A mí me dijo que se apañaba él solo, que no le llevara nada. Además, él sabía dónde conseguir las cosas. Esta tarde iré a verle. Las noches se suceden. Son las 12 y 20 de la mañana. Los montículos que rodean el pueblo se llenan de chaparros secos y feos. El pobre ruido de nuestra desesperación avanza en un hilo acompasado al borde de la nube que no llega, de la lluvia rezada, de los posos soñados de la noche. La propaganda vende que en el pueblo se está bien y hay alegría pero la realidad es otra. Decapitados jóvenes van de la plaza al bar y del bar a la plaza buscando el asidero de la desesperanza. Así es la provincia penosa y el pueblo en particular. Es una migraña, una torrentera de alcohol, es una decadencia de lo que hubo una vez. La paz vendrá conmigo o no vendrá y pronto charlaré de cosas anodinas como el precio de la vivienda.
La pesadilla se hizo carne en mitad del día.
Para que no sepamos cuándo nos están mintiendo y dominando.
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