viernes, 23 de agosto de 2024

 Antes, muchas cosas me hacían gracia y también muchas cosas eran susceptibles de pasar al papel y al boli. Creaba pequeñas historias que no tenían final. Empezaba describiendo a una persona que me llamara la atención y luego hacía que ese personaje sacado de la realidad hiciera un imposible. Pero sin final. Lo mismo me atraían como posibles personajes un niño jugando que un anciano con bastón. Todo valía para ponerme a escribir cualquier cosa que luego guardaba en una carpeta. Trozos de papel llevaban mi deseo de dejar constancia de las cosas y las gentes. Pero no me salían 200 páginas de una novela larga. Quizás no tenía tiempo o sentido literario suficiente para desarrollar un caso complejo. Todo lo escribía en un tono jocoso y divertido, para pasar el rato riéndome de lo que escribía. Me salían cosas muy curiosas. Hoy no. Hoy no me salen semblanzas risueñas, ni descripciones humorísticas. No hay humor por el mundo. Caras largas, discusiones por esto o por lo otro y poco humor.

Rodeado de desgracias y caminos voy por la vida y ausente

de risas y de vino.


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