Ayer, por fin, fui al pueblo de al lado. Me pasó una cosa curiosa en mitad del camino. Vino un niño de unos cinco años hacia mí y me dijo que había dibujado unos cómic. Yo le compré uno. Era de unos monstruos. Aún lo tengo en mi mesa. Es de una zanahoria y de un monstruo que dice todo el rato: te odio. También salen otros personajes. A la vuelta del pueblo de al lado, recogí unos libros que tenía encargados. Llegué a casa sudado, me tumbé un rato para coger aliento y me duché. No sé qué me pasó después de cenar unas patatas arrugás que tenía ganas de salir a distraerme. Me encontré con un amigo y fuimos a los bocadillos y me harté de cerveza sin alcohol y meé como la fuente de Cibeles. Pero no llegué muy tarde a casa pues salí pronto, a eso de las 9.
El sol otra vez nos anima.
Tendría que caer todavía algún chaparrón breve.
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