He estado cocinando una caldereta de ternera. Es fácil pero hay que hacerla. La vida da sonrojo al que tiene vergüenza y se arrepiente de algo. Pero hay personas que no se arrepienten de nada, ni de que roban, ni de que faltan el respeto, ni nada. No tienen vergüenza. Las hirientes hojas de los árboles que se giran sobre su tallo dan más lecciones de vida que un triste ladrón que no sabe ni lo que quiere. Porque la hoja se torna en sí misma según venga el viento. Y hay personas que se enrocan en una idiotez o un vicio y de ahí no salen. La vida es rara a veces y premia al estúpido o al arrogante pero pronto esos dos engendros de lo humano pagan. Por sus propios errores, pagan. La estrella que se enmarca en la ventana ya casi no sale. Ojalá sea signo de que la carga ya no es tan grande o que remite la causa de mis desvelos. En fin, los gorriones no andan sino que saltan. Y todos los días les da de comer Dios.
Príncipes altos y serios como gigantes de otros mundos
vienen al planeta y lo llenan de interés.
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