Como los hijos de la tierra, quiero lamentar esa noche, esa doblez del día en que todo parece acabarse. Menos mal a los hombres armados y al teléfono que no duerme. Mucho se habla de los ladrones divertidos, que provocan la risa, que dan noticias en radio y televisión. Pero no pasa nada aún. El río es una tristeza que avanza pobre por las tierras llenas de anuncios, de colores, de manifiestos surrealistas y de cansados paños de flores. No me gusta la vida de este lado, de este residuo que se queda en mi habitación, siempre en pie, siempre alerta, nunca tumbado a hacer la siesta descuidada. Los domingos hago tortilla de patata muy fuerte, muy llena, muy cargada. La vida se sostiene en un aire muy dócil.
Dádiva de luz este domingo
que pasará veloz como la liebre.
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