Sigue lloviendo. Yo quiero que siga lloviendo para que la tierra se vengue de tanta sequedad que ha vivido en años. Yo quiero que caiga agua, que se moje hasta la entraña de los campos, que el cielo se purifique de tanto sol de tanto tiempo, que se nos empape hasta el alma, que caiga tanta agua que los acuíferos y pantanos se amontonen del líquido elemento. Para que ya no digan en el telediario: es el invierno más seco de la serie histórica. Para que las vacas tengan pasto hasta el verano porque quiero que el verano también esté lleno de tormentas vivificantes de agua. Y que venga una primavera llena de aguaceros. Porque, a mí el agua no me cansa de inaudita que estaba durante todos estos años. Llovía una hora nada más y se callaba el agua. Ahora deseo que no pare. Que llene de humedad las calles, las farolas y al ser humano. Ya llueve seriamente. Ya llueve en condiciones. Pues que no pare. Que llueva hasta abrillantar el asfalto, hasta que el agua acaricie el último brote de la raíz de los árboles.
"Tiene que llover", me dijo mi médica de cabecera.
Y llovió. Y mi deseo se cumplió y el de mi médica.
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