Las raíces me atrapan, me asientan en casa, al lado de mi familia. En Italia quizás luzca el sol o quizás luzca en las costas de Croacia. No sé muy bien que hace mi pie asentado en el suelo. Mi cabeza rehúye las páginas llenas de letras, me lleno de la tinta negra de lo sucedido pero no hago caso. El mundo, sin duda, podría ir mejor. He visto una revolución en Madrid capital pero no me he dado casi ni cuenta. He subido a un autobús hace dos días que me ha llevado por la Gran Vía llena de musicales, de gentes fotográficas, de pies grandes pisando aleatoriamente los baldosines de la acera inmensa de la gran ciudad. La pena estaba en mí, no la podía desechar por fea, por malquerida, por absurda. Mis pies llevan un no sé qué en la planta como diciendo que la vida se reduce, se ensimisma, se combina con lo ordinario hoy.
Una promesa peligrosa, de difícil cumplimiento.
Eso es la vida para algunos.
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