martes, 17 de enero de 2017

María era una chica que deseaba cumplir sus sueños en esta tierra árida y desagradecida aunque le costara ello muchos esfuerzos y muchos sacrificios. Quería a alguien que la quisiera. Eso era primordial. Encontró en Felipe un amor incondicional ya que la personalidad de María era de aquellas que arrollaban con la mirada y hacía adeptos como rosquillas.
Después quiso tener un hijo. Y lo tuvo. Un hijo rollizo e inteligente que salió  a la madre. Y luego una hija. Y otro hijo. Todos se los hizo su Felipe, que estaba detrás de ella para lo que se ofreciera.
Y así continuó su vida hasta que María deseó ser famosa, quiso notoriedad en esta tierra árida y desagradecida. Y cantó unas canciones en un festival mediterráneo. Desafinó. Pero todos pudieron ver de qué pasta estaba hecha esta mujer, una pasta especial dominadora y ágil de mente que igual cantaba que comía con unos potentados dejando ver sus encantos por un escote de vértigo.
Y se separó de Felipe pues ya era alguien de quien podía prescindir y se casó con el conde de tal.
Y salió en todas las portadas de las revistas una y otra vez hasta el desastre final: se cayó en la bañera empujada por sus excesos y se rompió el cráneo que protegía tan peregrina inteligencia.

Si quieres algo, pídelo.

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