. Todo ser humano se ha preguntado por la muerte un montón de veces a lo largo de su vida. No se responde nada del lado de allá, todo son elucubraciones, todo es una masa informe y oscura donde no nos podemos imaginar ni nuestro propio cuerpo muerto por el pudor que nos da nuestra propia muerte. Es como hacer nuestras necesidades. Es un pudor parecido. Un día le dije a mi novia que si tenía miedo de la muerte pensara en cagar, que lo tenemos que hacer todos los días. Sólo nos morimos una vez, pero lo tenemos que hacer a la fuerza, como hacemos cuando cagamos. No le reportó ningún consuelo, pero las ideas se congenian siempre cuando son parecidas o algo parecidas.

Quevedo y otros muchos que escribieron sonetos a la muerte dijeron que morir no es castigo, es ley. Ley severa, pues nadie quiere morir. ¿Nadie quiere morir? Se da el caso de los místicos que morían porque no morían por la esperanza que tenían de que, al morir, se encontrarían con el Amado; esto es, Dios. Se puede dar el caso de personas que acepten su muerte venidera muchos años antes de morir. Esta aceptación de la muerte se asocia con posturas ascéticas o religiosas de retiro espiritual, de retiro del mundo. Yo creo que cuando uno más se cultiva interiormente, menos ajena le es la muerte y sus posibles consecuencias: la eternidad, el no existir, la nada.

Da miedo pensar que cuando morimos nos espera una eternidad en la que dejamos de existir, pero es que en el instante en que morimos ya no somos conscientes de nada. Detrás de la muerte, cuando cae el telón, ya no estamos; por lo tanto, no debemos tener miedo a un accidente que no vamos a vivir. Dice un proverbio: si no sabemos nada de la vida, ¿qué vamos a saber de la muerte? Y es muy cierto. Andamos ciegos en la vida los seres humanos porque a menudo se nos vuelve incomprensible. No creo que sepamos más de un hecho o un mundo, el de la muerte, del que nadie ha vuelto, del que nadie sabe nada. En realidad, solo sabemos de la rigidez de los muertos. Solo sabemos de la muerte a través de los cuerpos que se quedan mudos, inertes y sin ningún sentido que les socorra. Ese es el contacto que tenemos de la muerte mientras vivimos: el de los muertos, pues nuestra propia muerte ni la viviremos.

Polvo serán, mas polvo enamorado. Me cuesta creer en un amor que dure más que la muerte. La muerte dura eternamente y el amor como tal solo se da en vida, aunque hay personas tan enamoradas de su amor muerto que pronto se van a la tumba con él de pura tristeza de haberlo perdido. La muerte es, por lo tanto, una pérdida. Porque querríamos que el muerto hubiera seguido viviendo a nuestro lado un poco más.

El otro día estábamos reunidos una serie de personas con inquietudes parecidas hablando de estos temas: del universo, de las partículas subatómicas, etc. Una de ellas dijo que había cursado tres años de teología porque quería dar una explicación al hecho de morirse uno. Otra persona le dijo que nos morimos para dejar espacio a los que vienen detrás de nosotros. Es una explicación materialista, nada trascendental, pero de una lógica aplastante. Tenemos que nacer mortales; si no, no cabríamos en este mundo limitado. Morirse, pues, podría ser considerado un acto de generosidad para con los demás, el último acto de generosidad que hacemos en la vida, aunque se hayan hecho pocos a lo largo de ella: donamos espacio, un lugar para otros que ya han nacido. Así de simple. Cuando morimos dejamos de ocupar unos espacios que ahora serán para otros. Dejamos sitio, dejamos cargos, dejamos puestos de trabajo, dejamos huecos que antes eran ocupados por nosotros.

Otro modo de pensar es haber hecho lo suficiente antes de morirnos. Es una idea clave. Vivimos para algo y morimos para nada, de ahí esa idea de haber hecho muchas cosas provechosas para el mundo o para las personas que hemos conocido: dejar poso, dejar este mundo mejor del que lo abandonamos y ya de paso, dejar una digna memoria de nosotros. Aquellos que han levantado un imperio con sus manos quieren verlo en pie cuando se mueren. Yo pienso a menudo: ¨¿Y aquellos que no han destacado en nada visible en esta vida?” “¿Son los más queridos de Dios?” “¿Y aquellos otros que no han venido más que a sufrir y no han levantado cabeza en vida, siempre mendigando su propia vida?” “¿Se van sin haber hecho lo suficiente a ojos de los humanos porque han tenido que vivir simplemente subsistiendo?” “¿Qué memoria dejan estas personas, si es que alguien se acuerda de ellos?”

La vida es un misterio o un desatino. De todas formas, la vida no nos arroja más que interrogantes; tantos, como la muerte.

La pregunta sería: ¿a qué hemos venido al mundo? Mi respuesta es: cada uno a una cosa distinta y todos a la misma: a ser felices, aunque nos cueste creerlo. El ser humano busca la felicidad de todos los modos posibles, sueña con la felicidad, monta castillos en el aire para aspirar a un puñado de felicidad y desea la felicidad por encima de todas las cosas. Desde pequeño se va fabricando uno su propia felicidad.

Pero la felicidad cuesta. No viene dada. Y cada uno se fabrica su felicidad según sus gustos. Lo importante es que en la búsqueda de la felicidad de cada uno no choquemos con los demás. Hay gente a la que le hace feliz la muerte de otros quizás porque los cree adversarios para conseguir su felicidad. Estos deseos macabros se dan mucho en la esfera del poder y llega a haber muertos que han ejercido poder que tienen tras sus espaldas millones de muertos. Son los dictadores, esa lacra del siglo XX principalmente cuya muerte provoca muchas más muertes y cuya vida política apesta a muerte.

Pero volvamos a la felicidad y a la relación que tiene con la muerte. ¿Para un hombre que ha vivido una vida feliz es más indeseable la muerte que para otro de una vida infeliz? Para vivir una vida feliz hay que desarrollar mucha inteligencia y esa misma inteligencia acoge la muerte como un acontecer más en la vida. Una vida infeliz y triste también puede acoger la muerte como la solución final a tanta desdicha. De todos modos, la vida feliz tampoco está exenta de dificultades y exigencias y sufrimientos, pero se saben sobrellevar con entereza. Los que realmente no saben soportar la muerte son los que tienen un modo panoli de interpretación de la vida, que se han quejado de todo en esta vida, que han tenido de todo, que no han hecho esfuerzos para conseguir cualquier cosa en esta vida: Para estos, la muerte es la mayor desgracia del mundo porque se les arroja de un paraíso donde todo les era gratuito.

A mí siempre me ha llamado la atención una expresión que es “saborear la muerte”. ¿Cómo se saborea la muerte en vida? ¿A través de la muerte de otros o a través de la propia experiencia? ¿Se saborea la muerte cuando nos libramos de morir en un accidente de tráfico? ¿Cómo reaccionamos cuando saboreamos la muerte? A mí nunca me gustaría saborear la muerte, me gustaría morirme sin haberla saboreado. Porque seguro sabe muy mal.

En las películas de Hollywood, la muerte es de pacotilla. Muere muchísima gente de modo casi hilarante, menos el héroe, que para mí no deja de ser otro fantoche para cubrir idealismos de idiotas fanáticos. La muerte es muy seria y no debería banalizarse como hacen estas películas que crean patrones de conducta en esos idiotas fanáticos. Matar es un asunto muy serio como lo es la muerte y tampoco deberían constituir la primera escena de las novelas de terror o las llamadas negras, en las que las muertes que aparecen también me parecen un poco de cartón. O de papel. Muertes de papel para pasar el rato. Pero me gustaría eso: que la cultura no banalizara la muerte, sino que la dotara de la necesaria solemnidad.

El derecho a la vida es el primero que hay que proteger. Revistamos de transcendencia la vida y no otros asuntos baladís en nuestra época de anomia colectiva y ya veremos cómo con la educación en la vida, no hay tantas absurdas muertes como hay. En nuestra época se desprecia la vida en una proporción astronómica. La cuestión es: ¿se desprecia la propia vida o la vida ajena?, ¿se aprovecha el paso por este mundo o se vive en la banalidad de modo constante? Yo he sido profesor y tenía mi propia teoría sobre la educación, esa forma de convertirnos en personas adultas y serias: yo llamaba a esa teoría la del 50% y no solía fallar: en cada aula había la mitad de alumnos que se esforzaban y la otra mitad que hacían el ganso. Esta teoría es ruinosa para un sistema educativo. Yo creo que es lo que había cuando yo fui profesor. La educación también nos enseña a morir a través de las matemáticas y la literatura, que no quepa duda.

Cuando un hombre procura la muerte a otro hombre por medio de leyes que le acusan de culpable, está cometiendo un error. La vida de ninguna persona es de nadie. Está bien que esa persona se quede encerrada y alejada de la sociedad el tiempo que sea, incluso toda la vida, pero nadie puede hacerse dueño de su muerte. La vida de los demás a nadie nos pertenece. Se podrá decir: “ese hombre que espera que lo ejecuten ha matado x personas” pero la venganza no existe. Existe la vida antes que cualquier otra cosa, aunque sea la vida de un hombre o una mujer execrable. No me gusta la pena de muerte y creo que yo no la pediría para alguien que, por ejemplo, hubiera matado a mi hermano.

Digo esto porque sin vida no hay muerte. No sabemos por qué casualidad recibimos la vida, pero es una sagrada casualidad que no comprendemos al igual que la casualidad de la muerte. Algo que no comprendemos tan siquiera, deberíamos dejarlo como está. Al vivo, vivo y al muerto, muerto.

Una vez que la muerte nos llega, también nos va llegando el olvido. Primero con pasitos cortos, pero después el olvido se hace tan grande que no suena ya nuestro nombre en el mundo así que pasan unos cuantos años. Todo el mundo tiene miedo a la muerte y al olvido de nosotros que trae. Mientras vivimos hay una esperanza rondándonos y dando brío a nuestra existencia como diciendo: “sigue, sigue, lucha por vivir, aunque lo pases mal, aunque vivas en la calle, aunque tu enfermedad sea irreversible, aunque nadie te quiera ni te haga caso.” La vida es un regalo y nadie quiere que se rompa ese regalo, aunque esté muy estropeado, aunque ese regalo ya no sea tan atractivo. Alguien nos lo ha dado y queremos conservarlo. A veces hay que ser muy fuerte para seguir viviendo, pero el miedo a lo otro; esto es, a la muerte, nos hace aferrarnos a lo que conocemos y no desear lo desconocido, ese frío misterioso que nos paraliza el cuerpo y nos deja quietos para la eternidad y el olvido.

Parece ser que la única finalidad de la muerte es acabar con la vida, con nuestras vidas. Así se ve a simple vista. Yo, cuando he llegado a ver un muerto, siempre en situaciones convencionales; esto es, en un tanatorio o en una cama, me da la sensación primera de que ese cuerpo no está allí ya, ya no pertenece al mundo. Es carne, carne muerta. Mi madre me dijo que pasara a ver el cuerpo muerto de mi abuela porque decían que así se les pasaba el miedo a la muerte a los niños. Yo ya no era un niño. Tenía veinte años cuando vi a mi abuela muerta. No recuerdo muy bien qué sentí, pero algo así como la ausencia de mi abuela, la ausencia definitiva de mi abuela. Ya era solo carne. Como a mí me es difícil creer en Dios, me será también difícil creer que cuando alguien muere se va con Él. Yo solo veo carne en los muertos. Una expresión quieta y fría e inexpresiva. Allí no hay nada que vaya a ningún lado. Todo se queda aquí, en este mundo en el que se estuvo. Esa es la primera impresión, digo. Y para mí la última. Por eso, antes de que yo me muera he de dejar algo hecho en este mundo que me recuerde. No sé. Algo artístico, algo beneficioso para los demás. No sé. Pero algo.

La muerte es muy destructora. Nos priva de los demás. Mis padres quedaron huérfanos de padre muy pronto. Es algo que tienen en común. Creo que de ahí surge la idea de unión familiar que tienen tan fuerte y el deseo que han tenido de salir adelante como sea, aunque los dos son analfabetos prácticamente. Cuando la muerte priva a alguien de una figura tan importante como la figura paterna, viene una pena profunda que luego sirve de espuela para sobrevivir como sea, quizás para reemplazar en sus personas a esa figura muerta y son los huérfanos, si no decaen en crisis nerviosas o emocionales, personas hiperresponsables con sus vidas y las vidas de los demás. Así lo han demostrado mis padres a lo largo de sus vidas porque yo y mi hermano gemelo hemos tenido unos problemas graves de salud y allí han estado siempre, responsabilizándose al máximo de nuestra curación pese a todas las limitaciones culturales y sociales que hayan tenido. Han hecho lo indecible por nosotros.

Cuando mueres, ya no haces más en la vida. Te podrán honrar con nombres de calles o con estatuas o con mil actos de recuerdo, pero ya no vales nada. Hay grandes hombres que serán recordados toda la vida por haber hecho una renuncia de sus vidas en pro de una nación, una idea, el progreso, en suma. Estos hombres perduran en la memoria de hombres venideros como ejemplos de sacrificio y honor. Son ejemplos. Pero están muertos. Pongo como ejemplo a Abraham Lincoln. Lo que representa este hombre para los EEUU debería pervivir para siempre en ese país. Fue un modelo de político y nunca morirá en el recuerdo de esa nación, además de ser extrapolable su ejemplo a otros modelos políticos. Los actos de ese hombre en vida le mantiene vivo hoy en día.

A mí, por ejemplo, el modo de ser de mis padres permanecerá siempre en mi memoria. Considero que mis padres se han comportado siempre del mejor modo conmigo. Así como una figura política vela desde el recuerdo a toda una nación, los padres velan por los hijos en su recuerdo, después de muertos, cuando estos se han comportado bien con los hijos y les han ayudado y les han aconsejado bien. Los padres que han sido un ejemplo de virtud para sus hijos tienen el don de no morir nunca en ellos. Siempre son recordados en los momentos difíciles y emulados en los pasos que dieron ellos cuando la situación no fue la mejor. Y se convierten en patrones de comportamiento y rectitud en la vida.

Puede haber otros ejemplos en la vida que realmente son un contraejemplo: o sea, al morir dejan una estela de decepción porque no han hecho otra cosa que ir por el camino equivocado. Incluso ese camino equivocado les ha provocado la muerte. Pero también sirven como ejemplo de conducta a evitar y así sirven a los vivos. Una persona que se ha consumido en vicios que le han llevado a la tumba es acicate para perseguir la pureza entre los vivos y que las personas queridas o conocidas se alejen de vicios que trajeron la mala salud y la muerte a ese conocido o familiar. Un ejemplo muy claro lo constituyen los fumadores empedernidos o los alcohólicos o los que ambas cosas consumían de modo excesivo: son modelos que sirven para la depuración de los vivos que los trataron o conocieron, son espejos en los que mirarse que devuelven una imagen a la que no queremos llegar.

Pues esos muertos suelen quemarse pronto y morir pronto también ya que muchos han sido sus vicios desde una temprana edad y vivían para esos vicios y ya no los podían dejar ni por muchos intentos que hicieran. Sabemos de gente que ha tenido que cambiarse la dentadura entera por el tabaco, que han tenido desarreglos en el cuerpo por la bebida, que les han tenido que operar de la laringe por el tabaco. Y los vivos sabemos que debemos huir de eso. Y aprendemos, si no somos tontos, de ese contraejemplo, de esa vida equivocada dedicada a uno o dos vicios destructores. No nos metemos en la catadura moral de esos viciosos, que quizás eran ejemplos de rectitud, sino que además, por ser personas buenas que mueren por la debilidad de un vicio matador, más lo sentimos por ello, pues eran personas valiosas en todos los aspectos de la vida: eran inteligentes, habían trabajado como el que más y a los 55 o 60 años se fueron para no volver más, dejándonos patente el poder de esos venenos a los que estaban ligados de forma esclava, de forma que ya los acompañó a la tumba un día que su cuerpo no daba para más pues se envenenó del todo. Por eso en esta vida hay que guardar un equilibrio entre nuestra alma y nuestro cuerpo y darle a cada uno de ellos lo que necesita. Al cuerpo, salud y al alma, paz.

Pero hay que recordar a aquellos que murieron de un vicio por sus virtudes, que sin duda las tuvieron y no por el vicio que los mató.

En este sentido, hay una idea muy común que es la de llegar a viejo. Todo el mundo pretende adquirir cuantos años sean posibles a lo largo de la vida porque quizás es un síntoma de haber vivido bien, acorde con la naturaleza que nos dio Dios. No sé si Dios pretende de nosotros que vivamos muchos años, pero nosotros sí lo pretendemos pues es la señal de que hemos sabido vivir y de que hemos perdurado en la vida a pesar de los sinsabores con que esta castiga a los mortales. Para ello, hay que dejar de fumar antes de que el tabaco acabe con nosotros y hay que dejar ciertos vicios que no nos traen más que la ruina del cuerpo y del alma. El exceso de alcohol nos trae un humor resentido e irritable con los demás. El tabaco nos llena el cuerpo de cáncer y nos va asfixiando en vida, aunque sea con un ritmo amable, de aparente disfrute de un humo social y de fiesta, como el alcohol, que se asocia a momentos alegres hasta que empieza a formar parte siniestra de una dependencia atroz e individual.

Morir viejo, por lo tanto, es morir sabiamente. Y morir pronto por efecto de los vicios, es no haber sabido parar a tiempo esa dependencia que nos mataba. Aunque a veces intuimos que esa dependencia es ya como un torrente en la vida del dependiente que ya no va a parar hasta su muerte.

Demos cosas buenas al cuerpo y al alma y llegaremos a viejos. Demos buenos alimentos, pero con mesura, al cuerpo y demos paz y tranquilidad al alma. Hay un dicho que es “se muere de envidia”. Es una exageración. Nadie muere de envidia. Pero una envidia prolongada en el tiempo puede ser dañina para el alma y para el cuerpo pues nos puede provocar malas digestiones y a no poder disfrutar de lo que tenemos delante por querer ser otra cosa que no está a nuestro alcance. La envidia prolongada no nos deja disfrutar de nosotros mismos, de nuestras propias virtudes, que las tenemos, por añorar las virtudes de otros.

El alma también tiene sus vicios, sus alimentos y sus venenos. La ira, la lujuria, la envidia, la codicia puede acabar con nosotros en un instante o hacer de nuestra vida un calvario. El soberbio que va avasallando a sus semejantes algún día acaba, como acabaron los reyes tiranos o soberbios en la antigüedad, con sus huesos en el suelo. Todo aquel que se ciegue en una pasión se estropea y va llenando de vicio su alma y va haciéndose indeseable. Se va acercando a la muerte de un modo u otro el que anida en su pecho un pecado de los llamados capitales. Me da igual que en estas épocas modernas que vivimos esos pecados se ignoren o se relativicen de tal modo que parezca que no existen. Sí existen. Siguen existiendo y nos acercan a la muerte corporal y espiritual, nos matan. Nos matamos nosotros mismos con ellos dentro haciendo de las suyas. El envidioso no vive la vida plena; tampoco el lujurioso ni el soberbio ni el codicioso. Son muertos en vida pues la pasión les consume la energía de vivir ellos mismos, son instrumento de esa pasión que se van consumiendo y perdiendo en vida. Y son repudiados por la sociedad que los ve podridos por dentro y lo podrido es parecido a lo muerto.

Las pasiones, pues, pudren a la persona y no la dejan vivir. Nadie quiere vivir al lado de un soberbio o envidioso o lujurioso porque nos complica la vida de modo alarmante. Crean problema tras problema estos seres pasionales, pecaminosos y nos pueden provocar la muerte porque donde está el pecado, está el vicio para alimentarlo y un soberbio hasta arriba de coca puede ser peligrosísimo y donde está el pecado y el vicio está el demonio y la muerte en última instancia. La de los pecaminosos o la de sus víctimas o la de los que están a su lado por diversas circunstancias. Por lo tanto, huyamos del pecado y del que lo practica hasta que se arrepienta. O ayudémosles si sabemos ayudarlos.

Otra cosa que trae la muerte es tan evidente que casi no hace falta decirlo: nos sustrae de las cosas de la vida: los muertos no comen, no disfrutan de la amistad como tal; o, bueno, pueden disfrutar de una amistad póstuma que haga beneficiarse a hijos o allegados; esto es: un hombre quería tanto a otro que se ha muerto que ese amor le lleva a ayudar o beneficiar a sus allegados. Pero los muertos no son amigos de nadie ya, eso creo. No pueden serlo como tal. Pero tampoco sufren las cosas malas de la vida: la angustia, la depresión, las enfermedades, el dolor, etc.

La muerte es otra dimensión. Habría que pensar si no es una dimensión inferior a la vida o simplemente la dimensión que representa la muerte es igual a la nada. La muerte es nada, es un mero recuerdo que se borra, pero el recuerdo no es inherente a la muerte. El recuerdo se crea después de muerto pero la nada es anterior al recuerdo. Lo que es propio de la muerte es la nada, quizás. ¿Y cómo nos enfrentamos a la nada los seres humanos? Pues afrontando nuestra vida haciéndola la más útil y bella y necesaria posible. Luego, a lo mejor la nada de la muerte no nos llegue a asustar, sino que la aceptamos como parte de esa vida que acaba. Es como cuando nos comemos un helado: hay que disfrutar todo lo posible del helado, no pensar que se va a acabar. Todo se acaba, como dije al principio de esta reflexión. Imaginemos que una mendiga vive para ella y para otro mendigo al que cuida: ha hecho de su vida una necesidad para su amigo el mendigo. Ha hecho de su vida algo bello pues es bello cuidar de los demás y es útil su vida. Así con las enfermeras, con los médicos, los que se hacen necesarios en esta vida para los demás. Alguien que ha venido a consumir, a agotar placeres en esta vida no me parece ni útil, ni necesario ni su acción me parece bella. Es un torpe. No sabe vivir la vida y morirá como los gorrinos que engordan y engordan. Solo habrá conocido el placer, no el sentido último y verdadero de la vida.

Otra cuestión a tratar en esto de la muerte, es que la vida, según va pasando, nos prepara para la muerte. Cuando somos niños no tenemos conciencia de ella para nada. Vivir intensamente es el objeto de un niño. Pero ya cuando adquirimos una edad, empezamos a tener conciencia de la muerte y eso nos asquea y a la vez nos prepara. Quizás a los 13 o 14 años ya sabemos que vamos a morir. Adquirimos una sensación de muerte leve, apenas entrevista pero ya nos vale para saber que moriremos. La juventud es ese estadio de la vida en que bebemos con placer la vida, disfrutamos de ella con todos nuestros sentidos. Pero llega la edad de la madurez y vuelan los amigos con los que hacíamos una piña inconsciente; en ella se diluían nuestros temores y en ella florecían los placeres. Nos quedamos solos a los cuarenta, años en los que debemos crear una familia, una conciencia de nosotros mismos. Entonces llega con fuerza la campana de la muerte. Porque ya ha pasado la mitad de nuestra vida y cuando echamos la vista atrás nos parece un suspiro lo que hemos vivido y cuando echamos la vista adelante también nos parece un suspiro lo que nos queda. Es ciertamente angustiante. Es la angustia de los cuarenta. Y empezamos a pensar en nuestra muerte de modo preocupado. Porque nos empezamos a hacer viejos. Hay gente que a los cuarenta ya tiene un aspecto de viejo que le delata, según los vicios con que haya vivido su juventud más temprana y la más tardía. Pero todos, a los cuarenta, parece que nos ponemos a reflexionar y a decir: qué hago con mi vida. Y también decimos: me acerco a mi muerte. Y dependiendo qué parte de esas dos elijamos, así nos comportaremos de los cuarenta en adelante: pero siempre mirando al frente, porque el tiempo es lineal y no para y sigue y sigue y casi no nos da tregua para pensar.

Si estuviéramos constantemente preocupados por nuestra muerte, no podríamos vivir en paz. Por eso vivimos la vida regidos por lo que nos dicen nuestros sentidos y nuestras ganas de comunicarnos con los demás. Vemos, oímos, olemos y nos entretenemos en una cháchara que hace olvidar la muerte, nos la hace inconsciente porque comunicarnos nos procura una sensación de estar con los demás y nos aliviamos con otros de la muerte venidera. Nuestro presente nos procura muchos problemas con los que estar ocupado. Los comunicamos, los intentamos arreglar y así estamos sumidos en un presente que nos hace matar el tiempo y acercarnos a la muerte poco a poco, sin darnos cuenta. Por eso es importante estar activo la mayor parte de nuestra vida, hasta el final de la misma, para no preocuparnos de la muerte.

La grandísima aventura que es nacer, la más grande de nuestra vida, se va completando con la otra aventura que nos aguarda, la más triste de todas, que es el morir. Pero sin la muerte, el nacimiento no tendría sentido. No dotaríamos de sentido el hecho de ir cumpliendo años si no supiéramos que vamos a morir. Por eso, la muerte es como otra aventura que tenemos en el futuro más lejano o más cercano, según nos acerquemos a ella por la edad, que nos da consistencia en nuestro presente. La muerte nos llena de preguntas la vida: nos va preguntando: ¿qué estoy haciendo yo con mi vida? ¿merece la pena mi vida?, etc. y estas preguntas sirven de espoleta para intentar que nuestra vida sea digna de ser vivida antes de morir. Es la conciencia de dignidad que tenemos como seres humanos la que nos hace pensar: yo tengo que vivir una vida digna y para ello he de esforzarme en criar unos hijos, escribir un libro o hacer todo aquello que aporte valor a nuestra vida antes de que llegue su final.

La muerte tiene mucho de filosofía para nuestra vida. Por más analfabeto y basto de sentimientos que sea el ser humano, siempre, siempre se pregunta por su muerte y su vida en dos caras que conforman la misma moneda: lo que pasa es que la moneda está en el suelo y solo deja ver una cara: la vida, es lo único que tenemos sobre lo que reflexionar aunque a veces no la entendamos y la otra cara está pegada al suelo y no la vemos y es la muerte de la que no sabemos nada hasta que morimos y cuando morimos quizás tampoco sepamos nada de esa cara de la moneda porque en vida no la podemos levantar del suelo. La muerte es un misterio desde que tenemos uso de razón pero no podemos conocer nada en vida sobre ella. Solo vemos en los demás muertos que se quedan fríos, sin sentidos que los ayuden y que ya no mueven su cuerpo para nada. La muerte es un misterio, el mayor de todos y haríamos mal si en nuestra vida no reflexionamos un poco sobre la muerte para tratar de organizar con ese sentimiento o reflexión, nuestra vida.

Aunque la muerte sea la cara que está sobre el suelo y no la veamos es algo que nunca deseamos, aunque no sabemos si es mala o es buena pues no sabemos nada de ella. Pero la calificamos de mala porque nos libra de una cosa que sí conocemos que es la vida, aunque nuestra vida sea penosa. En la relación entre la vida y la muerte siempre es cierto este refrán: es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Lo malo conocido es la vida en la que, aunque estemos penando, nos parece merecedora de que permanezcamos a su lado antes que desear la muerte de la que no sabemos nada más que lo que sabemos por lo que contemplamos en otros muertos: esa quietud inquietante y fría que nos acosa porque el próximo podemos ser nosotros y quedarnos así, inermes y fríos para siempre. Nos aguarda la eternidad a cada uno de nosotros y eso es muy duro de pensar para un ser humano que vive, para el que todo es finito, para el que hay unos plazos que se cumplen: ya llega la boda, ya llega el verano, etc, pero después de muertos ya no hay nada que esperar: todo es infinito y eso da mucho miedo, más que cualquier monstruo que inventen los directores de cine.

Cuando una persona se va a morir, crea una angustia en todos aquellos que le conocieron, una angustia que luego conduce a un duelo cuando esta persona muere y solo después de pasado el duelo, la muerte de esta persona deja de doler y crear angustia. Lo que queda es un recuerdo de esa persona, de todo lo bueno de esa persona. La muerte crea un malestar, una honda depresión en quien tiene que sufrir su muerte y en los de su alrededor. A no ser que la muerte de ese ser querido se desee en vez de doler.

Al padre de mi novia le dieron dos meses de vida por un cáncer de próstata. Ni mi novia ni su madre quisieron llevarle ni al hospital ni a una residencia. Quisieron tenerle en casa. Mi novia y yo decidimos no irnos de vacaciones. Yo iba todas las tardes a ver al viejo, que ya tenía 84 años. Yo salía deprimido de estas visitas y de las reflexiones tristes que hacía mi novia cada dos por tres. Mi novia quería mucho a su padre y fue envolviendo toda su vida con recuerdos de su padre y alusiones a su padre que moría. Todo este cansancio de recordar la bondad de su padre me fue minando y yo acababa con depresión todas las tardes. Mi novia estaba en un estado de confusión mental porque no aceptaba que su padre se moría y yo acababa mal por aguantar la visión del padre deteriorado y la de mi novia filosófica y triste.

Los cuidados que debían dar al padre sentenciado a muerte serían cada vez más complejos pues el cáncer avanzaría. Pelearían la madre y la hija por el cuidado del padre y yo estaría en medio como un tonto, tragándome las disputas de una y de otra. La madre pensaría una cosa, la hija otra y yo estaría de frontón de la hija que me contaría todas las desavenencias con su madre por el cuidado del padre. O sea, que la muerte de una persona, si no es repentina, si se debe a una larga enfermedad, no crea más que problemas a los de su alrededor.

A veces morimos en vida. Se nos pega al costado una serie de pensamientos tristes que quizás tengan que ver con la muerte pues la muerte es la mayor tristeza que darse pueda. La soledad en que vivimos nuestra vida es muy parecida a la muerte pues la muerte es la soledad de las soledades, cuando estamos solos frente a la eternidad. La tristeza no es más que un barrunto de la muerte, así como la alegría es la certificación de la vida. Cuando se está triste no se desea nada, se está inapetente como los mismos muertos. Si se está alegre, se disfruta de la vida con todos los sentidos, todo lo de la vida nos parece bien, aunque sea poco lo que haya para disfrutar. La tristeza es propio de la muerte, ya que los muertos expresan por sí mismos una tristeza que nos comunican a los vivos.

Aunque si lo pensamos fríamente, como si contempláramos un muerto ajeno a nosotros, ese muerto solo comunica quietud, calma, no tristeza. La tristeza la causan los recuerdos de amor y ternura y las anécdotas que vivimos con ese que ahora es un muerto conocido. Pero el muerto, por sí mismo, no causa más que una idea de quietud y de frialdad y la sensación de que no oye, no ve, etc. Así que, si la muerte física se pareciera a la muerte del alma de la que las religiones han hablado durante siglos, estaríamos en una calma total. Nuestra alma o aquello que nos perviviera tras nuestra vida sería un estado de paz absoluto y deseable, por qué no decirlo, después de vivir lo que nos ha tocado.

Los que juegan con su vida y con la de los demás, no merecen nuestra compasión. No digo yo que merecieran la muerte pues ya digo que soy contrario a quitar la vida a nadie pues nadie es dueño de nadie ni de la vida de nadie, pero esas personas que son banales con la vida, que no la aprecian para nada y que incluso la ponen en riesgo, ya que es el mayor don que recibimos en este mundo, son los más despreciables de los mortales.

Y, por el contrario, aquellos que sufren los rigores de esta vida de modo más fuerte y no tienen a nadie en el mundo y ellos solos han salido adelante y están en la calle pidiendo y aún así, aprecian sus vidas y desean vivir la vida que llevan de rigor y de necesidad, son en los que más debemos fijarnos pues nos están dando un ejemplo sublime de saber vivir porque son capaces de mantener la dignidad de la vida que les dio Dios en pie de modo valiente y sabio. Y no tienen nada.

No he hablado de la guerra. Se ha hablado mucho de ella. Ha habido dos guerras mundiales y el mundo siempre ha estado en guerra. Siempre. Al soldado que le toca la guerra, ve la muerte tan cerca que ya no se recupera o muere en ella. La guerra es el apocalipsis que crea el hombre antes de que lo prepare Dios. Mueren por millones. Hambre, torturas, violaciones, robos. Se le quita al hombre la dignidad antes de la vida por el hecho de la declaración de un guerra. La mentira prepara la guerra. Las ideologías fanáticas y los intereses económicos de poderes fuertes crean la guerra. Y el resultado son miles o millones de muertes. Esas muertes yacen, se recuerdan pero las traga el mar, una bomba. No quedan restos. Las dictaduras hacen desaparecer gente. El gulag. Las SS. Son muertes desconocidas, siniestras. Ojalá no haya más guerras. Amén.
La SER y El País y esas emisoras en que sale gente tan rara que habla tanto y no dice nada y ni de coña llaman al pan, pan y al vino, vino tienen en la cabeza un lío colosal con el sexo, el machismo, el feminismo, la desigualdad, etc. Por ejemplo: El País ha descubierto en la India la tribu del tercer sexo. Los vamos a llamar los "gurruños". Los gurruños no procrean, eso es muy antiguo. Los gurruños comen perejil y lechuga. Los gurruños crían y educan cerdos en sus casas y los entierran cuando se mueren.
Otro caso: solo salen fotos en El País del gobierno socialista. Todos muy guapos y en actitudes de mucho porte. Se ve para quién trabaja El País. En la SER llevan soñando todas las noches, en la hora 25, con la unión de las izquierdas y la revolución soviética y la vuelta de la república, pero no les sale.
Estos medios son muy combativos contra la injusticia. La injusticia les duele mucho. Les duelen los ricos pero a mí me gustaría saber qué cobran estos de la SER y del País.
Las injusticias les duelen pero de la Junta de Andalucía no dicen ni mu y a mí me parece que si hay algo injusto es esa cochambre que hay al sur. Pero se callan. Y todos los días de Dios sale Rato en los informativos. Han cogido a Rato por banda y no lo sueltan.
Les gusta Podemos como salida a la injusticia social pero con mansión.
Luego, yo creo que todos estos de la SER y de El País son unos meapilas (se les nota al hablar tan tenuemente de las cosas) y que no valen ni para dar una voz.
En fin, la patulea de Antena 3, la Cuatro y la Sexta eso ya es para bingo. El que los entienda que los compre.
Por aquel entonces había un señor que había estudiado mucha política y susurrado al oído de un dictador ignorante a cambio de dinero (según dicen las lenguas). Se sacó un ojo y se puso un parche para llamar la atención y se metió en política. Y decía así a la gente:
"odio al dinero. Odio a esa gente que tiene mucho dinero. Odio a los bancos y a las empresas que martirizan a los pobres trabajadores." Lo decía con mucha fuerza, con mucha retórica, con mucha convicción. También decía: "las mujeres somos todos, las mujeres viven muy mal en nuestro país porque el machismo las oprime".  La gente bien poco podía hacer con eso de que unos tenían dinero y las mujeres supuestamente vivían mal pero creían que este hombre tuerto, no se sabe de qué manera, iba a hacer una revolución e iba a resolver todos esos problemas reales o no de manera drástica y de una vez por todas. También decía que había muchos niños en ese país que no podían comer un bocadillo o se les llenaba el cuerpo de sabañones las frías noches de invierno. Este discurso, durante la crisis creada por otro extraño y tonto como él, dio sus frutos y el tuerto consiguió ser diputado en el congreso, congreso al que años antes de que él entrara en él, deseó asaltar.
Y este hombre ya ganaba mucho dinero de diputado de aquí y de diputado de allá pero no le gustaban las leyes que le daban esos sueldazos. Decía que había que cambiar las leyes, echar al rey, cambiar el nombre del país y su bandera, etc., etc. etc.
Vamos, que era un completo gilipollas pero a la gente le hacía gracia o algo así. Si no, no se entendía que ganara tantos votos.
Y unos años después este tuerto del demonio se compró una mansión. Y decían sus discípulos y seguidores: "¿Pero no era este el que se desgañitaba contra aquellos que tenían muchísimo dinero?
¿no era este el amigo de los pobres y del obrero? ¿no se ha hecho burgués y rico en pocos años?
Su mujer, una señora que hablaba por los codos y se liaba con lo que decía y al fin a la postre no se le entendía ni jota, había ayudado a unos señores que se compraron una casa más grande, firmaron un papel y luego no tenían con que pagarla. Y se juntó con el tuerto del demonio en la mansión. Vivían de puta madre pero su vida se convirtió en una pura contradicción.
Perdieron votos claro porque hasta el español más tonto prefiere a un saltimbanqui de la política que a uno que se ríe de la gente en sus propias narices. Y pasaron del morado al colorado.
Al cabo de los años aparecieron en el grupo mixto y siguieron cobrando, que ese país es muy generoso con los inútiles.
Andando el tiempo, un desaprensivo le tiró un petardo y le lastimó el otro ojo y ahora está en el reino de los ciegos porque lo tiene todo muy claro.
Pagué una entrada para ver el fútbol con el firme y gustoso propósito de fumarme un cigarrito después de cada gol metido. Quedaron 0-0. Vaya mierda de futbolistas estos.
Los hechos sucedieron así (según la Wikipedia): Un mes de proclamada la república española, por el cinco de mayo, Torcuato Luca de Tena viene de Londres y se reúne con unos monárquicos en una sede de Madrid. Suena la Marcha Real.  Excurso: los monárquicos, en una democracia, deberían tener su sitio político pero la república se lo puso muy difícil. Yo no sé por qué aguantamos a partidos como ERC). Un taxista republicano arma una trifulca con ellos y ya corre por Madrid que un taxista ha sido asesinado por los monárquicos. A continuación, se producen estos hechos, atención: el asalto a una armería, disparos contra la guardia civil, la quema de una iglesia de los jesuitas y la manifestación por parte de la CNT y de los socialistas de que el gobierno no quiere la revolución. También hay un linchamiento. En los días siguientes (cinco) se queman cien iglesias en España, sobre todo en Málaga. En el primer momento, los subnormales de los dirigentes (Azaña, Alcalá Zamora) dicen que son "tonterías" y que son actos de "justicia inminente". El único que responde es Pío XI, que manda una carta al gobierno diciendo que esos actos son "gravísimos". Tienen que declarar el estado de guerra al final de todo. ¿Era esta mierda una democracia? Sí, luego la república intentó repartir tierras y montó aquello de las misiones pedagógicas pero, repito, ¿era esta mierda una democracia? ¿Cómo se puede llamar una democracia al encarnizamiento que hubo con los curas, monjas, frailes y obispos de España? ¿Con la guerra declarada que hizo la república a la Iglesia que quiso despojarla de todo, que la quiso eliminar físicamente? Luego vino lo que vino, el nacional catolicismo. Pero es que era normal a la vista de estos crímenes perpetrados por salvajes de izquierdas que no tenían más que la mierda de la revolución en la cabeza (socialistas, anarquistas, comunistas, catalanistas, la FAI, el POUM y toda esa mierda). Pero no supieron hacer la revolución porque los criminales no hacen la revolución.
La revolución la hacen los que quieren que todo cambie y los rojos no querían cambiar nada. Querían matar y robar porque eran unos criminales. Tenían tanto odio que les cegaba el odio y no fueron racionales. Y hasta una puta revolución comunista se hace usando la razón, cosa que no tenían los rojos de la república de mierda que vino por la puerta de atrás, como Franco y como Pedro Sánchez. No es el amor a sus ideales los que los mueve sino el odio "a las derechas", como dicen ellos. Pues se van a joder. Porque en España, después de la inefable experiencia Zapatero, las izquierdas no ganan, no. Porque con odio solo se destruye.