La palabra es como una ardiente campana que sonara a un arrebato dulce. Los pájaros del cielo hunden su vista en tierra, la vigilan y la comprometen a ser dadivosa. Es muy fácil caer en la sinrazón de la macabra fiesta de un chivo, pero debemos acudir siempre a los momentos de salutación del optimista. Y pasar el tiempo jugando al ajedrez como don Sandalio, como Karpov y Kasparov, como esos Bobby Fisher del telón de acero. La vida va pasando, pasando y no ofrece consuelo al pobre que ya se alía torpemente con la pobreza para siempre. Es mejor andar y andar y pisar acera y pisar asfalto y dejarnos alumbrar por la luz que se cuela por las calles, por los orificios tenues de las calles lentas.
Dormir en la sombra y ser un desconocido.
Esa es la situación a evitar.
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