miércoles, 14 de mayo de 2025

 Dice Rosendo: eres un tío estupendo, cuando estoy contigo cuánto aprendo. Yo, en el pueblo, siempre preguntaba al que podía. Me hablaban de vacas, de tierras de labor, de tractores, de albañilería, de fútbol, de ciclismo, de todo lo que sabían. Luego, entre semana, estaba por la ciudad. No encontré nunca a nadie que escribiera, que le gustara la lectura y además, escribir. En la facultad, todo el mundo estudiaba lo que decían los profesores. Había una condición que se llamaba oyente, que era ir a las clases de los profesores porque las clases eran de índole pública. Pero nunca estuve de oyente en ninguna clase que no me correspondiera. Podría haber ido a las facultades y estar de oyente, pero no fui. Y ya no sé qué más decir. No sé si es más importante un abogado o un psicólogo o un biólogo que alguien que escriba de lo que se le ocurra.

Hay que seguir cada uno su vocación.

Hay alguna vocación que es enseñar la gramática a los indoctos.

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