lunes, 22 de abril de 2024

 El tablero de ajedrez tiene menos piezas pero la partida avanza. Aquel hombre no tuvo nunca historia. Era un número en la ingente sociedad de los desconocidos. Qué chirridos fantasmas anuncian que todo se acaba, anuncian que está triste la formación de las rosas en el jardín. El mar me dice que hay una presencia, que no todo es aviso de renuncia. Las apretadas raíces de los árboles recobran el recreo de la conciencia. Amar es la solución siempre pero la serpiente del rencor ya ha picado hondo en las venas de la masa sin música. Dejad al mar que surja de lo hondo para que surta de luz acuosa la luna lánguida del otoño umbroso. No me doy a la razón de que la gente sea tan terca en su error. Es igual. Debo andar. Estoy gordo. Debo caminar para organizar el pensamiento.

No es el dibujo exacto de la furia y la ignorancia.

Es casi la encarnación de la estupidez que gira y gira.

jueves, 18 de abril de 2024

 Algo ha sucedido. No hay que llamar a Sherlock Holmes para averiguar qué. Todo ha sido brusco, demencial, oscuro. Ya está resuelta tal brusquedad. El niño a las lluvias enlazado, recorre las tierras húmedas del pueblo inhabitado. Hay quien se lo monta bien y hay quien está lleno de impedimentos. El coche está encerrado en el garaje y no quiere arrancar, no desea arrancar, no puede arrancar. Hay un resplandor en la mano inaudita, hay deseos no involucrados con el sentimiento. Jamás he visto dioses, solo hombres y mujeres que habitaban la acera como se habita el dolor. Anda por los aires una sonrisa blanca antes de que vuelva la dura frente de los cocodrilos. Debo andar y voy a andar. La navidad ya está lejos y su frío pero debemos acercarnos a la bondad feliz de los reyes y su niño.


Junto a la orilla de los ríos, junto a la luz palpitante

dormía la ninfa de Garcilaso diciendo poesía.



sábado, 6 de abril de 2024

Una larga carretera entre grises peñascales va a dar a la nada y a nadie. Va llena de curvas, llena de penas, llena de olvidos. La carretera es sombría y monótona. Algún pastor se sienta en un montículo y observa la carretera. Pasan coches muy de cuando en cuando. Los días de ese pastor están hechos todos de lo mismo: las ovejas, los perros, la sierra. Pareciera que el pastor viviera en un sueño continuo. Pasa un coche que va al pueblo. En el pueblo hay un chico terrateniente que ha heredado del padre. Tiene ganado y tierras. Ese chico va en el coche, un coche de alta gama, un mercedes. Lleva a su novia consigo. La novia es guapa, una rubia guapa. Mañana se besarán y harán el amor en la casona de chico rico. Fin.

Mira cuántos van detrás del dinero, no conocen otra cosa 
más atractiva.

 Mariano tenía que cuidar de su madre. Su madre estaba muy mal: retenía líquidos, meaba con dificultad, tenía una pierna casi inservible. La ayudaba en todo. La compraba de todo. Pescado, carne, verduras, legumbres. Se tiraba la mañana guisando unos garbanzos, si eran del gusto de la madre. Una enfermera venía dos días a la semana a verla. La enfermera la consolaba un poco. Un día, la madre se fue con sus nietos a su pueblo de Cuenca. Creía que sería la última vez que vería su pueblo y así fue. Cuando llegó de su pueblo a la ciudad, empezó a fallar de una cosa y de otra y murió una noche que dio mucha tabarra. Mariano ya no tenía razón de vivir sin su madre. Se aburría enormemente. No sabía dónde ir, qué hacer. Fue al centro de los mayores a jugar una partida a las cartas pero se sintió extraño. Hasta que un día, se lanzó a andar por un camino rural. Y se sintió bien andando. Y así, Mariano hizo kilómetros andando hasta que se cansó por viejo. Ingresó en un residencia donde había una enfermera muy guapa y muy buena. Allí pasó sus últimos días.

La armonía del mundo cabía en uno de tus versos.

La armonía de Dios andaba en tus poesías.

 Eleuterio se puso malo. Le entraron unas melancolías fuertes. Las pastillas ya no le hacían nada. Estaba solo a todas horas del día. Eleuterio lo pasaba mal. Así que se fue a Madrid a pasear. Paseó un largo paseo por una avenida grande. Vio rostros, rostros como el suyo. Perecía que su rostro de insatisfacción y pena se reflejaba en otras caras que pasaban raudas de frente a él. Y empezó a pensar que no era solo él el que sufría, que había gente peor que él a juzgar por la desolación que había en los semblantes que venían de la avenida y se cruzaban con él. Bien es cierto que la mayor parte de esas personas con las que se cruzó estaban alegres, iban haciendo planes con el móvil en la oreja, iban felices de oír una voz amiga, iban llenas de planes de futuro. Parecía que Eleuterio carecía de futuro. Pero no era así. Todo ser humano tiene un futuro aunque no quiera. Eleuterio llegó a casa, se tomó un café y empezó a escribir una novela que le daría mucha fama tres años después.

El agua se hizo amiga del aire.

Y las dos fueron poderosas formas de amar el mundo.

viernes, 5 de abril de 2024

 La pancarta decía: "viva la sanidad". Daban muchas voces. Pedían dimisiones, dinero, inversiones, mejores sueldos, horarios flexibles, etc. Yo estaba allí contemplándolo y oyéndolo todo. Era una manifestación en toda regla. Al cabo de dos horas largas, se fueron con sus carteles. Unos carteles eran de cartón con rotulador rojo. Otros eran extensas sábanas. Otros con un palo, de cartulina blanca. Todos defendían la sanidad. Hubo uno que se quedó y se desgañitaba dando voces: "no nos quiten la sanidad", decía. Yo me quedé a ver cuánto aguantaba ese señor chillando la misma frase. A eso de la una del mediodía, se cansó, su voz se quebró, ya no salía ninguna frase de su garganta atormentada. La cabeza debía darle vueltas pues parecía mareado. Se echó a andar (pues no se había movido del sitio, la entrada del ambulatorio) y no pudo. Se sentó en una escalinata. La gente pasaba al lado de él y no veía que estaba exhausto. A eso de las 2, hubo que meterle en el ambulatorio. De allí fue al hospital. Le atendieron bien. El hombre daba mucho las gracias a todos los enfermeros y médicos. A las 6 de la tarde, salió del hospital, totalmente curado. Comió la comida del hospital y no le supo mal. Todo el mundo dice que la comida del hospital es mala pero hay excepciones. El hombre volvió a quedar en otra manifestación e hizo lo mismo, se quedó chillando esas palabras mágicas: "viva la sanidad". Esta vez, cuando acabo la manifestación, se llegó a casa, comió y paladeo su soledad a fondo, muy a fondo y se puso a llorar.

 Viernes. Así le llamó Robinson Crusoe a el hombre que vio en la isla. Viernes. Así es cómo comienza el fin de semana. Viernes. Si fueran otras épocas, los delirios no tendrían fin. Solana. Un pintor y escritor que sufrió en sus carnes la insania. Los hombrecillos verdes no han dormido bien hoy y están inquietos, desagradables, irónicos. El modo de obrar no es baladí. Todo se queda apuntado en la vida, hasta los saludos por la mañana. Lo que hagáis a un pequeño de estos, me lo estáis haciendo a mí. Radio. Unos amigos encantados de saludarse y reír. Es bueno reñir, digo reír hasta desternillarnos. No destornillarnos. Desternillarnos. De ternilla, que es lo que hay entre los huesos. Estoy desembocando, estoy cansado de esta estrella. La vida me azuza como un perro de presa. La vida es escuálida como un niñito de África. No sabemos quejarnos. Eso está bien.

Todo hombre tiene dos batallas que librar:

la de los demás y la suya propia.

jueves, 4 de abril de 2024

 Lo judíos y los mahometanos no comen cerdo. Hay que olvidarse de unas personas. No las volveré a ver. La vida es como una carrera de obstáculos y los obstáculos no son una valla. Enmudeció la cigarra. Fui niño hace ya millones de años atrás. Comer es difícil en estos tiempos difíciles. Oh, tú, Azorín, que viniste de Ulises a la gran Castilla, dime cómo salir de este aprieto a través de tus escritos. Voile queriendo a mi padre y a mi hermano y con ellos surco el camino. La ley está de mi lado, la ley me asiste. Tengo abogados que me pueden ayudar. En los meses de aquella primavera, tres o cuatro hijos de puta querían meterse en mi vida. Todo será que mañana sea viernes y todo lo que surja ese viernes será viernesero.

La piedad que espero de la gente 

se diluye. Pero hay que confiar en mí mismo.

 Solana fue un pintor y escritor. A veces tengo que hablar como hice entonces y decir que la gente no es como yo creo. La gente es nociva y criminal cuando huele el dinero. La gente solo se mueve por esas cosas ocultas que salen a relucir cuando hay debilidad en el otro. Las olmedas son grandes arboledas donde se encuentra la sombra y el abandono del mundo. No hay edad para los cuentos. El sol de oro baña las columnas mientras los avariciosos se miran el bolsillo numerosas veces, se van mirando el dinero y quieren más. La gente asquerosa que habita la Tierra la hace más pequeña y mísera, es un "don" que tiene la gente asquerosa. Hoy es jueves y probablemente, mañana será viernes. Estoy  gordo. Otros están delgados y viejos de alma, qué se le va a hacer.

Almas putas que se venden al dinero hay muchas.

Almas queridas por Dios, bien pocas.

 La noche luce un azul intenso acompañado por las hojas finas de los abetos. Yo no me doy a la razón. En las horas vacías, por el día, tú ya te manifestabas como un premio. La playa recibe las olas, las acuna, las asoma del mar a la arena. Hoy, en el centro de España, la sequedad del ambiente dejará el cadáver de mucha gente que anda. En los crepúsculos exangües, los surferos buscan la ola. Los viejos amigos ya no aparecen, se los ha tragado la acera inmunda y sucia del anochecer. La gente es gorda porque come mucho. La poesía desaparece entre las manos abiertas de un dios envidioso, lunático y despreciado. La ola que buscan los surferos a las 5 de la mañana es un tanto difícil de encontrar.

Preguntar qué fue de nuestro remanso de paz

es inútil ya, es absurdo. La paz ya se ha roto.

miércoles, 3 de abril de 2024

 Recuerdas ese sol al que enseñabas los dientes, ahora ya no puedes, por intenso y extremado. Recuerdas conversaciones de antes, mutismo.

Recuerdas canciones burlescas y agobiantes, música ligera. A que así sí.

Recuerdas paseos dantescos con compañía de trompetas, bueno, pues ahora flautillas acompasadas y aprender a morir.

Recuerdas amenazas, calladito estás más guapo.


Donde las dan las toman y callar es bueno. 

La miseria engendra miseria.

A pedradas aprende el apedreado.


¿ Te acuerdas Paco, de cuando la libertad aquella, tan normal y sincera? Han venido a llenarnos los ojos de cosas, de molestias y zarandajas. De compra-venta, tu me entiendes. No habla la gente; vocifera, impera y solícita, exige, póngame un helado, al estilo de las películas del oeste, demasiado caro, se van despidiendo con la cara atravesada.  Asistimos a competiciones de la necedad por la necedad y no hay sonrisas, sólo carcajadas artificiales y locas, fantasmas berreantes y dolorosas amenazas. Pecunia y Epicuro son entes de gran fortaleza.

Te recuerdo pedaleando, cansado y feliz en el esfuerzo. Leyendo, memorizando y dando clases a niños maleducados. Escuchando homilías con aire despistado, visitando catedrales y rezando. Nunca te ha gustado la playa, verdad; el mar, para un hombre de secano no tiene ningún sentido, y sin embargo...


Los últimos años te has encontrado a la deriva, como un toro fiero que no se rinde y pelea con el albero, no con el arbitrio. Te gustaría, ya , descansar, que todo vaya más despacio, transido ya de desfiguradas traiciones...


Crees, Paco, porque crees, no hay duda de ello, de que todo llega a su fin y sé que fácilmente entregarías tu cuello a uno que te lo rebanara y a descansar. Pero no seas egoísta, mira al cielo, a los árboles, a la lluvia caer y piensa que tus semejantes son como ellos.


El que no cree, ni creyendo ni haciéndole creer. 


Un niño, que era inocente, le preguntó a su maestro sobre la clave de resolver los problemas. A lo que éste le contestó que no se preocupara de ese asunto, sino de hacer lo que le mandaba, que era leer y aprender números, además de retener todo aquello que pudiera. Y no sólo eso, sino de leer y aprender números por sí mismo. El niño agachó la cabeza y entendió, pues era inocente. Otro, más osado, le preguntó que si eso serviría de algo a lo que el maestro le ofreció la puerta. Otros, los más, intemperados, necios y desnaturalizados, pues estaban ya echados a perder se fueron detrás a jugar y a hacer el gamberro. Y el maestro dividió las clases entre RECREO y ESTUDIO. Se quedó en el quicio de la puerta todos los días para ver si los niños se hacían humildes, juiciosos y mansos. Mientras, su alumno preferido aprendía, él solo. Se acabó el curso y se aprovechó algo: diferenciar. 


Los necios, de tan pomposos, estorban en demasía.


Un insensato es cruel consigo mismo, luego con los demás.


Un imprudente merece caerse y darse con la cabeza.


Me vas a decir a mí, dice el que se lo dice todo así mismo, se autoproclama y se adorna con alabanzas a su propia persona.


No sabes lo que dices, corta corajudamente e inexpresivo el hipócrita que no sabe ni quien es.


A lo poco que sabe el ignorante añádasele la suerte, la idolatría, y la hechicería y tenemos un personaje típico de los tiempos oscuros.




 

La calma chicha en medio del océano hiela la sangre a una temperatura cálida. En tierra, las nubes no asustan pero espabilan, el retemblor causa nerviosismo, el viento azota a los inocentes, la humedad es dolor de viejo y de edificios castigados por la intemperancia, la sequedad es trasiego del despistado, la brisa engaña a los imprudentes, y ya he dicho mucho. El humo de tabaco calma, quita angustia y hace sabio a el que lo busca. Vivir en lo ocioso, en el paseo objetibable y en la palabra contumaz acarrea la muerte, tanto en campo abierto como en poblado. Cerca de mí no se hablaba de la muerte ni de mucha política, cosas de muertos, y lo que veía y escuchaba me lo hacía tragar el espíritu de mi esclavitud lacaya del que me daba pan. Pero además, cuando mis sentidos no encontraban lógica en el abismo de la realidad irreal de mis congéneres, trágala, trágala y trágala. He visto poco y he leído poco, pero suficiente para defenderme del enemigo amigo y del amigo enemigo, y pido a Dios más tornillos, pues rosca nací, pero que pueda yo tener paciencia.

Rascayú, rascayú, cuando mueras qué harás tú.


Sé humilde, paciente y prudente y pídele a Dios cosas que te dará lo tuyo; soberbio, iracundo e hijo de la mentira y te perderás en este mundo y en el abismo de la tortura de tu propia conciencia.


En los estertores, quisiera yo tener mi alma lista.


En lo extraño, pido yo, comprensión de la extrañeza, pero ante lo imposible me rindo extenuado, me revuelvo en mí mismo y sigo mi camino rodeado de indolentes, suicidas y traidores.


Era entonces paz en la guerra y guerra en la paz y se vivía cándidamente feloniosamente, alegremente escribano sobre escribano, adultez absurda sobre infantilismo vacuo, etcétera. Y el hombre se encaprichaba de sutiles alegorías estereotipadas y falsarias. El que tuvo seso y conocimiento de sí mismo encontró el camino a las simas suaves, se enjugaba el sudor de ser peregrino en la Tierra y sentía alivio, recompensa, que Dios le legaba, perdurable...


No des la paja a tu perro y los huesos a tu caballo. Sabiduría popular

La dulcificación de las cosas no elude de nosotros la última ida del unívoco nacimiento. Es dulce el amor, la belleza y todas esas zarandajas poéticas, ah¡, se me olvidaba, a veces, pocas, es dulce la ciudad, pero que pena que el trigo granado y en sazón no se coseche con amargor, con el doloroso sudor del que recoge de lo sembrado. A la tierra hay que hacerla parir y en la ciudad quedan los osarios con capirotes, a mí ya me pueden dar carta de correo, eso lo decidirá el Creador y ya he dicho cosas.







Si al final queda el rencor para moribundos, 

que poca cosa somos, y que cerca estamos de los " trogloditas"


Comemos de los frutos de Dios Creador 

 

 No deberías volver a nada, a nadie, pues la historia interrumpida ya no hace mella en tu corazón. Las aceras surgen como el lamento de la gente, como una vía dulce de población maquinal. Escuché la huida de los insectos, el lamento del aire, la imposición de los rayos solares. Y me fui a la calle a ver ni nada ni nadie. España está polarizada, está enfrentada. No quieren eso los ciudadanos españoles. Los ciudadanos españoles, en la calle, se entienden. El respeto que ofrece lo inútil ( una estatua, una novela, una farola modernista) me hace pasar por un elitista que saborea casi la luna. Hoy quiero celebrar aquello mientras las nubes van a la puesta de sol, dando tintes rosados a las cosas.

No pude resistir la perfección del silencio

y me quedé escuchándolo, vibrante y lúcido.

 Pague cada cual su pecado y el pueblo, víctima de las castas, salga ileso de tanta aberración política. Las horas vienen a mí deshechas en cuestión de un recuerdo maldito. Las acechanzas de la oscuridad del alma ya no traen más que dolor e impaciencia. No quiero salir a ver cómo se pueblan las aceras, cómo los supermercados giran sobre sí mismos, cómo las gentes llenan las plazas de pláticas y otras ofrendas a lo público. Los hermanos de los tiempos oscuros vuelven a pelearse. Pero esta vez no llega la sangre a la calle, no se pegan tiros a los cuerpos encendidos. Menos mal. Respiro de satisfacción con los pulmones alquitranados, con la seriedad del que sabe de historia y la ha leído. La pena es que no se ponen de acuerdo. La pena es que son ajenos a lo que quiere la población: paz y prosperidad.

Asciende un marea, rosas equilibristas

sobre el aire matinal de la dulce Majadahonda.

 La felicidad no es solo un cuerpo tendido al sol en una mañana temprana de verano. La felicidad se hace entre los hilos del corazón. La felicidad es algo sutil y ágil como la carrera de una gacela libre y salvaje. Cada latido pronuncia tu nombre, hora descansada de la tarde, y pronto, como un niño que sale de la escuela, dice el amor que tienes a la vida. Ese tren que cruza Castilla de madrugada lleva consigo todo el amor que quedó en el pueblo, ya un ser dormido y oscuro en su eterna soledad de sol cansado. Las golondrinas vendrán cual animales seguros en la vida, a pasar el verano. Los días se repetirán como lejanos ecos de un viaje a ninguna parte, como los soles que se repiten, como las mañanas, como las vides agarradas al suelo.

La mala tierra que tanto amé, España diminuta,

ya está ahí, dándose garrotazos.

 La ciudad diminuta y las campanas que tañen cual si fuera hoy día de celebración divina. Yo ya estoy contento de vivir en esta ciudad. Los viandantes saludan al pasar. Desde aquí yo contemplo, tendido, la acera de todos. Habrá un día que diremos adiós a la enfermedad y a la tensión. De todos modos, la vida se abre paso entre las habitaciones y la cocina y el comedor. Tantas horas pasadas, tanto delirio, tanto quehacer. Y las horas se funden con el hierro de la soledad y el horror de ser humanos delicados, racionales, sufrientes. Pero el sur no existía, ni agua ni luz ni noche ni día. Las ascuas de un fuego antiguo y animal subsistía como la noche de los tiempos en la caverna, en la bronca caverna.

El campo de mi patria reposa bajo la blanca luna.

Mala conciencia de este sabor a España.

martes, 2 de abril de 2024

 El furioso no acierta. La vida se pasa aunque estés enfurruñado. Las palabras del alejamiento ya fueron pronunciadas. Ahora, cada uno en su esquina. Recién llegado a la ciudad, moría de ganas por ir al cine. Vi un película de romanos, denostadas antes, pero a mí me gustó. Iba de Nerón. Del hijo puta de Nerón. Una gran historia que contar es accesible para todos, pues todos vivimos esta vida loca. Vivir fuera una sensación, un bordear los sentimientos encontrados. Hay gente que cumple 85 años. Incluso hay gente que ya los ha cumplido. Mi miseria es un poco la de todos, mi miseria da cuenta de los psicópatas que me rodean. La vida urge una reflexión que no hacen los altivos ni los ignorantes.

Las horas de un alegre jardín, de un risueño pensamiento

surgen después de todo, después de todo.

La Puri tiene comunión. El 25 tengo partido con la niña. Qué viejo me hacen mis hijos queridos. Lo dejamos para septiembre, para el 15. La aurora de Nueva York tiene cuatro muros de cieno gris y sucio. La pena arrastra tras de sí los corazones blanditos como el chicle mascado. La dignidad del hombre está en la dignidad de su vida, en prescindir de narcisos psicópatas, en hablar claro a la existencia. Ahora me fluye dentro una alegría supina difícil de entender. El ritmo de las plantas, la concordia de los animales y el designio de Dios no se manipula de ninguna manera. Los raíles del tren tienen nombre de animales. Los martes hay fiesta en casa de Daniel. No sé si ir. Daniel es un tipo demasiado hablador, pero iré. Busca en una sonrisa arcaica tu lugar en el mundo y quédate quieto.

Mi piel existe al margen de los atropellos de la guerra y la sinrazón,

mi piel comienza a las 10 de la mañana.

 Parece que estamos en un ascensor de tanto hablar del tiempo con gente que ha dejado de hablar de nada. Pero la vida sigue sin ellos y sin otras cosas. La mala suerte surge, se agría, confunde las horas con lo siniestro de la vida, con lo más feo de las calles que rebosan de gentes. Hay que buscar en las risas más sinceras, en los amores que brindan las aceras, en los tiempos indecisos del día. 1000 festivales recorren la península española, esa piel de toro, esa locura colectiva, esa madriguera de alimañas. No te pierdas el espectáculo de la niña que se sube la falda sin bragas. No te pierdas porque luego no hay quién te encuentre. No te pierdas la hora de comer sobre todo. No te pierdas el centenario de Gregoria, la panadera del pueblo. Hay pasteles.

Los hombres avanzan como pueden por el tiempo indeterminado

de un fracaso ya visto.

Con las babies. Así dice una canción moderna. Todo tú, fuerza amorosa que nunca te explicas, eres como yo, eres como el hermano mayor que no tuve, eres el primer rayo de la alborada, eres la segunda voz de mi garganta. Como ayer, como siempre, como la naturaleza ayuda al que la quiere. Hay amores extraños y hay amores fraternales. Los amores fraternales entre iguales no se discuten, se viven en compañía en el dolor y en la calma. Los amores entre hermanos que han estado viviendo con dolor y con cariño nunca mueren. Las águilas serenas sobrevuelan el cielo como dioses eternos, como centellas enormes de color pardo. Un café solo. Hellow teacher. Yo quiero la primavera para que los días sean más amables de lo que fueron. Me tengo que plantear ciertas cosas. Me tengo que adaptar a las cosas nuevas.

Pelear contra la luz del sol, concurrir a la vida

tiene un mérito enorme.

lunes, 1 de abril de 2024

 Pasan los años y la gente no aprende que hay que convivir unos con otros. No se trata de que se hagan las cosas siempre a su gusto. Pero hay personas que piensan que hay que hacer siempre las cosas a su conveniencia. Los ojos duros de la piedra no dejan nunca de nacer. La mañana trae un nacimiento de la oscuridad en que ha vivido. El sol ya ha vuelto, el sol alumbra el conocimiento. Las espigas doradas por el astro rey ya están brotando en el campo. Todo es una vuelta a lo antiguo, a lo del año pasado. La sangre no era un río, sino su pensamiento doloroso. La gente es de ir pasando, pasando y las aceras cautivan sus pasos en la gran ciudad.

No me atormentes más.

Ya sé quién está equivocado.

 He leído en internet que las personas soberbias sufren mucho de ataques cardiovasculares. Las personas soberbias están siempre pendientes de los demás, de controlarlas, de observarlas para que se cumpla su ley y eso cansa mucho. Y afecta al corazón. Las personas soberbias se comunican poco. Lo hacen solo para mandar y les frustra que no sean obedecidas, las frustra horrores que no se cumpla su autoridad. Las personas soberbias, cuando no se cumple su deseo, piensan inmediatamente en la venganza y eso también afecta al corazón, pensar en un rencoroso cumplimiento de sus órdenes por las bravas, las patatas bravas. Las patatas bravas es su comida favorita porque pican y ellos están constantemente picados.

Si conoces un soberbio manipulador

huye de él como del diablo.

 Hace ya mucho tiempo que no escribo de la cultura. A mi modo de ver, la cultura se adquiere con los libros. Pero no solo con los libros. Viajando también se aprende mucho. Aunque no hay nada como la lectura reposada para adquirir conocimientos. Ahora que, ya digo, andando por aquí y por allá, también se aprende. Y ya he escrito algo sobre la cultura. Tengo miedo de perder la maravilla de tu mirada y tus ojos de agua. Esto lo decía un enamorado a su enamorada o enamorado pues no sabemos si el poeta era hetero u homosexual. Los ojos de agua es una metáfora muy bonita porque quizás se base en que el agua es muy necesaria, muy esencial para la vida. Yo diría: temo perder tus labios de sangre. Porque la sangre también es muy necesaria, nos corre por el cuerpo aportando vida. Y yo también diría: me gusta tu frente de aire. Porque el aire es necesario para la respiración. Y yo diría: me gustas mucho porque eres como un arroyo de la montaña.

Ni las risas ni las llamas locas de la ira

podrán con mi voluntad de estar contigo.

 El dios de la rutina no sé cómo se llamará pero es el que nos pone mirando al presente, al pie de la calle. Yo iba mirando cómo una persona se enfrentaba a la realidad de ahora: iba esa persona renqueando, medio caído de un lado. Pero iba. Esa es la cuestión. El ir poniendo minuto tras minuto la atención en la existencia nos hace humanos de la calle, de la acera consoladora a veces. Es lo que hay. Se mece en el tiempo y en el espacio una masa de gente que huele el futuro y huye. Huye hacia adelante, hacia el futuro también. Todos vamos en la misma barca, en el mismo vaivén. Cuando percibo que yo voy camino de la gente, gente me vuelvo, gente soy, gente que pasa por las horas más gastadas de la ciudad. Mi vida es la vida de los otros también. Sea loado el dios de la rutina por siempre.

Han debido pasar todas las lágrimas del mundo

para que entendamos qué hacemos aquí.

El hombre va caminando por campos muy desiertos donde no encuentra respuestas a su eterna pregunta. ¿Quién soy?, dice el poeta. Quien eres tú a mi no me importa, responde la vida. Los muros de mi patria se están rompiendo y no puedo hacer nada. Los hielos de la montaña se están deshelando y llegan a la ciudad en forma de arroyos fríos como témpanos. Es un decir que España se rompe, pero así es. La casta se tiene que mantener en el poder mientras otros rezan rosarios a la puerta de las iglesias. Los amigos ya no se hablan por pensar de distinta manera. La gente está harta de que el futuro de la nación lo decidan unos pocos. Escuché la rendición de mis huesos depositándose en la urna funeraria, acudí como pude al sueño de mi destrucción.

El telegrama planchado por la aurora decía:

No puedo más. Ayudadme. Dinero. Os quiero.

 Solo tu amor y el agua. Octubre frente al río. La cotidianidad es esto: ver pasar los días tranquilo sin pensar en el futuro. Hace frío y las muchachas rubias se quedan quietas mirando escaparates. La luz proviene de otra fuente que no es la familia, sino de ojos amigos que indican qué puedes hacer con tu sino. Prendas floridas en sus hondos rincones promueven el rechazo de los que te quieren ver muerto. Las mañanas dilucidan ese vaivén retórico de preguntas sin respuesta. Hay que vivir recuperándose de los arañazos en la mente. El dolor de vivir está ya a flor de piel, nos conmueven hondamente los días que vendrán. Pero todo tiene su solución: no alarmarse por los ríos que van a dar a la mar. Yo ya me hago a la idea de que todo es un pasar, un pasar.

Estar enamorado es como escribir un poema.

Un poema fácil, misterioso, didáctico.