Abracé los metales de la distancia y quise ir lejos de la tierra que pisaban mis pies. El vehículo podría ser un coche de lujo, una moto muy potente, una bicicleta o mis propias piernas. Son las tres y media de la tarde. Si me echo a andar calculo todo el verano para ver tierras verdes. El norte ejerce su atracción de aires neblinosos. Habrá que echar pastillas y medio queso para andar el camino. Habrá que hacer paradas de avituallamiento en municipios extraños donde se hable gallego o alguna fabla antigua. Habrá que soportar ampollas y dolores de espalda. Pero llegaré a la orilla del mar llena la playa de pulgas marinas. Y diré: lo he hecho.
Viajar.
Un par de huevos para andar y andar en la misma dirección.
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