Cuentan de un caballero que, como perdió una batalla contra los moros, se recluyó en una cueva a meditar su futuro y su corazón le dijo que se tenía que hacer musulmán. Se hizo musulmán cumpliendo un rito no muy elaborado y entró a servir en las huestes de un capitán moro. Y perdió una batalla frente a otro ejército cristiano. Se retiró a la cueva de marras y su corazón le dictó, después de llevar un año comiendo bellotas y pan y acederas que debería hacerse cristiano otra vez. Se bautizó de nuevo por un franciscano muy divertido por la veleidad de este caballero y fue católico otra vez. Y, después de mucho tiempo, se le juntó a este caballero la luna y el sol en un cataclismo sutil que le hizo romperse la cabeza contra un muro. Y ahí acabó la historia de este caballero que quería estar siempre con los ganadores.
Dios que buen vasallo
si hobiese buen señor.
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