Mientras busco el silencio de la almohada, voy pensando en ellas. Son dos chicas chipiriflaúticas, como decían los payasos de la tele. Pero también son peligrosas, cuentan historias sin parar y muy complicadas de amoríos y perros que cagan negro. Una llora por su perrilla y otra llora por el amante del norte. Van y vienen como verdaderos obuses de la guerra civil española. Si te pillan desprevenido te endosan un rollo. Andan como rayos, andan como animales silvestres. Pondré una vela a san Pancracio aquí en la repisa de mi casa para que me traiga suerte.
No te fíes de las mujeres:
son todas seres imprevistos.
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