Llegue rogada, pues mi bien previene;/ hállame agradecido, no asustado;/mi vida acabe, y mi vivir ordene. Estos son versos de Quevedo sobre el postrer día que espantoso suena y que desanuda las miserias de la vida, viene piadoso el último día si tenemos la conciencia tranquila y nos ordena la vida ya cansada, ya ofrecida a ella todo nuestro esfuerzo por ser mejores y cuidar de los nuestros. No hay que asustarse porque es ley de vida, no hay dolor que no quite al final del todo, no sabemos muy bien qué es pero si tenemos un poco de fe podemos pensar que es un salto a la eternidad en la gloria de Dios. No debemos negarla, no debemos temerla, no debemos huir de este acontecimiento igualitario y firme porque cumple con todo el recorrido vital.
Seremos una mota de polvo en la historia general de todo.
Pero seremos llamados por Dios si cumplimos el designio que nos fue encomendado.
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