sábado, 9 de noviembre de 2013

Cuando se es profesor y se hace dejación de sus funciones, adiós al respeto de los alumnos. Yo lo hice por una enfermedad crónica y grave que nadie querría tener ni padecer.
Cuando se hace conscientemente esa dejación, los alumnos también piensan que ese profesor es una caradura. El profesor que me imparte las clases de crítica literaria no sé lo que es: si un caradura o que deja todo en manos de nosotros, los alumnos para pasar a ser él una especie de moderador de nuestro trabajo.
Hasta ahora, lo que ha hecho este hombre es comentar unas páginas de poesías que no tenían nada que ver con el programa y también hablar de un movimiento crítico de forma ligera (yo me he unido tarde al curso). No sé si habrá explicado algo de valor en las clases antes de que yo llegara a ellas.
Lo que sí da fe es de una gran organización para que seamos los alumnos los que llevemos el peso de las clases a través de unos textos que ha repartido entre nosotros y de una exposiciones que debemos llevar a cabo. Además hay que hacer unos trabajos. Su esfuerzo, el esfuerzo del profesor es mínimo, por lo tanto y un tanto descuidado. Es normal. Está viejo y los temas que hay que tratar ya le resbalan un poquito por la mente como la miel que escurre de una cuchara.

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