Antes, cualquier ciudadano, viandante, individuo que veía me parecía digno de una ensoñación literaria. Ahora, eso ya pasó. Ya no me emociona el ser humano como motivo de ponerme a escribir. La gente pasa y la veo y ya no me dice nada. Era bonito ver a uno en la taberna de mi pueblo y pensar en un relato de su vida que yo podría inventar. También me sentaba en una terraza de algún barrio después de dar clases y la gente me emocionaba poéticamente, librescamente. E inventaba algo a merced de su observación con mi ojo de novelista que yo quería ser. Luego, escribí un par de novelas y me di cuenta de que un escritor no escribe de lo que quiere, sino de lo que le dicta un guion. Y ahora, no siendo algunos tipos raros que veo por Madrid, ya no me llama la atención el común de los mortales.
Antes, ahora. Antes, ahora.
Menuda mierda.
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