Las vacas lecheras han estado rumiando toda la noche, con un sueño feliz, dominguero. Se sientan unos viejos en los bancos de piedra vislumbrando su futuro pequeño, su futuro agotado. La manera más fácil de engañar a la vida es dejarla partir, es dejarla que pase sin estridencias absurdas. El dolor de no ser es parte de la vida, nos iguala a todos y comentamos con alguien que no somos nada, que estamos de paso, que sobraremos un día. Y así va el concierto que ofrece la existencia, un concierto muy multitudinario pues han sido muchos los que han coreado esos estribillos moribundos, esas canciones que todos sabemos, que todos cantamos.
Como una flor cortada que se seca en el suelo, que puebla el silencio de la tarde, que arde como una cerilla,
así vamos todos en procesión, en pandillita triste, en dolor de no saber qué hacemos en este mundo de Dios y los otros.
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