Voy a escribir a paso lento. Porque tengo hora y media que matar. La mujer del vestido de volantes pasea al perro, un perro feo y gordo. Estoy de mal humor. Son características de mi enfermedad bipolar. El lugar estaba cerrado para los turistas. La correa de mi reloj choca contra el teclado del ordenador. Ella estuvo animándome, aquella vez que Paco ingresó. Nos tienen envidia, está claro. Hay gente envidiosa que rara vez dejan de envidiar. A los envidiosos se les podría aplicar un poco de amor a ver si dejaban de serlo. Son las 3:38. No hace excesivo calor, como hacía estos días de atrás. Hay gente a la que le gusta ser el muerto en el entierro, pero acabado el entierro, ya no quieren serlo. La muerte es callada, abrumadora y lógica. Es de lo poco lógico que hay en el mundo (para que quepamos unos han de morir otros). La muerte a veces se desea pues no nos gusta el mundo que vemos, oímos, sentimos. La muerte espera, no hace más que esperar. Te pacem solicitavit usque pax no intra tua capitem interet.
Invertir la verdad según se vuelve del camino
no es posible, pues el camino ya lo hiciste, ya lo recorriste, ya hecho está.
No hay comentarios:
Publicar un comentario