Para entretener al tiempo, le daré unos capotazos entre torpes y acertados a ver si estos minutos de espera (batería), no se hacen muy largos. La vida en sí no vale nada. El caso está en llenar de espirituales dones esos huecos temporales que van ocupando nuestra existencia. Los huecos temporales se supone que abarcan desde que nacemos, y ya llevamos nuestro ataúd por montera, hasta que damos la última espiración de nuestras vidas. Que no nos traten de ladrones, envidiosos, torpes, vagos, avariciosos, iracundos a nuestra muerte. Que digan: fue un buen tipo. O: no hizo daño a nadie y ayudó lo que pudo. O: pasó una vida hogareña y no falló a los amigos. No sé. Que quede buen recuerdo de nosotros tras el paso por este lacrimarum valle. Que la gente, cuando nos recuerde, lo haga con un poco de cariño. Hay gente soberbia en el mundo que da asco, que no suscita buen humor en el que los trata, sino al contrario. En la vida es fácil quejarse y decir ayes fuertes porque no tenemos dinero, amor, cariño suficiente. Pero es más difícil portarse bien, aguantar dimes y diretes de la gente, salir airoso de este hueco temporal que es la vida.
Qué cuchilladas da la vida, qué dolores encierra, qué males no causa.
Pero para eso esta el alma fuerte, la voluntad férrea y el amor a los demás.
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