lunes, 11 de noviembre de 2013

Hoy la aurora se ha portado muy bien, además del sol ha traído una esperanza del mismo color que ella, rosácea y pura como una rosa temprana. Me he metido en el autobús con ganas de llegar al trabajo y poco a poco, como si yo hubiera ido subiendo a una cucaña, me he dado cuenta que la esperanza era cierta: Emma me ha mirado con una mirada que lo decía todo mientras tropezaba con un compañero de trabajo que iba a hacer unas fotocopias. Ella se ha reído inocentemente, puramente, como el amanecer de esta mañana en la que le pediré a Emma que coma conmigo.
He comido solo. La aurora era mentira. Emma me ha dicho que no tenía tiempo, que la esperaba en casa un señor..., No sé qué pensar, estoy desesperanzado otra vez, como a principios de mes que lo volví a intentar. Emma no es para mí. Hay señores más importantes para ella que la esperan después del trabajo mientras yo como solo y luego entro triste a trabajar otra vez y ya no la veo hasta el día siguiente pero otra vez va todo cuesta arriba porque creo que he hecho el ridículo. Espero la próxima vez. Lo intentaré en Navidades, que los corazones están más tiernos.

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