Amor a la obra de Dios. Amor a los seres que nos rodean. Amor a quien puedas darlo. Amor venido de una fibra humana enjundiosa. Amor a lo creado. Amor sin sentido casi, amor que entretiene la vida. Amor al alma y no a las cosas. Amor a uno mismo. El corazón del hombre se angustia: nada queda tras el telón de este teatro al que asistimos. Vemos cosas falsas entre lo falso del mundo y no nos gustan. Hay un noble peregrino que nos habla de las cosas de Dios y no hacemos caso. Cogemos el reloj, la camisa, el imponente gesto y salimos a la calle. Y no vemos porque este mundo no es carne y metales sino alma y dulce reflexión. Hay que conocerse y conocer a los demás.
Pronto el higo albergará mieles
para la dicha del temblor tranquilo en la mañana.
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