martes, 11 de marzo de 2025

 Todo lo que somos depende de una sonrisa o una aprobación que nos da un amigo, la médica de cabecera o un extraño al ver que hemos hecho una buena acción. La generosidad agradecida llena al generoso de una muy buena vibra, como dicen ahora. Las cuentas de este mundo ya están echadas: tú por aquí, yo por allí, excepto cuando uno se acuerda de otro y da algo al que está necesitado. No solo necesitado de dinero, sino también de aprobación. Es decir: me gusta cómo haces una labor para los demás, me gusta cómo trabajas, me gusta tu sinceridad. Pero no me gusta tanto que estés ahí tendido como un perro al lado del supermercado siendo tan joven. Y ya todo va así: unos que piden y quizás el Estado dé una ayuda. Me acuerdo de una amiga que estuvo en asuntos sociales de Moncloa y acudían gentes errantes, mendicantes, desharrapadas y pedían en un mostrador. Y algo se les daba.

Parece mentira el montón de dinero que se gasta el Estado en gente menesterosa.

Más valía que trabajaran haciendo bolígrafos.

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