Hay personas que son como el laurel de las salsas, eso se dice mucho. Hay otras personas que pasan discretas por la vida. Ya no hace el calor de antes, de estos días de atrás. Por el horizonte se ve un monte y detrás, las luces de Madrid. Se ve todo eso sentado en un banco en una pequeña loma, tras una andada por una acera ancha que va subiendo, subiendo. Al otro lado de la carretera, por detrás de ese banco citado, un restaurante italiano grandísimo abre sus puertas a los amantes de la comida ausónica. Tiempo atrás yo iba a ese restaurante. Me llegan al oído la conversación de dos mujeres, siempre larga y tendida, siempre interesante, siempre variada y sorprendente. Los narcisistas quieren fans, no alguien que les quiera. Los narcisistas dan mucho el pego. Los narcisistas son pesados de cojones. Un gato marrón claro se pasea por el césped, come una lombriz que ha entresacado de la tierra y sigue su camino. "Sigue tu camino", me dijo el narcisista. Nadie me había despedido así nunca. El perdonavidas está más tonto que el profeta Jeremías.
Por el peñascal dormido tras la luz
florece el camino que llega a ti, bella amiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario