Ayer hizo fresco. Hoy ha vuelto el calor. La chica anda con soltura, meneando el culito con mucho garbo. Son las 12 del mediodía. Todo es increíble cuando el sol se alza a lo alto del cielo. Unos tapiceros anuncian sus servicios. Por las calles se cuela el sol por las rendijas menos pensadas. El paraguayo sigue en el bar restaurante aguantando clientes, horarios, tirando cafés y cañas. El paraguayo es casi gigantesco, muy grande, casi asusta. "El Jarama" es un libro temporalmente situado en el verano, en las orillas de ese río. No pasa casi nada en esa novela, solo una chica que se ahoga. "El Jarama" describe mucho: describe un bar, describe los árboles y describe gente que acude al Jarama a curiosear. Es una novela, pues, muy descriptiva. También hay mucho diálogo, muchísimo diálogo. De "El Jarama" hice yo una investigación gramatical que me valió un 10 en la asignatura "Lenguaje coloquial". Recuerdo cómo fui desentrañando un aspecto del diálogo de esa novela de manera muy fina y original. Me lo pasé bien estudiándola. Tengo que caminar. Ayer no caminé. Hoy caminaré porque el que mueve las piernas, mueve el corazón.
Una pausa de sol me condujo al cristal del día
para reconocer que ese día era como ayer, como mañana será.
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