lunes, 22 de abril de 2024

 El tablero de ajedrez tiene menos piezas pero la partida avanza. Aquel hombre no tuvo nunca historia. Era un número en la ingente sociedad de los desconocidos. Qué chirridos fantasmas anuncian que todo se acaba, anuncian que está triste la formación de las rosas en el jardín. El mar me dice que hay una presencia, que no todo es aviso de renuncia. Las apretadas raíces de los árboles recobran el recreo de la conciencia. Amar es la solución siempre pero la serpiente del rencor ya ha picado hondo en las venas de la masa sin música. Dejad al mar que surja de lo hondo para que surta de luz acuosa la luna lánguida del otoño umbroso. No me doy a la razón de que la gente sea tan terca en su error. Es igual. Debo andar. Estoy gordo. Debo caminar para organizar el pensamiento.

No es el dibujo exacto de la furia y la ignorancia.

Es casi la encarnación de la estupidez que gira y gira.

jueves, 18 de abril de 2024

 Algo ha sucedido. No hay que llamar a Sherlock Holmes para averiguar qué. Todo ha sido brusco, demencial, oscuro. Ya está resuelta tal brusquedad. El niño a las lluvias enlazado, recorre las tierras húmedas del pueblo inhabitado. Hay quien se lo monta bien y hay quien está lleno de impedimentos. El coche está encerrado en el garaje y no quiere arrancar, no desea arrancar, no puede arrancar. Hay un resplandor en la mano inaudita, hay deseos no involucrados con el sentimiento. Jamás he visto dioses, solo hombres y mujeres que habitaban la acera como se habita el dolor. Anda por los aires una sonrisa blanca antes de que vuelva la dura frente de los cocodrilos. Debo andar y voy a andar. La navidad ya está lejos y su frío pero debemos acercarnos a la bondad feliz de los reyes y su niño.


Junto a la orilla de los ríos, junto a la luz palpitante

dormía la ninfa de Garcilaso diciendo poesía.



sábado, 6 de abril de 2024

Una larga carretera entre grises peñascales va a dar a la nada y a nadie. Va llena de curvas, llena de penas, llena de olvidos. La carretera es sombría y monótona. Algún pastor se sienta en un montículo y observa la carretera. Pasan coches muy de cuando en cuando. Los días de ese pastor están hechos todos de lo mismo: las ovejas, los perros, la sierra. Pareciera que el pastor viviera en un sueño continuo. Pasa un coche que va al pueblo. En el pueblo hay un chico terrateniente que ha heredado del padre. Tiene ganado y tierras. Ese chico va en el coche, un coche de alta gama, un mercedes. Lleva a su novia consigo. La novia es guapa, una rubia guapa. Mañana se besarán y harán el amor en la casona de chico rico. Fin.

Mira cuántos van detrás del dinero, no conocen otra cosa 
más atractiva.

 Mariano tenía que cuidar de su madre. Su madre estaba muy mal: retenía líquidos, meaba con dificultad, tenía una pierna casi inservible. La ayudaba en todo. La compraba de todo. Pescado, carne, verduras, legumbres. Se tiraba la mañana guisando unos garbanzos, si eran del gusto de la madre. Una enfermera venía dos días a la semana a verla. La enfermera la consolaba un poco. Un día, la madre se fue con sus nietos a su pueblo de Cuenca. Creía que sería la última vez que vería su pueblo y así fue. Cuando llegó de su pueblo a la ciudad, empezó a fallar de una cosa y de otra y murió una noche que dio mucha tabarra. Mariano ya no tenía razón de vivir sin su madre. Se aburría enormemente. No sabía dónde ir, qué hacer. Fue al centro de los mayores a jugar una partida a las cartas pero se sintió extraño. Hasta que un día, se lanzó a andar por un camino rural. Y se sintió bien andando. Y así, Mariano hizo kilómetros andando hasta que se cansó por viejo. Ingresó en un residencia donde había una enfermera muy guapa y muy buena. Allí pasó sus últimos días.

La armonía del mundo cabía en uno de tus versos.

La armonía de Dios andaba en tus poesías.

 Eleuterio se puso malo. Le entraron unas melancolías fuertes. Las pastillas ya no le hacían nada. Estaba solo a todas horas del día. Eleuterio lo pasaba mal. Así que se fue a Madrid a pasear. Paseó un largo paseo por una avenida grande. Vio rostros, rostros como el suyo. Perecía que su rostro de insatisfacción y pena se reflejaba en otras caras que pasaban raudas de frente a él. Y empezó a pensar que no era solo él el que sufría, que había gente peor que él a juzgar por la desolación que había en los semblantes que venían de la avenida y se cruzaban con él. Bien es cierto que la mayor parte de esas personas con las que se cruzó estaban alegres, iban haciendo planes con el móvil en la oreja, iban felices de oír una voz amiga, iban llenas de planes de futuro. Parecía que Eleuterio carecía de futuro. Pero no era así. Todo ser humano tiene un futuro aunque no quiera. Eleuterio llegó a casa, se tomó un café y empezó a escribir una novela que le daría mucha fama tres años después.

El agua se hizo amiga del aire.

Y las dos fueron poderosas formas de amar el mundo.

viernes, 5 de abril de 2024

 La pancarta decía: "viva la sanidad". Daban muchas voces. Pedían dimisiones, dinero, inversiones, mejores sueldos, horarios flexibles, etc. Yo estaba allí contemplándolo y oyéndolo todo. Era una manifestación en toda regla. Al cabo de dos horas largas, se fueron con sus carteles. Unos carteles eran de cartón con rotulador rojo. Otros eran extensas sábanas. Otros con un palo, de cartulina blanca. Todos defendían la sanidad. Hubo uno que se quedó y se desgañitaba dando voces: "no nos quiten la sanidad", decía. Yo me quedé a ver cuánto aguantaba ese señor chillando la misma frase. A eso de la una del mediodía, se cansó, su voz se quebró, ya no salía ninguna frase de su garganta atormentada. La cabeza debía darle vueltas pues parecía mareado. Se echó a andar (pues no se había movido del sitio, la entrada del ambulatorio) y no pudo. Se sentó en una escalinata. La gente pasaba al lado de él y no veía que estaba exhausto. A eso de las 2, hubo que meterle en el ambulatorio. De allí fue al hospital. Le atendieron bien. El hombre daba mucho las gracias a todos los enfermeros y médicos. A las 6 de la tarde, salió del hospital, totalmente curado. Comió la comida del hospital y no le supo mal. Todo el mundo dice que la comida del hospital es mala pero hay excepciones. El hombre volvió a quedar en otra manifestación e hizo lo mismo, se quedó chillando esas palabras mágicas: "viva la sanidad". Esta vez, cuando acabo la manifestación, se llegó a casa, comió y paladeo su soledad a fondo, muy a fondo y se puso a llorar.

 Viernes. Así le llamó Robinson Crusoe a el hombre que vio en la isla. Viernes. Así es cómo comienza el fin de semana. Viernes. Si fueran otras épocas, los delirios no tendrían fin. Solana. Un pintor y escritor que sufrió en sus carnes la insania. Los hombrecillos verdes no han dormido bien hoy y están inquietos, desagradables, irónicos. El modo de obrar no es baladí. Todo se queda apuntado en la vida, hasta los saludos por la mañana. Lo que hagáis a un pequeño de estos, me lo estáis haciendo a mí. Radio. Unos amigos encantados de saludarse y reír. Es bueno reñir, digo reír hasta desternillarnos. No destornillarnos. Desternillarnos. De ternilla, que es lo que hay entre los huesos. Estoy desembocando, estoy cansado de esta estrella. La vida me azuza como un perro de presa. La vida es escuálida como un niñito de África. No sabemos quejarnos. Eso está bien.

Todo hombre tiene dos batallas que librar:

la de los demás y la suya propia.