En las zonas de costa, sobre todo por el sur y levante, hay un montonazo de tiendas en los paseos marítimos que todas venden lo mismo: cubos y palas, recordatorios, llaveros, camisetas de colores, bolígrafos también de colores, sombrillas, toallas, etcétera. En la ciudad que habito, hay seis o siete supermercados haciéndose competencia. Mi ciudad es muy poblada pero cuando llegan días de vacaciones, se largan muchos, se largan casi todos, con dinero propio o con dinero prestado. La vida se reparte por toda la península. El centro de Madrid ahueca el ala. Las carreteras se aligeran de coches, da gusto conducir por los nervios de la ciudad. Móstoles se alegra de ese acontecimiento. Y también Leganés. Los que nos quedamos parecemos Robinsones de ciudad, Gulliveres de pacotilla, dolores que sangran, penas que no se consuelan.
Veo que la hazaña vibra en la luz.
Esa luz pobre de hoy, de todos los días de siesta y caminata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario