Al árbol no le dejaban crecer las zarzas. Pero con las aguas de abril, dio un estirón y dejó las zarzas atrás. Le hubiera gustado coger la podadera y cortarlas para siempre. Pero todo estaba ya abandonado. Hoy iría a ver a su padre después de la siesta. Ayer fue un día aburrido, monocromo en la imaginación, viendo pasar las nubes y la lluvia. Se sentía afuera de todo, de las misas, de las procesiones, de todo este barullo religioso que hay en estas fechas. Charlamos un rato de la familia, pero pronto lo dejamos. Cenamos frugalmente y nos acostamos. No llamó la amiga para pasear. Mi padre fue a misa y dijo que en la iglesia no cabía un alfiler.
El mar acaba entre cuatro paredes.
El mar ahonda la sed del sediento.
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