Hoy me he levantado menos alarmado que los días de atrás, cuando todo se me he iba en levantar la moral, mirar de frente al presente, conformarme con lo que había. Hoy mi cerebro me está dando momentos de serenidad. La vida fluye más lenta, sin alertas por el denodado paso de las horas. Me ha llamado hace poco una amiga, que si tengo tiempo para ella. Claro que lo tengo. Hoy tengo tiempo para cualquiera; el tiempo, hoy, no es problema porque lo tengo restringido, acodado en una taburete al lado de la barra de la vida, bien sujeto de un costado y del cuello de la camisa de los aconteceres. El tiempo hoy pasa como si pasara un gorrión ante mi vista, como si un perrito ladrara insomne ante las palmeras del desierto. Hoy es un día para dejarse llevar, no racionalizarlo, no acotarlo en frases, no pensarlo mucho.
Brilla la hora del mediodía.
Todo parece relucir y sacudirse la pereza y engrandecerse.
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