lunes, 25 de noviembre de 2013

La mañana avanza con su tic-tac demorado. Todo va lento como el curso del sol. No hay ambición en el alma, no hay preocupación.
En el sueño de esa noche, oscuros fantasmas del pasado han acudido a recordarle qué hizo, con quién estuvo pero por la mañana esos fantasmas se alejan porque ya no tienen peligro, ya no son más que fantasmas. Ahora paladea en su interior el amor que tiene hacia su novia, su más fiel cariño en la tierra.
Ayer estuvo con ella y ella le dijo que es feliz con él. No hay otra cosa en la mañana que esas palabras, que ese reconocimiento de que los dos se quieren.
Ella es como una manzana: sana y espontánea, dulce y sabrosa.
Su recuerdo dura toda la mañana y hace que ese gajo de día alumbrado por el sol sea más beatífico, más ordenado, más querido por haber traído su recuerdo mientras el reloj da las horas sin más ocupación que recordarla, amarla en el recuerdo, verla presente en su memoria.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Los grandes filósofos, según me contaron, querían explicar el mundo. Lo que hay en el mundo son: las personas, lo físico y la moral. Y por encima de ellos, está Dios, al que los filósofos daban una versión.
Los filósofos ateos negaban a Dios. ¿Habrá algún filósofo que haya negado al Hombre? No creo pues el Hombre es la mayor materia del filosofar.
Yo estoy estudiando lo que los filósofos hablan acerca de la literatura. La literatura es una estructura o es un objeto o depende del lector.
La literatura es una creación del espíritu humano, como otras artes.
La gente que me rodea no habla al modo filosófico como hablamos los alumnos en la universidad. Eso me llena de perplejidad. ¿Qué es más verdadero, la hermenéutica, la fenomenología o cultivar una amistad a base de pequeñas cosas? Me voy aficionando a esa manera de hablar filosófica sobre literatura pero no tengo con quién hablar de ello con nadie.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

A la entrada de la Plaza
un aire frío, como a propósito,
refrescó mi cabeza
que iba llena de un turbio pensar.
Las gentes, las calles, montones de caras
vinieron a mis ojos como espejos
en que mirarme
y mirando dentro de mí
vi que estaba equivocado.
Luego, el andar por la ciudad,
un café sentado,
un autobús con más gente
y por fin, mi casa,
donde yo era yo otra vez
transitado de diversas suertes de vidas.
Hoy he paseado por Madrid. Nada de alegrías navideñas, nada de comercio excesivo; todo crisis viviente y muy palpable. La calle Preciados estaba llena de gente, cómo no, pero la gente no llevaba muchas compras encima. Recuerdo otras visitas a Madrid en estas épocas y había un lleno espléndido y jocoso por todas las calles.
he entrado en una tienda de libros de El Corte Inglés y no había clientes ni vendedores ocupados.
Hacía un frío grande por las calles, desde la Gran Vía a la Princesa, por donde he venido andando. Los comentarios que hacía la gente no eran de mucha efusión.
Luego he llegado a mi casa y me he instalado frente a internet a buscar cosas par el trabajo de literatura que tengo que preparar.
La vida fluye a veces como un río y otras como un riachuelo exangüe. El que pasa por el puente decide si eso que pasa a sus pies es algo digno de halago o de tristeza. El sol nace con la completa seguridad de alumbrar a todos, todos deben aprovechar la calidez de sus rayos.

martes, 19 de noviembre de 2013

Cuando todo se derrumba a tu alrededor, cuando se les cae la máscara a aquellos que antes eran sólidas estatuas, una intranquilidad grande recorre tu espalda y ves el vacío.
Ahora ves defectos y el ruin afán de dominio en personas que antes te daban consejos y te servían de modelos, aunque imperfectos.
Ahora te sientes más solo e incomprendido porque los demás han dejado de ser comprensibles y actúan como animales.
Ahora ya no te hablan cordialmente los que antes hacían bromas contigo. Todos desconfían de ti y tú desconfías de ellos porque ves en ellos un deseo de dominar, de maltratar, de ofender que antes no estaba. Todos os termináis odiando y malqueriendo.
La edad pasa y corre el velo que existía en los tiempos antiguos, cuando todo era fácil porque todo el mundo os queríais, como colegas, como amigos.
Ahora tú caes mal y ellos te caen mal a ti porque han dejado de ser aquello que fueron en su día.
El que manda sobre un hombre, pudre su alma.
Esa mujer me ofrecía su cuerpo, su piel palpitante de deseo. En los labios veía yo que tenía ganas de mí. Terminamos de tomar café, pagué la cuenta y pagué una habitación en un hostal inmundo.
El deseo que ella tenía se satisfizo pronto, el mío tardó en manifestarse.
Yo no quería seguir así pero ella sí. Era la típica relación en que uno quiere más, quiere estar más tiempo con la persona amada pero esa persona se conforma con pasiones apagadas ocasionalmente, furtivamente.
Encontré otra mujer que me quería más, que quería quererme como yo la quisiera a ella y nos fuimos a vivir de alquiler. Entonces, la mujer de antes, la que quería momentos de pasión fugaz quiso también estar a mi lado y todo se complicó.
Las quería a las dos pero opté por la última que conocí porque la veía más sincera pero la otra no dejaba de incitarme. Eran muy bellas las dos y deseables. Ahora solo tengo una pero el cuerpo de la otra se me aparece como un fantasma de placer en mis noches solitarias.
La soledad es de piedra.
Nadie quiere horas que no pasan,
cabeza que piensa en círculos,
la teoría de una vida que se cansa en un sofá.
La mañana te arroja a la calle,
te tira delante de los caminantes,
te abandona en un rincón 
y tú lees las noticias del periódico
como si leyeras las mentiras de este mundo
que te deja solo
en medio de un circo de horas sabidas.
Y caminas para quitarte de encima
tu propia frialdad, tu sueño,
tus ropas ya cansadas de soportar tus huesos
que se amontonan en el asiento triste de los desocupados.
Leer y escribir. ¿Se va bien en la vida leyendo y escribiendo? Unos dirán: te haces sabio. Otros dirán: te vuelves oscuro y misterioso para los demás.
Yo no tengo con quién hablar de libros, esos que me ofrecen ratos de bienaventuranza al lado de la luz de la ventana.
Una alegría no comunicada no es ni media alegría, como me pasa a mí cuando leo libros, sus historias mueren en mi memoria y no van más allá. Cuando escribo, no sé si escribo para mí solo, no tengo nadie que me dé ánimos, mi escritura es de las más solitarias.
La gente cree que es duro levantarse por la mañana con un fin determinado. Pero también es dura una actividad en la que me encuentro más solo que un presidiario, contando las horas para que la historia surja, sea buena, como el presidiario cuenta las horas para que entre la luz en su celda y de sentido a ese reducido rincón.
Así las historias que yo escribo quiero que me den luz sobre mi vida y algún día sean buenas y salga yo de esta cárcel en la que no recibo visitas, en la que estoy solo con mis historias, atormentándome.
A veces la vida se para. No sabe para qué está hecha y se para.
En los ojos del portador de esa vida aparece una mirada parda y caída porque no hay motivos para la satisfacción. La vida entonces es como un espantapájaros del que cualquier pájaro hace burla.
El que lleva esa vida parada anda, pero anda sin rumbo, no sabe dónde está la respuesta de esa vida que lleva a la espalda, que yace como un saco que pesara con inmundas y estériles piedras.
Eso es lo que llevo yo algunos días a mi espalda: un saco lleno de piedras que soporto toda la mañana para que por la tarde, a lo mejor, pueda descargarla en las manos de alguna persona que me dé su cariño y compañía como se le da a un niño un caramelo cuando se aburre. El niño chupa el caramelo y olvida su disgusto. Yo chupo una conversación que no sabe a nada pero me da compañía, me anima a seguir viviendo porque veo que otros tienen razón de ser, su vida no se ha parado como la mía todas las mañanas.
Estoy aburrido porque no sé qué hacer en toda la mañana. Es como si la mañana fuera un monstruo que me tragara en sus entrañas y yo no pudiera salir. Voy de un sitio a otro, dentro de la mañana, y no sé dónde ponerme. Es como si el Leviatán me hubiera engullido en su absurda barriga y allí estuviera a disgusto porque no me puedo mover ni hacer nada.
Es difícil decir que no a una pensión que me dan por no hacer nada pero también es difícil no hacer nada. El hombre siempre persigue alguna actividad.
Hoy me he levantado y enseguida que me he puesto de pie, he dicho: ¿qué hago?
Y no he hecho más que cosas absurdas como hablar con uno de la once, tomarme un café, leer el periódico por encima y volver a casa a seguir aburrido. El limpiador de la urbanización me ha advertido que por la mañana temprano hace mucho frío que es cuando yo estoy metido en la cama. ¿Para qué madrugar? Se supone que un escritor debe levantarse por la mañana temprano y pelearse con sus personajes y sus historias pero yo no soy peleón. Yo dejo que los personajes sigan su corriente pacífica, su modo de ser.

lunes, 18 de noviembre de 2013

En invierno, las sombras llegan pronto a las casas, los pasos suenan distantes, huérfanos y deprimentes. Todo el ánimo está expuesto a sentirse cohibido y frío ante el tiempo oscuro y helado.
Yo estaba en mi casa, escribiendo en un blog, cuando oí, justo al atardecer, la hora en que las sombras inician ese proceso de acaparamiento de las almas y de los seres, un grito de desesperación y muerte en su final. Sabía que alguien había muerto en la vecindad pero yo apenas conocía a nadie en el bloque de pisos.
Salí al rellano y todo estaba en una extraña calma, una calma estremecida de lo que había tenido lugar: un asesinato. No había duda. Pero ¿quién había matado a quién? Oí pasos que bajaban del cuarto piso. El vecino me preguntó:
-¿lo has oído?
Yo dije que sí. El vecino dijo que era cuestión de días y ya pasó, ya murió la vieja.
-¿Qué vieja?- pregunté.
-La que martirizaba al joven del piso de al lado mío con echarle si no pagaba el alquiler.
Subimos al cuarto piso y vimos la escena. El pobre chico lloraba arrodillado delante de la vieja acuchillada.
-Es que cuando hay crisis...-sentenció el vecino
Yo me vine a casa, a seguir escribiendo en el blog hasta que llegó la policía y me interrogó.
Si eres pacífico, ni la ofensa más grave te obligará a luchar.
Hace un año, después de comer de un día entre semana, me tomaba café con leche en un bar y charlaba con un buen amigo. Acto seguido, enfilaba por la calle de la tienda de lencería y los delicatessen y me ponía delante del ordenador a escribir la historia, la historia que mantenía atenta mi mirada y mi dignidad como persona, pues otra actividad yo no hacía. Y la historia creció y creció cada tarde de modo inverosímil y cuando creía que tenía una historia, no la tuve porque hubo que pensarla otra vez y hacer arreglos.
Hoy he vuelto a pasar por la calle de la lencería; hoy y otros muchos días pero la historia se ha truncado, ya no va, no camina por los renglones, no llega a su fin, que es ser publicada o presentada a un concurso literario. La historia ha muerto: viva la desocupación aburrida de mi espíritu.
Pero haré que esa historia triunfe y pasaré por la lencería con orgullo mientras me miran desde la vitrina sostenes y bragas de maniquíes estupendos.
El agua está muy fría cuando toca la piel de la cara, por las rendijas de las ventanas se cuela un airecillo burlón y descarado. La mirada se queda tonta mientras mira el cielo gris y el ambiente hosco por la mañana. Cuesta levantarse y ponerse en marcha con este tiempo.
Una vez que ha desayunado, algo le recorre por el cuerpo, algo tibio y dulzón: es la idea de que algo le requiere.
Se asoma al ordenador y busca el título de la novela que está escribiendo. Se tira una hora poniendo adjetivos, buscando verbos que indiquen acción a sus personajes. Ha cumplido la tarea, ha volcado un poco de su imaginación para que la narración progrese, para que los personajes sean más duros, más sabios, más desafortunados o más crueles.
Ha salido al aire de la calle y en su cabeza bullen las historias de esta novela que le está dando más de una alegría porque la intriga le hace estar atento a qué pasará después. Sueña con lectores admiradores de su historia y está contento. El maldito frío no le hace mella en su corazón de escritor.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Perdido entre la duda y la neblina me estoy quedando sin gasolina. Llueve y está mojada la carretera. Emily se ha levantado tarde y ha desayunado un café muy cargado. No sabe lo que le pasa estos días que está muy deprimida. El negro Jimmy intenta animarla. La actuación de la noche  en el cabaret de la carretera que va de  Los Ángles a San Diego cuenta con un invitado especial: Julio Iglesias. Al llegar en su deportivo, ha visto a Emily frotarse sensualmente con el negro Jimmy y no quiere pasar solo la noche así que negocia el precio con el dueño del cabaret y la lleva aunhotelcercano. Emily es una escultura de carne y huesos largos y apetecibles, con senos suaves y delicados como flanes. Julito echa un polvo memorable y a Emily se le quita la depresión al ver el manojo de dólares en la mesilla mientras se fuma un cigarro al amanecer. Julito le cuenta a Emily que busca al amor de su vida en Los Ángeles pero Emily no se lo cree. Julito dice a Emily que le va a hacer una canción y se lo cree. Emily cree que Julio Iglesias es un señor, un truhán y un soñador y se va del hotel mientras ve partir a Julito en su deportivo.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Si eres intransigente con los demás, no dudes de que los demás lo serán contigo y además, te verás solo y triste con tu puta intransigencia.
Ya no tengo la sensación de pérdida constante de tiempo. El viento que se ha levantado vuelve las cabezas locas y no podemos estar mucho tiempo en un sitio fijo por miedo a que se nos vuele la cordura. Enseguida decimos: "bueno, me voy, que anda mucho aire".
Luego, en casa, todo está en su sitio y nos ponemos a fregar y a hacer la comida, ese pan nuestro de cada día que hay que elaborar. Las judías no se cocieron bien y hubo que tirarlas, qué pena.
Las hojas, empujadas por el vendaval triste que quizás venga de las afueras, como los forasteros, dicen adiós irremisiblemente al árbol, que se queda sólo con las ramas, con las dulces ramas que todo lo dan.
Y, poco a poco, la tarde se va asentando en los bares, en las tiendas, en el metro y en los mullidos sofás porque parece ser que todos han comido y el que no haya comido a las cinco que se prepare para la merienda.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Si quieres ser tú mismo, distingue

La noche agacha las sombras y sale la luna como una novia que le dan un plantón. Otro más.
Los hombres y las mujeres de esta parte del mundo destapan las sábanas y mantas con las que calentarán el sueño, el sueño triste de siempre lo mismo.
Y la inmensidad del cielo dirá otra vez: "triunfo en la soledad oscura de lo que está quieto para tapar el día que ha sido".
Habrá señoras que no duerman, qué le vamos a hacer, y habrá alguna hora de la noche que se incomodará de algún dolor nocturno que sufra el vecino, siempre el vecino ese de cuyo nombre nunca me acuerdo.
La ambulancia blanca no hará sonar la sirena pero llevará su carga de muerte a las cuatro de la madrugada mientras nuestra cabeza esté bien pegada a la almohada. Otra vez, quizás yo sea el muerto.
Y pasará la noche. Vendrá la madrugada. Se hará de día. Pero ya seremos otros.
No pretendas subir muy alto, sino tener con quien compartir lo tuyo.
Hoy que es mi cumpleaños, no sé qué decir. Bueno, diré que llevo 44 años sin separarme de mi hermano gemelo, el sorprendente y genuino Paco. Y que sigo unido a la magnífica e inigualable Eva. Mis padres están bien y toda mi familia goza de buena salud, que es lo importante. Por mi pueblo no voy ya apenas y cuando voy ya casi no me entero de nada, voy perdiendo el hilo y me fastidia. Viva Zarzuela del Monte.
Mi primo Perico y mi  prima Rosa son el eje que me une al pueblo: ellos me cuentan los sucedidos y echamos unas risas. Forman una familia junto con los niños muy curiosa, muy curiosa. Mi primo dice: ¡respeto y educación! y esperamos que ello se cumpla.
El respeto y educación se deberían cumplir siempre y a todas horas y en todo lugar pero parece difícil.
Y pasaré un día lo mejor que se pueda y nada más. No pienso mucho mi edad, ya avanzada y vivo como puedo, joven o viejo, según se mire.

martes, 12 de noviembre de 2013

El que sabe dónde está la felicidad, ese es el que más sabe.
Hay gente que cree que no tiene defectos y ese es su principal defecto.
Hoy ha sido un día cansino: me he levantado pronto y me he ido a la facultad a buscar un libro. Me han dicho que me lo entregaban a las seis de la tarde. Luego he ido a clase y como han faltado las mendas que tenían que exponer, mañana me toca exponer a mí primero ante una clase llena de extraña gente mirándome.
Luego he tenido que ir otra vez a la facultad por el libro y he estado resumiendo hasta las siete de la noche, pues noche era ya. Me he percatado de la tranquilidad que hay en los bancos de la universidad: es algo divino. Me he echado unos cigarros y me he tomado un café en una cafetería un poco deprimente a esas horas. La verdad es que no sé cómo será la facultad cuando hay movidas de estudiantes (se nota la agitación en las pintadas de rebelión, de llamamientos a los trabajadores (trabajoderes) y estudiantes para la movilización y otras historias que hay en las paredes).
Luego he bajado a Moncloa y he cogido el bus de vuelta. Vaya trajín. Y mañana, a exponer y no me he leído el libro todavía.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Socialistas y peperos
qué majos son:
roban, roban con esmero,
¡qué ilusión!
Unos y otros siempre quieren
tener la razón.
Harán de España muy pronto
una gran nación.
Mientras tanto el ciudadano
paga religiosamente
el derroche improcedente
de Rajoy y Zapatero.
Podridas alcaldías
y cargos a dedo
nos cuestan a cada uno
nuestro sueldo.
Abusos de la banca
y burbujas de ladrillo:
Esto es lo que traen
los politiquillos
sin tornillo.
Ajustes y recortes
después de los derroches:
Ahí está la izquierda
gastando pólvora ajena
y ahí está Rajoy
trincando sobres.
Vaya democracia
que tenemos, españoles.
Mañana te levantas
y das de comer 
a estos zampones.

Las farolas, menos mal, con su tierna luz
mantienen la oscuridad de la noche más vigilada.
Mientras, en el campo,
animalillos de pelaje oscuro y suave
se deslizan por la tierra que los acoge
como seres que la tienen por amiga.
La ciudad, en claroscuros de indigencia o prosperidad
cena sus viandas estrechas o anchas
y los animalillos del campo buscan
también qué comer en esta noche oscura del invierno.
Los que se hartan eructan al final
y los que roen pan duro y un huevo
se van a acostar como los animalillos del campo,
sin hartura ni deseo.
El día siguiente
los autobuses van raudos con los prósperos
y los malcomidos a que el futuro
depare a ambos
más días, más trabajos, más desgracias.
Ramón y Cajal descubrió la neurona cuando se creía que el cerebro era una masa informe o una sola célula muy grande. Cajal también descubrió la sinapsis o la manera en que se comunicaban esas neuronas a través de impulsos eléctricos. Se han descubierto nuevas cosas sobre lo físico del cerebro, sobre el funcionamiento físico-químico del cerebro.
Freud descubrió el inconsciente y trató de darle una explicación analizándolo, viendo cómo actuaba en enfermos mentales (neuróticos). Creó la teoría del complejo de Edipo, de las regresiones, de la fuerza sexual reprimida, sublimada, etc. Jung también desveló algunos secretos del pensamiento humano.
A veces, cuando uno habla, parece una cabeza parlante o un muñeco que emite signos sonoros porque no sabemos de dónde surge realmente el lenguaje, aunque encontremos lógica en él, la encuentra el que escucha.
Fenómenos como el lenguaje, la literatura, la ciencia, los signos en general siempre llevarán un misterio sobre cómo transcribir ese mismo misterio que hay encerrado en los elementos de la naturaleza humana y física, en lo social, en lo divino, en lo animal. Yo creo que aún somos ciegos de mente en muchas cuestiones que nos asaltan todos los días de ese mundo que hay ahí fuera o dentro de nosotros.
Hoy la aurora se ha portado muy bien, además del sol ha traído una esperanza del mismo color que ella, rosácea y pura como una rosa temprana. Me he metido en el autobús con ganas de llegar al trabajo y poco a poco, como si yo hubiera ido subiendo a una cucaña, me he dado cuenta que la esperanza era cierta: Emma me ha mirado con una mirada que lo decía todo mientras tropezaba con un compañero de trabajo que iba a hacer unas fotocopias. Ella se ha reído inocentemente, puramente, como el amanecer de esta mañana en la que le pediré a Emma que coma conmigo.
He comido solo. La aurora era mentira. Emma me ha dicho que no tenía tiempo, que la esperaba en casa un señor..., No sé qué pensar, estoy desesperanzado otra vez, como a principios de mes que lo volví a intentar. Emma no es para mí. Hay señores más importantes para ella que la esperan después del trabajo mientras yo como solo y luego entro triste a trabajar otra vez y ya no la veo hasta el día siguiente pero otra vez va todo cuesta arriba porque creo que he hecho el ridículo. Espero la próxima vez. Lo intentaré en Navidades, que los corazones están más tiernos.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Ella le dijo que ya no le quería, que no sabía lo que la pasaba pero no tenía fuerzas para dejarle. Era una cosa muy extraña lo que sentía. No sabía si llamarla miedo a la soledad.
Le dijo que estuviera muy cerca esa noche de ella pero que no la tocara. Le dijo que le hiciera un café para pensar mejor lo que hacer y él hizo todo lo que le mandaba porque aún la quería.
Pero la mujer empezó a hacer cosas muy extrañas, como quedarse toda la noche mirando al techo, andar por la casa de madrugada, tomar demasiado café para pensar mejor y llorar en la cocina lágrimas de desamor muy tristes que le encogían el alma a él y al gato, que no sabía ya dónde ponerse para estar tranquilo.
Y pronto dejaron de mirarse porque se consideraban el uno al otro unos extraños sin saber por qué y pronto empezaron a oler el uno y el otro a otra cosa, a un perfume desconocido, a sudores ajenos y ajados. Y ya no se dirigieron la palabra. Pero seguían viviendo en el mismo piso. Hasta que ella perdió el miedo a la soledad y se fue sola a otro sitio donde ahora vive con otro gato y ya duerme otra vez de un tirón. El también vive solo pero ya no nota ese olor raro y duerme más tranquilo en la anchura de su cama solitaria.
Las aceras de nadie devoran
los pasos de mil gentes que pasan.
Ninguno deja huella alguna de su andar
para que las aceras sigan vírgenes
en su cemento frío.
Los balcones que las miran
como soldados muertos
se llenan a veces
de gritos, de cigarros prendidos
al azar del día o de la tarde.
Lloran las aceras su soledad de pisadas anónimas,
de veloces carreras de niños en triciclo,
de la puntera del bastón de los ancianos
y del alegre abrazo de los enamorados.
Pero las aceras no saben nada,
no oyen, no ven más que suelas
que les emborronan el aburrimiento de ser aceras para siempre.
Pasaron unos días en Roma que es la hermana pobre de París. Pasearon por sus calles, se sentaron en placitas de fuentes, comieron pasti e tortellini, visitaron iglesias, se subieron a la cúpula de San Pedro a verlo todo, anduvieron a la orilla del Tíber y vieron los gatos del circo romano. Casi los atropella una moto.
Vivieron unas noches de pasión en el Hotel Tirreno que daba a la Plaza de Trento, donde unas palomas hacían ruidos todo el día.
Tomaron capuccinos, tomaron el sol del otoño en unos bancos que parecían atraer el azul del cielo, tomáronse de la mano por aquellas calles que olían a ajo y a tomate y a lejía todo junto. A Emilio le cagó una paloma en la cabeza y Gabriela se enfadó mucho porque Emilio no se afeitó una mañana. Echaron la pota los dos porque bebieron mucho de un licor típico de mucha graduación pero se repusieron pronto en el Hotel bebiendo mucha agua.
Fueron felices. ¡Quién pudiera saber de su felicidad y probarla un poco! Dormían como cachorros entre las sábanas limpias y se despertaban con arrumacos propios de gatos en celo. ¡Qué felices eran! Hasta que llegaron a Madrid.
El tiempo se detiene y tú te detienes con él.

La vida barata es fácil de conseguir, si te propones vivirla: no fumes y si fumas, de prestado cuando llegue la ocasión. No bebas y no vayas al bar. No tengas coche: es una ruina. No tengas móviles ni aparatitos: son un engaño ruinoso. No tengas teléfono alguno: el que quiera hablar contigo que venga a tu casa, con algo para comer y se lo cuentas por capítulos para que vuelva. Mira mucho la televisión: es barata y consume mucho tiempo barato también. No salgas con amigos ni novias ni novios: sale carísimo. No vayas al cine ni a espectáculo alguno: son todos repetitivos. Vete a un sitio de venta de libros de segunda mano y cómprate de ellos unos cinco kilos: te entretendrás y ganarás conocimientos por poco dinero. No viajes: viajar supone una ruina. Cambia los viajes largos por largas caminatas por los exteriores de tu pueblo o ciudad: perderás peso, verás cosas, ganarás en salud por solamente el desgaste de suela y saldrás ganando. Come poco y bien, mucha legumbre y verdura: cualquier supermercado hace ofertas irresistibles para que comas bien y barato: este debe ser tu mayor gasto y casi el único hasta que ahorres lo suficiente para pasar una vejez atendido por tus ahorros ya que tus hijos no estarán a tu lado en esa edad. Lleva una vida tranquila, procura no ir al médico ni tomar pastillas, que la alimentación sea tu farmacia más asequible y efectiva. No tengas hijos y si los tienes, mételos en la senda de la privación, no del capricho. Que tu casa sea un monasterio más que un almacén de trastos. Por último: no invites ni des dinero a nadie; antes, que te lo den a ti. No hagas regalos estúpidos pues cualquiera lo es. No celebres nada, pues no hay nada que celebrar en este mundo ruin. Solamente celebra que estás vivo pasando la vida que bastante es, pues ya sabes que muchos están muertos.
El tiempo de las flores ya pasó. El tiempo de la arena y de las olas ya pasó. El tiempo pasó.
Acurrucado en la habitación miro por la ventana. Las hojas de los árboles se van desentendiendo de sus ramas.
La alfombra multicolor del otoño ya se adivina. El tiempo pasa mientra miro, miro el frío fuera.
El azul claro del cielo ya no es ancho como el sol. El sol está débil como el pulso de los ancianos que ya vivieron.
La fuerza del aire caliente, el calor abrasador ya no está. El tiempo pasó. La chica acostada en mi cama, desnuda como una amapola se fue también. La paloma se equivocaba.
Los trigos ya segados ya me los he comido. La verdura de las eras ya murió. Triunfa una paz engañosa en el mundo.
Hay gente que padece hambre y escasez. Hay gente a la que las horas les van hundiendo en la desesperación.
La calor es la nevada. La paloma se equivoca. Tu falda es una kilométrica obsesión. Tú eres mi fe y mi equivocación. La paloma se ha equivocado siempre.
El que va hacia la luz, tiene que separar todas las sombras.
Ya no me como el tarro con lo que debería estar haciendo, con lo que debería hacer, con lo que no he hecho; simplemente, vivo la vida que me toca vivir.
Hay muchos tiempos muertos en mi vida, hay muchos instantes en que me quedo mirando al infinito, añorando un pasado y renegando de un presente pero ya son pocos esos instantes.
Me he propuesto ser escritor y de hecho, escribo. Escribo una novela y tengo proyectadas otras dos. No me siento orgulloso de escribir. Hay mucha gente que escribe y lo hace muy bien.
No se trata de competir con esa gente que escribe, sino de escribir yo lo mejor que pueda para satisfacción mía y la de mis lectores.
Juan Rulfo, un funcionario mexicano escribió una obra por la que será recordado: se llama "Pedro Páramo". De difícil lectura, esta obra narra la vida de todo un pueblo en sus apenas 100 páginas. Esta obra tiene colorido, impresiona, sorprende y gira entre los muertos y los vivos, lo real y lo fantástico de modo sublime.
No es que yo quiera parecerme a Juan Rulfo, sino escribir lo que yo siento a través de una historia y unos personajes. Y si lo hago bien, esa historia perdurará.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Gracias a ese profesor de crítica literaria o por culpa de él, tuve que buscar en internet un maldito artículo de un señor que se llama Todorov. Y no lo encontraba por ningún sistema humano.
Hubo mucho cachondeo con el tal Todorov de las narices (que, por cierto, es Príncipe de Asturias) entre mi novia y yo. Y luego, hubo mucho cachondeo además de un cabreo previo en una tienda de movistar en la que me engañaron al comprar un móvil de marca más que dudosa y de funcionamiento pésimo.
Nos fuimos a un gran almacén a comprar un par de móviles mi novia y yo. Seguí buscando al tal Todorov por la red sin resultado alguno. Necesitaba hacer un resumen de su artículo para el miércoles que viene pero el paseo por El escorial me ubicó en mí mismo y ahora no me preocupa nada. Improvisaré lo que sea en esa clase. Me he comprado otro móvil, un samsung galaxy muy bueno con el que estoy muy contento y fui al Kentucky donde vi a Becerra, un buen amigo que reniega de los moros y de los panchitos pero con buen caletre.
El que sabe dónde está la felicidad, sabe más que nadie.

Esta tarde todo, mi cuerpo, mi alma y el aire han transcurrido de modo lento, tibio y apacible en un paseo tranquilo por El Escorial. En El Escorial no hay que cruzar semáforos, no ruedan numerosos coches, toda la ciudad reposa a los pies del silencioso monasterio como si estuviera magnetizada por la piedra de su fachada, imponente y soberbia, silenciosa e imperial.
Otros días que he ido con preocupaciones e impaciencias la ciudad no me ha parecido tan tranquila, tan ostentosamente sosegada y he mirado pero no he visto.
Hoy he visto que esa ciudad agazapada, llena de árboles, de recovecos de granito, de casonas fuertes puede ser fuente de satisfacciones más adelante, cuando vuelva a pasearla.
La vida no se sabe dónde está ni tampoco la tranquilidad. Esta tarde se han dado las circunstancias para que yo me encuentre conmigo mismo, para que cuerpo y alma mía anduvieran a la vez, paso a paso, mirada a mirada, sentimiento duradero de felicidad.
No hay ni una mosquita que ande por las casas ya porque ha llegado el frío.
No hay borrachos por la calle por el frío, por la carestía, por la vergüenza, por la sangre helada que se le queda al bebedor en estos tiempos de crisis.
No hay chicas guapas porque no hay galanes que les brinden la mano, que les susurren picardías, que las hagan suyas en un ford fiesta porque no hay ford fiesta.
No hay grandes cenas porque no hay cordero, besugo que asar. Tampoco se celebra nada importante porque la gente da poca importancia a los fastos.
Hay una gran necesidad de gente que va a los comedores sociales, a ver qué hay hoy, a ver si salimos de esta, a ver si encuentra alguno trabajo, a ver que nos dice la monja, a ver dónde paso la noche tan fría y sola, tan fría y sola.
Hay una sonrisa de vez en cuando para que no dejemos de ser humanos; hay un dolor apaciguado por el mal de muchos, hay que estar alegres, nos ha dicho la monja. 
Cuando se es profesor y se hace dejación de sus funciones, adiós al respeto de los alumnos. Yo lo hice por una enfermedad crónica y grave que nadie querría tener ni padecer.
Cuando se hace conscientemente esa dejación, los alumnos también piensan que ese profesor es una caradura. El profesor que me imparte las clases de crítica literaria no sé lo que es: si un caradura o que deja todo en manos de nosotros, los alumnos para pasar a ser él una especie de moderador de nuestro trabajo.
Hasta ahora, lo que ha hecho este hombre es comentar unas páginas de poesías que no tenían nada que ver con el programa y también hablar de un movimiento crítico de forma ligera (yo me he unido tarde al curso). No sé si habrá explicado algo de valor en las clases antes de que yo llegara a ellas.
Lo que sí da fe es de una gran organización para que seamos los alumnos los que llevemos el peso de las clases a través de unos textos que ha repartido entre nosotros y de una exposiciones que debemos llevar a cabo. Además hay que hacer unos trabajos. Su esfuerzo, el esfuerzo del profesor es mínimo, por lo tanto y un tanto descuidado. Es normal. Está viejo y los temas que hay que tratar ya le resbalan un poquito por la mente como la miel que escurre de una cuchara.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Hay algunos profesores universitarios que largan una perorata en clase de no sé que temas que han recogido esa mañana del departamento y los han fotocopiado en ese mismo momento y sueltan un rollo de aquí te espero durmiendo a la clase entera.
Después, mandan hacer unos trabajos de investigación a sus alumnos y luego se aprovechan de lo que esos alumnos han investigado. Es normal. Esos profesores están viejos y no valen para investigar. Yo tuve una experiencia de ese tipo una vez y le hice una pequeña investigación a un tipo realmente asqueroso, profesor universitario, y digo asqueroso porque tuvo la asquerosa indecencia y maldad de humillar a una alumna compañera nuestra en medio de la clase. Además, dijo que suspendía las clases y no le volvimos a ver. La investigación que yo hice fue sobre la palabra "siglo" en español que quiere decir "mundo" y tiene parangón con otras palabras en hebreo y en árabe. Me costó unas tardes en la biblioteca hacer un recuento de casos en los que aparecía esa palabra y construir una pequeña teoría sobre la palabra en cuestión. Yo creo que ayudé a ese tipo para poder aprobar yo. Es lo que me jode. Ahora viene otro profesor igual que este. A ver que hago.
Me da la sensación de que a este viernes le falta una palanca para levantarse. Me duele el costado y no sé de qué. Me asomo a la ventana y veo a las hojas de los árboles quietas y verdes montando guardia en sus ramas, como si algo fuera a pasar en la mañana.
Por la calle la gente no se desentumece de la semana pasada, tan mala debió ser y no tiene nada que celebrar y sí lamentar: lo pobre que es, no tengo nada, dice una chica a sus amigos.
En el supermercado, las lechugas parecen terminarse de lo lacias que están y los compañeros tomates se amontonan vergonzosos de que todo el mundo los mire y nadie los coja. En el supermercado, toda la clientela lleva más de una lata de cerveza para bebérsela en lo recóndito de su salón, para olvidar con sus tragos que hoy es viernes y no hay nada que celebrar.
La gente mayor pasea unida a su soledad y al mal tiempo, la gente joven está desprestigiada por el efecto de la crisis y vale poco (800 euros por ocho o diez horas) y así va la cosa, más que palanca, a este viernes le hace falta darle la vuelta completamente.

jueves, 7 de noviembre de 2013

En un escrito que tengo por ahí digo que todos somos como Jonás o todos somos como Job casi por el hecho de haber nacido.
Las dos son historias de la Biblia que dicen que uno puede caer en la desgracia más absoluta y estar más perdido que estos dos personajes bíblicos hasta el punto de pedir la muerte a Dios antes de tener que soportar toda la fuerza del mal que puede existir en este mundo. Pero ninguno dejó de creer en Dios en su desesperación porque quizás pensaban que sólo Dios podía sacarlos de ella.
Yo estoy instalado en un fácil pasar, los tiempos de pasarlo mal ya pasaron para mí y espero no tener que probarlos de nuevo como creo que les pasa a los que me rodean: viven de acuerdo a leyes no muy duras y van pasando la vida.
Cuando todo se vuelca en el trayecto de la vida y no tiene sentido ya nada, es cuando estamos dentro de la ballena o apestados. Entonces es cuando hace falta más fe, más fuerza para disfrutar de leyes de la vida más apacibles. 
El viejo profesor que oyera una vez al gran gramático Oswald Bernitt dar una conferencia en el hall de la gran universidad de Yale, allá por los años sesenta, se preguntaba quién era ese cuarentón que había aparecido en sus clases con esos aires de...¿suficiencia?, ¿superioridad?, ¿altanería? Juró ponerle a prueba a la menor ocasión.
Miguel, el profesor de secundaria de baja que se apuntó ese año a las clases de la universidad no dudaba en calificar a aquel viejo profesor como entendido en su materia, aunque ya cansado de explicarla. En el fondo, sentía mucha simpatía por ese hombre que se parapetaba en su estrado con el ordenador y ponía vídeos de youtube en inglés y hablaba de teorías de los sesenta y de que había estado en conferencias de gramáticos y críticos ínclitos todos ellos.
Un día coincidieron en la barra del bar de la facultad y expresaron su íntima admiración mutua con una expresión de camaradería extraña en aquellos ámbitos académicos donde ya cada uno iba por su lado. El viejo profesor se dio cuenta de que no era altanería lo que había en ese muchacho sino un gran deseo de conocer cosas y darlas a conocer y ya no quiso ponerle a prueba sino tomarse otro café con él otro día y charlar, charlar y reír.
El grado de insatisfacción es proporcional al grado de obtención de objetivos pero vivir en la insatisfacción no deja disfrutar del momento actual como disfrutan otros que tienen todas sus expectativas saldadas en el presente.
No es una pose decir que uno está siempre insatisfecho, con cosas que hacer, conocimientos que adquirir, gente que conocer, dilemas que resolver...de modo que el resultado de este hecho, la insatisfacción, es no disfrutar convenientemente del presente despreocupado de todo.
Incluso la insatisfacción llega a ocupar la mente de tal modo que esta desea resolver los intangibles del mundo: la muerte, la expresión artística, el amor, etc de modo que al parecerle al insatisfecho este mundo una especie de misterio en el que siempre hay que estar descubriendo, conociendo, trabajando, etc y nunca llega a descubrir el verdadero misterio de las cosas pues hay cosas que viven en el misterio, la insatisfacción está asegurada.
No dejes de preguntarte pues la vida es un acertijo.
Parece una amenaza agradable el hecho de que yo tenga que exponer ante unos "compañeros" de aula un resumen de un artículo de un estudioso de la literatura y luego tenga que hacer un trabajo académico en el que tengo que apoyar una tesis que me tengo que inventar yo mismo y defenderla yo también.
Esto será lo que me cueste aprobar la asignatura "crítica literaria contemporánea en lengua inglesa" que es optativa del 4º curso, creo, de una nueva carrera llamada Estudios Ingleses y que antes era Filología Inglesa.
El  profesor, que me cae bien, a veces improvisa bastante en las clases y perorata en demasía sobre cualquier tema pero ha conseguido, creo, con este sistema de exposiciones y trabajos que tenemos que hacer los alumnos, que nos espabilemos y busquemos información por los ordenadores para conseguir hacer las tareas encomendadas.
El que espolea el conocimiento, es el conocimiento mismo.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

En los peores días 
yo me he fumado
tristes cigarros
aquí metido.
Nos dan uno cada hora
esas enfermeras tan majas
mientras vemos la televisión.
Pero no creas,
las pastillitas
que aquí nos dan
nos recolocan 
el pensamiento
y nos relajan 
mientras hablamos
con otros enfermos.
A las seis viene mi madre
y ya me dice qué tal me ve.
Pronto saldré
de  estas paredes
a enfrentarme
con la otra locura,
la locura de la puta calle.
Un día es un día...y siete, una semana. Así dicen en mi pueblo. No nos dejemos llevar por espejismos de veinticuatro horas y vivamos en la mesura que imponen los días laborables. Ese charco de agua que vemos a lo lejos no es más que juegos que hace el sol con sus reverberaciones. Salgamos del penoso desierto en el que ya hace varias horas llevamos caminando y vayamos al mar, fuente de toda riqueza y no caigamos en la ilusión del agua mentirosa.
El trabajo diario nos hace estar a gusto con nosotros mismos y la alocada vida de celebraciones nos lleva a pensar que la vida es una jauja recién inventada.
Hagamos lo que esté en nuestra mano para que los amigos, los familiares estén contentos con nosotros por el trato diario y decente y honroso y no por unos regalos que hacemos el día de su cumpleaños (que también es justo y necesario) o por compartir unos manteles efímeros que no causarán la impresión adecuada si esta no va acompañada de un sacrificio con esa persona. Seamos buenos, pero seámoslo prolongadamente y con tenacidad para que los demás nos sigan queriendo un martes y un jueves en la calle.
La mañana parece maravillada por el sol después de unos días de temporal. Dice la canción: qué será de Puerto Rico cuando venga el temporal. Los pajaritos, que han pasado unas hambres, vuelven a piar, a piar como un preso al que le dan martirio.
Dormir las horas de la noche trae consigo que nos olvidemos del ayer más cercano pero seguimos recordando, cómo no, a aquel niño que jugaba dando pedales a una bicicleta muy nueva y muy querida en la plaza del pueblo.
Y también ponemos el acento en esa chica que nos gusta y la vemos cada día más guapa, más reluciente, casi casi como la bicicleta de nuestros recuerdos de infancia.
Y quizás hoy paseemos por Madrid, por las aceras anchas y sugestivas de Madrid con una mano delante y otra detrás de nuestro deseo pues el deseo está en otra parte, no en las aceras anchas y desprevenidas de Madrid, sino en las playas dóciles al disfrute de una isla paradisíaca que nos aguarda, nos aguarda siempre tras la esperanza maquiavélica de las circunstancias tristes que atraviesa la vida. Y no estoy diciendo una bobería, sino lo que es.
Tras las ventanas se ve el cielo, tras nuestro alma se ve el deseo. 

martes, 5 de noviembre de 2013

Se debate ahora por los políticos la idea de que el huso horario en España y los hábitos horarios que tenemos los españoles no son racionales. Es increíble cómo nos cambia la vida cuando cambian la hora en octubre: enseguida se hace de noche.
Pero no sólo eso: la gente anda muy, muy cansada e incluso irritada con este absurdo modo de vivir que llevamos por culpa de las malditas horas.
Venimos de un verano en el que vivíamos hasta las doce o una de la madrugada y ahora a las seis de la tarde es de noche y no ve uno la hora en que se va a acostar. Ridículo. El mundo loco.
Yo no entiendo de Greenwich ni de nada de eso pero algo raro hay en estos cambios tan bruscos que se producen en las horas y en el modo de vivir que siguen a esos cambios horarios.
Hay algunos que dicen que nos quitarán la siesta y el modo de ser español pero yo digo que muchos españoles están derrengados y de los nervios con estos cataclismos diurnos y nocturnos que traen las órdenes europeas. Que alguien lo arregle, por favor.
Por la Concepción, a las cinco la oración.
Estoy estos días para arriba y para abajo, montado en autobuses lentos e incómodos mientras voy a la universidad y allí escucho de boca de un viejo profesor teorías, nombres de señores que quisieron poner luz a los libros y a veces, cuando ese profesor se dirige a mí en inglés, yo me azoro y termino contestando en español, lo que causa perplejidad en la clase.
Hay muchos conceptos nuevos que no se me meten en la cabeza pero con la idea de sorprender a ese viejo profesor con alguna idea original y aceptable, leo y vuelvo a leer y revuelvo en mi cabeza las ideas que voy aprendiendo hasta que ¡zas!, surge en mí la comprensión de tal punto incomprensible durante las últimas semanas y así voy avanzando poco a poco hasta que un nuevo mandato de ese viejo profesor me inquiete y me haga ir a la biblioteca, a consultar internet, a buscar un libro y vuelta a empezar a dar vueltas a la cabeza. Y ahora se me hacen largas las clases otra vez y pesados los viajes y extraños los compañeros de clase.
Pienso a menudo en un ideal que consiste en correr diariamente y dejar de fumar pero no lo consigo ni a tiros. Me he acomodado en el sedentarismo y lo máximo que hago es andar de vez en cuando unos kilómetros.
Hay un escritor japonés muy conocido, Murakami, que ha escrito incluso un libro sobre esta costumbre de correr.
Dicen que cuando empiezas a correr cuesta pero luego se convierte en una especie de droga.
La verdad es que yo ya no recuerdo la última vez que corrí algunos metros, debió ser cuando perdía algún autobús.
Parece mentira pero hay que ver la emoción que aporta a la vida correr unos kilómetros todos los días. Yo lo intuyo así aunque nunca lo he hecho y la pulsión de ponerme a hacerlo es grande pero no encuentro el día, la hora ni la ocasión. Hace falta un horario y una pequeña organización y vencer el mal tiempo pero lo que más hace falta es voluntad y en mí la voluntad de correr es sólo teórica. Sé que sería muy bueno pero no lo hago. Otro señor, psicólogo, decía que había que hacer planes de adelgazamiento antes de los cincuenta.

sábado, 2 de noviembre de 2013

En este mundo occidental en que vivo la vida se divide en trabajo (cada vez peor pagado) y entretenimiento (cada vez más absurdo). Siempre se ha pensado que al poder establecido no le gusta que la gente piense. Yo pienso que al poder le gusta que la gente esté entretenida con juegos o actividades cada vez más triviales (estoy hablando, básicamente del fútbol).
Todo lo que el fútbol, aparte del mismo partido, ofrece desde que amanece hasta que se hace de noche, es un cuento de nunca acabar.
¿Por qué la gente no piensa en que su comportamiento como ciudadano puede llegar a cambiar el mundo a mejor solo con realizar una serie de actividades que no sean las que mueven a la masa, a la enorme masa dirigida en oleadas de gustos y opiniones?
Pues eso no es tan difícil si no seguimos los gustos que el poder impone a la mayoría de la población que hace de todo un consumo de usar y tirar, no para que pensemos en el mundo en que vivimos con un criterio personal y no manipulado. Todos somos libres pero decimos que las circunstancias nos obligan. Todo lo que gusta a una multitud es sospechoso de ser grosero.
A mi hermano y a mí, cuando éramos universitarios nos gustaba teorizar. Supongo que teorizar es hablar de grandes cosas para tratar de comprender el mundo, actividad que nos gustaba mucho.
Solíamos echar la culpa de todo al dinero. Mi hermano gemelo defiende últimamente que todo debería estar organizado por sindicatos que negociaran las necesidades de las personas, no dejarlo todo a la voluntad del mercado.
Lo que no nos ha gustado nunca a mí ni a mi hermano son las desigualdades, quizás porque entre mi hermano y yo siempre ha habido un reparto, una igualdad de condiciones en nuestras pequeñas y grandes cosas.
Lo que no concebíamos es que una familia disfrutara de un chalet de 300 metros cuadrados y otra viviera en una chabola. Me gustaba la idea marxista de que a cada uno se le diera de acuerdo con sus necesidades. Pero no nos gustaba la forma de realizarse del comunismo ni del capitalismo. Nos gustaría un régimen que abogara por la igualdad económica para todos y ese régimen no creo que llegue nunca. Por eso teorizábamos: teorías que no tenían concreción en la realidad pero componíamos nuestro deseado mundo y forjábamos nuestra personalidad.
Si comparáramos al occidental medio con un indio habitante del Amazonas, ¿se distinguiría el primero por las lecturas que ha hecho a lo largo de su vida que le hayan dado unos conocimientos sobre su propia cultura?
Yo creo que el habitante medio de Europa ha leído poco, tan poco que no conoce los rudimentos de su propia cultura.
El indio del Amazonas tiene un conocimiento eminentemente práctico de su entorno: sabe hacer harina de mandioca (las mujeres), sabe cazar (los hombres) y sabe relacionarse con los espíritus a través de una droga que extrae de un árbol para que la caza y los mismos espíritus le sean propicios. Después, dedica mucho tiempo a rituales cuando miembros de otra tribu le visitan, cuando hay un funeral o cuando hay una fiesta por otros acontecimientos sociales como bodas o nacimientos.
¿Acaso un occidental difiere mucho en su comportamiento a estos indios aunque tenga la tecnología a su disposición, coches, fútbol y otros espectáculos modernos? Las pautas de comportamiento del europeo se basan mucho en acontecimientos sociales y en espectáculos futbolísticos y en el consumo de drogas. ¿Qué vende Inglaterra o Alemania o España al exterior: el sesudo científico o intelectual o el aficionado al fútbol? Este último yo creo. Es muy primitivo este señor.
He estado estudiando a una serie de personas ligadas a la universidad y que quisieron explicar cómo funciona una obra literaria. 
Un movimiento de estos se llamó formalismo ruso y estuvo perseguido por el régimen soviético. Lo que dice este movimiento es que la percepción de la realidad que tenemos es automática y práctica, de modo que perdemos el contacto con la realidad por esa exposición que no valora las cosas en sí mismas. Lo que haría la literatura, al ser un arte, es darnos una nueva visión de la realidad desautomatizada, alejada de lo práctico y con unas combinaciones nuevas que harían realzar esa realidad.
El lenguaje de la literatura sería difícil y nuevo y en él tendría cabida la metáfora como recurso más poético o literario.
Otros autores americanos harían sus estudios pensando en una relación profesor-alumno de modo que hacen ver qué obras son buenas, qué obras hacen un descubrimiento y es acertado el tratamiento lingüístico de ese descubrimiento en la invención que hay en la obra literaria.
A estos autores se les tuvo mucha consideración en prestigiosas universidades por su extraordinaria formación y su deseo de cambiar el modo de entender el mundo a través de la literatura y del lenguaje que usamos todos los días, sistemas que estudiaron concienzudamente para explicar el status quo de nuestra sociedad y el modo de cambiarlo. 
Me he leído un libro sobre Roland Barthes. Fue un hombre contracorriente que tuvo relevancia en los sucesos del mayo del 68 en París. Se le considera fundador de la semiología de la vida cotidiana que quiere decir que estudió los signos comunicativos existentes en la moda, las imágenes, el deporte, etc.
El era un estudioso de la literatura pero no se consideraba un crítico literario porque decía que dictaminar si era buena o no una obra correspondía a la burguesía, clase social que él combatió.
Tuvo simpatías, al igual que Sartre y otros intelectuales revolucionarios de la época, por la clase obrera, por el marxismo y fue amigo de Bertold Brecht, el dramaturgo que escribió "Madre coraje".
A través de unas peleas intelectuales con otros profesores de la época consiguió demostrar que la obra literaria tiene su significado en las interpretaciones de los lectores, no en la intención del autor, que para él es un mero escribidor. Habló de la falacia intencional que después teorizaron los universitarios del new criticism.

viernes, 1 de noviembre de 2013

En este mundo traidor se está ganando mucho dinero y todo parece fácil como que todo se vuelca y andamos mendigando de lo tristes que estamos.
Así ha pasado en lo económico y es un poco tonto decir que lo que se han perdido son valores y que la crisis es una oportunidad. La crisis es perder dinero y andar triste sentado en un parque porque no se tiene trabajo. Todas las teorías adyacentes a ese deterioro social y dinerario es absurdo.
Bien es verdad que hay negocios que florecen con la crisis pero los de siempre la padecen porque no hay dinero que gastar y todas las demás consideraciones son futiles y estúpidas. Nadie saldrá mejorado de la crisis y todo el mundo espera con ansia que acabe.
En lo personal, a veces, también hay crisis que nos dejan baldado el ánimo y sin saber dónde dirigirnos. Como coincidan ambas crisis, la general, y la personal ya te puedes buscar la vida de la manera más acelerada porque si no, te come la miseria.
Al humano se le permite caer, lo que no se le permite es permanecer tirado en el suelo porque se le arrolla.
Mis méritos los tengo en  poco porque son pasados. Yo fui profesor, ahora no lo soy y lo que se adquiere sin esfuerzo se valora poco también aunque sirva para vivir. Quiero decir un dinero de la administración. Yo miro al futuro y lo que pueda hacer de aquí en adelante. Más me vale estar a gusto con lo que hago ahora y prosperar en ello para decir que soy algo, no que lo fui.
Un signo de inteligencia es adaptarse al presente que nos toca vivir y mirar desde ese presente al futuro con ilusión. En estas horas menguadas, no todo el mundo sabe hacerlo y se viene abajo.
Con el trabajo diario se adelanta mucho. A nadie le gusta insistir e insistir en una labor continua que consiga levantar la moral y sacrificarse por salir adelante aunque todo alrededor diga: ríndete. Y eso es lo que hay que hacer y además, renunciar a placeres porque el dinero es escaso. Pero ya dijo la Biblia que hay años de vacas flacas y años de vacas gordas y estamos esperando las vacas gordas que ya vendrán y el que ha aguantado en tiempos de escasez (que para mí no la ha habido en términos de dinero pero sí en términos, digamos, de saber qué hacer con la vida), lo pasará bien dentro de unos pocos años.
Durante mucho tiempo ha reinado en Europa la idea de que daba igual lo que hicieras en el mundo porque el verdadero mundo nos aguardaba después de muertos. En este mundo se venía a sufrir y había que ser bueno para ganar el otro.
Pero ya se vaciaron las iglesias y se dejó de pensar que esto es un valle de lágrimas y  se pasó a considerar que hay que disfrutar todo lo posible de este mundo. Y se pasó al otro lado en la visión placentera de las cosas. Y se buscaron paraísos artificiales en este mundo y se pensó que ya no habría cielo ni infierno, premio ni castigo. Nosotros nos dábamos el premio o el castigo en esta vida.
Los que se daban a los placeres, se acababan dando cuenta de que caían en adicciones baratas y corruptoras del cuerpo y del alma.
Por lo que se saca en conclusión que sea este el único paraíso que hay y que no hay gloria celestial, no debemos dejar que nuestro cuerpo caiga en la dejadez de primerizos placeres que después se convierten en una dependencia cruel. Más vale la moderación que pensar que nuestro cuerpo lo aguanta todo. Dice un refrán: lo malo, si poco, no tan malo. La vida, aunque corta, nos depara placeres medidos por la razón que son los buenos. 
El otro día un profesor dijo en clase que es un signo de inteligencia saber lo que se calza, saber hasta donde llega uno, conocer los propios límites pero yo digo que sin la ilusión de llegar lejos tampoco se puede vivir. La ilusión no ha de perderse nunca.
En este mes que empieza en el que un sol medio muerto mal calienta el aire y avecina el invierno frío hay que fijarse en aquellos ejemplos de entereza ante la vida, en aquellos hombres y mujeres que miran al futuro con ojos esperanzados, alegres y confiados en él, como si fuera un aliado mientras viven el presente como si estuvieran en una salsa muy rica.
Yo me desespero a veces y tengo tendencias depresivas que me hacen desconfiar del presente pero cuando veo a una persona reír o mostrar fe en lo que hace y en lo que piensa me pongo yo también a pensar que merece la pena estar vivo y luchar como luchan y viven con toda la tranquilidad y el ánimo estos modelos de bien hacer ante la vida. No nos desesperemos y aunemos en nosotros el sabio conocimiento de nuestras limitaciones sin renunciar a aquello que deseamos para que se cumpla y así ser felices.