Es doloroso sentir nada más que la soledad de uno entre la gente y cuando llegas a casa. Crea este estado un deseo de morir. Una masa de almendras trituradas y amargas colapsan el tránsito de la sangre por las venas. Te bañas en llanto con las lágrimas torpes del ayer y no sabes que hoy hay un concierto muy bueno en un pueblo de la costa. La persecución gemela de sombreros y corbatas se detiene ante el espejo y dice: no soy yo quién para enlazar mi obra con mi traje. Los días han pasado, uno se ha estancado en el mediodía y los lazos de la mañana se han unido a los de la almohada dulce del sueño. Hay cosas que aún no van pero debemos regir el día como a un caballo que más que nada, no quiere andar. Hay que pasear, no queda otra y ser felices, tampoco queda otra.
Un viejo alfiler oxidado, una tarde que pasó como la miseria de la historia
y la voz que se lamenta exquisita.
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