Cervantes era de una cultura libresca, leía mucho. Decía Cervantes que el que anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho. La pena es que Cervantes se murió no sin antes escribir un montón de cosas, pero se murió. Luego lo han revivido críticos de literatura, doctores de la lengua española y todos los que le hemos leído. Crece el tormento en este verano y agita sus alas sobre mí, sin darme tregua. Hoy es martes y hoy no he comprado el periódico. Es imposible que alguien se convierta en cucaracha al despertarse. Sigue cantando la chicharra y yo he saltado otro renglón con estas letras ateridas, muertas, cansadas de ser escritas. Bajo la ventana duermen los grillos en agujeros, los enfermos mentales sufren alucinaciones y el día se somete a un albur informe y triste, como el de las vacas en el prado. Hoy no iré, como antaño, a refugiarme entre los tontos, a charlar a la sombra a pasar el rato.
La dulce madre de los ruidos ha abandonado la ciudad.
Las playas están llenas, al sol, al aire del mar, a las barrigas.
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