Tienen el alma de cobre, como el material de las monedas. Nunca han dicho qué te pasa, qué tal andas. Viven en soledad porque nadie acepta sus criterios tan firmes, tan categóricos. Van por la calle en grupo minoritario. Creo que no saben hacer amigos por esa cara de mala ostia constante. Vienen, van. Encuentran acomodo en la pintura de las paredes y en los azulejos del cuarto de baño tan bien elegidos y renovados. Comen solos. La gente ya los ha calado hace mucho tiempo porque no se gastan un duro. Se los ve en las gasolineras y a la puerta de misa dando pena. Se tragan el ferrocarril y luego eructan un eructo metálico.
No están tan lejos. No son ellos.
Son sus sombras que nadie entiende.
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