martes, 8 de abril de 2025

 Hace mucho tiempo que no veo a un amigo que decía que se iba a ir a un pueblo abandonado de Zamora. Me lo imagino despertándose tarde, ya que la tranquilidad, el silencio y el abandono favorecen el descanso. Luego, iría a la huerta, una huerta que le da de todo. Solo comería carne dos veces a la semana, cuando fuera a otro pueblo más grande, pero suficientemente distante del suyo como para ir solo los fines de semana. Se tiraría las tardes contemplando un pequeño riachuelo, el cielo en lo alto, las casas abandonadas y caídas, donde hubo historias. Y pasearía por las calles del pueblo abandonado cruzándose solo con Demetrio, que no le habla ni le hablará nunca porque mi amigo ha venido a alterar la tranquilidad que había en el pueblo antes de que llegara este intruso, este otrora habitante de la ciudad, este amigo mío al que ya no veo nunca. Debe de haber cumplido su deseo y estar en ese pueblo. Mi amigo se llama Arturo y cuidó mucho tiempo de su padre. Estaba pendiente de comprar un piso para el cual no tenía dinero, así que la solución fue una casa en este pueblo. El pueblo calla, el pueblo guarda silencio siempre.

Un pueblo abandonado.

Sin televisión, sin internet, sin móvil. Se masca el silencio.

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