No pongamos las esperanzas muy lejos. Hagamos como la Barbie, que tiene que restaurar su mundo arrebatado. Pocos son los que se atreven a coger un autobús y largarse a Moscú, ciudad en guerra permanente. Solo o con hielo, el café descarga un poso de estímulo para el cerebro. Son las 12 y 10. Pronto estaremos comiendo. El pinar amaneciente recoge el amor y el miedo que destilan las gentes. El viento salino se mete en mi cuerpo, lo agita, lo despereza, lo hunde a un pozo de sabiduría dulce. Hoy es un día memorable y gelatinoso como unos callos con garbanzos muy ricos. La paz no se roba, se fabrica y se hace como la masa en el horno.
¿A qué sol te secaste, tú, tierra baldía y ominosa?
El café espera. Voy a la cocina corriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario