Son prácticamente las 12:30. A las 13:30, como. Los trenes de la noche van con retraso, un retraso enorme, casi no llegan a destino. Te saludo, Quevedo, estando en tu glorieta, allí firme y serio, rodeado de terrazas con turistas. Te saludo, Quevedo y también saludo a tu desengaño de la vida. Desengañados vamos todos ya después de lo visto y padecido. Este mundo es un desgobierno de dimensiones colosales. Por eso tú, Quevedo, con tu pluma vas desentrañando qué es el poder, que se puede esperar de él, del maldito poderoso. Y dices: ¿siempre se ha de pensar lo que se dice? ¿nunca se ha de decir lo que se piensa? Y yo digo: ¿a quién se puede decir lo que se piensa? Nadie piensa hoy en día más allá de la televisión y la tajada. Nadie hay con quién decir qué cosas pasan pues nadie quiere saber eso mismo, lo que pasa.
No me amenaces ya con otra vida.
Con esta me he cansado en demasía.
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