La política va arreglando cosas o lo va enmarañando todo como esencia de la misma. El alma va cruzando por limbos sin tropiezos. Otra nueva mañana, como un recuerdo frágil, sube por el cielo hasta hacerse nombre de las cosas. Las cosas quizás se reparen con leyes pero cuantas más leyes, más lío hay en el mundo. Las pocas leyes que haya, que se cumplan. Veo todo el mar, veo todo el volumen de esa masa de agua, veo la línea poderosa que trae el límite pero no sé cómo llamarla. Las coces que se dan a la vieja loba terminan por maldecir el nombre del caballo y de la mula. Hay gentes y gentes que no creen en nada y por eso debe existir la política, para que alguien crea en algo; a poder ser, en la tiranía del obrero. Las cosas salen, se ventilan al sol y acaban. La política es igual que las cosas y termina acabando. Los oscuros atardeceres maldicen a los libros que están en el estante y de allí no vendrán a unos ojos que quieran saber algo.
La ideas valen mucho al pie de un chopo en primavera.
Pero no valen casi nada en un colegio donde los niños aprenden muchas cosas, no solo historia y sus consignas.
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