Mirar al pasado no tiene por qué ser un ejercicio de melancolía. Podemos rescatar momentos felices de ese pasado que nos hagan llenar el espíritu de oxígeno, de vitalidad. Yo puedo recordar el último examen de oposición en que se hizo de noche y tuvieron que dar las luces. Fue un ejercicio maravilloso volcar todos mis conocimientos del tema que me tocó. Puedo recordar esos amaneceres en que me tomaba un café en un bar donde siempre sonaba la misma canción, una canción estimulante, como el café y luego traspasaba las puertas del instituto con un gran ánimo de enseñar al que no sabe. Puedo recordar mañanas jubilosas en la plaza de mi pueblo mientras las cigüeñas crotoraban en la torre de la iglesia. Puedo recordar detalles de ayer que me impulsan hoy a pasarlo bien y no lamentarme de que mi vida no es bella. Mi pasado puede serlo y puedo llamarlo para rescatarme de un presente plano.
El pasado infantil es heroico.
Hagamos heroico el presente emulando al infantil ayer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario