Estoy frente al ordenador otra vez. De mi izquierda, por la ventana, viene un airecillo fresco que me consuela del agobiante poder del sol. Luego iré a andar, no queda otra. He puesto un lavavajillas. La cocina huele a pescado. En su afán recaudatorio, el gobierno no baja el IVA de los alimentos. Así, mucha gente no come pescado o carne con asiduidad. La playa ahonda en la arena toda su tristeza pisoteada. Luego, en el invierno, de esa playa surge un lamento muy agudo pero que no se puede oír. Solo lo oye su compañero el agua del mar. La gente come muchas patatas y huevos. Pescado no come tanto por aquello del IVA. Cómo es este gobierno que tenemos. A lo mejor todo es mentira y lo dicen por decir. Qué sé yo lo que hay que hacer, látigos, vibradores. No me extraña que tanto ojete esté a la virulé. Las penas de la gente van y vienen por las calles y una canción las recoge para que se noten. El IVA nos va a matar algún día, ¿que no? Los geranios siguen ahí. Los geranios es algo que sigue ahí. La gente tonta y lameculos del poder también sigue ahí.
El semblante de muerto que lleva ya este señor vecino nuestro
no se le cae del rostro, no, sino que cada vez parece esa cara del más allá más que del más acá.
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