miércoles, 28 de mayo de 2025

 Fumaban distantes e impasibles en los bungalós. El cine era una sábana blanca y un proyector muy viejo que escupía carreras de caballos y diligencias destartaladas que corrían al oeste. El hombrecillo que miraba a la sábana estaba cansado de vivir pero la vio pasar a ella y ahora ya vuelve a sonreír. En los bungalós se mataba el tiempo como se podía pero nunca iban los del bungaló al cine de las sábanas blancas porque eso pertenecía al pueblo, al analfabeto pueblo que no sabía ni de vocales ni de consonantes. La dictadura y la posguerra no dejó a los del cine de la sábana blanca prosperar siquiera un poco en el conocimiento de las letras. A mí me hubiera gustado enseñar a mis padres palabras que vienen del latín, pero no lo hice y ahora lo lamento.

Ya no me sudan las manos.

He hablado con mi hermano.

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