En el camino de ir a ver a mi padre, he encontrado la cáscara de un huevo totalmente blanco. La vida se abre paso por donde sea. Estoy esperando una llamada para matar la tarde. Para que las miasmas que se acumulan entre los dedos se regocijen de pena. No hay ya mucho que hacer hoy sino ir a tomar un café regodeado en la tarde como un payaso de circo. Los circenses aplausos de las nubes se cuelan como mulas en la cuadra para dormir sin hacer ruido al alba de las torres. Las torrenciales idas y venidas de un agua que ya pasó vienen atormentando raíles de tren como águilas en disposición de arrebatar el sol a mordiscos. Y ya está todo contado de pe a pa sin pasar por la extraña condición de un mono azul asqueroso que se ponía amarillo al ver las balas venir. Y ya no más absurdos lingüísticos ni más carantoñas felices de un escritorzuelo que aspira a ver pasar la nariz del poeta atravesada por los caminos y las lluvias de mayo.
Trombón casero:
Mi hermano sonándose las narices.
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